lunes, 13 de abril de 2009

Luces y Sombras


Esta Semana Santa del 2009 ha tenido para mí un significado diferente. Creo que nunca antes tuve un sentimiento tan profundo de duelo en un Viernes Santo, ni uno tan intenso de resurrección un Domingo de Pascuas. Han sido cuatro días cargados de intensidades, conmociones, emociones… Presencias y ausencias. Luces y sombras…Pero, fundamentalmente, nada ha sido demasiado convencional (¿será porque todo giraba alrededor tuyo?).Algunas presencias no han sido tan presencias ni algunas ausencias tan ausencias. La tuya, Hugo, por ejemplo no fue más que una omnipresente presencia permanente. Y, necesito decirlo, algunas presencias casi no se hicieron ver… Hubo ausencias dolorosas y presencias sorprendentes. Hubo, para mí, ausencia de algún abrazo necesario, y presencia del abrazo fundamental: el de mi hijo. Hubo presencias cálidas, que siempre le dan dulzura a los momentos amargos. Hubo ausencias fuertes, que sorprendieron de tanta ausencia. Estuvieron, obvio, los amigos fundamentales… Todos. Aún los ausentes con aviso. Allí estuvimos, junto al río, para “ofrecerle” tus “cenizas”… Nada fue como lo imaginé, amigo. Y me quedé con la sensación de no haber estado a tu estatura. Estoy segura de que vos no te hubieras dejado ganar por “prohibiciones”, ni pescadores, ni familias haciendo pic-nic. Vos te hubieras subido a la baranda y hubieras invitado a todos a sumarse al homenaje…Vos, estoy segura, hubieras hecho diez viajes de Capital a San Fernando y viceversa para sumar presencias. Vos, estoy segura, hubieras convertido ese dolor en un acto cálido y casi divertido. Yo no pude… Hubiera querido “despedirte” con palabras. Con las mejores, las más bonitas. E invitar voces que hablaran de tus siempre divertidas anécdotas… Pero no pude. Nadie pudo. Nos ganó el dolor de tu presencia tan ausente… O de tu ausencia tan presente. “Hacelo vos, Stella, que yo no voy a poder”, fue el susurro de Verónica regado en llanto. Y allá fui hacia la baranda… Con un zarpazo en la panza, un nudo en la garganta y los ojos inundados. Tomé ese extraño paquete que “¿te contenía?” y fue raro cómo sonó entre mis manos cual sorda maraca enmudecida. Un silencioso y soleado vendaval se llevó todo y sólo quedaron Vero y Asiri mirándome a los ojos, el río, un camino de flores de colores y yo desatando el nudo de ese paquete raro… Era devastador sostenerlo pero imposible soltarlo (“quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte…”). Lo atraje hacia mí fuertemente, se produjo una intensa comunión y allá fueron, entre flores, esos pedacitos de vos que desde el río me devolvían tu sonrisa para siempre… Asiri, con su sabiduría implacable, me pidió upa y dijo chau con su manita… Después me miró fijo y me dijo: “Matute, quiero ir a casa”. Vero hacía honor a la fortaleza limpiándose silenciosamente sus mejillas con el dorso de la mano. Todos, inclusive pescadores y familias, se habían sumido en un afónico silencio y mantenían baja la mirada. Y fue así … Distinto a lo imaginado. Un poco frustrante para mi. Pero, evidentemente, como debía ser, porque así fue… Después vinieron dos días de bonitas emociones encontradas. La convivencia con Vero y Asiri fue sorprendente. Hubo risas, llantos, fotos, imágenes, recuerdos, nombres, babuchas, calesitas, helados, pochoclos, fideitos con manteca, efímeros enojos en miniatura, asado, vino, picadita, coca cola, helado, huevos de Pascuas, muchos abrazos, más besos, mimos, amigos, lágrimas de despedida, presencias… y ausencias, por supuesto. Y vos ahí. Ahí, todo el tiempo. Luces y sombras, Hugo. Como fue tu vida. Como es tu muerte…

A Hugo Bellini, por supuesto...