sábado, 19 de enero de 2013

Pequeño balance




Los años pasan, sí, la vida no:
el mundo estalla hermoso alrededor.
(Silvio Rodriguez)

Aquél 19 de enero se presentaba raro. Colmado de mar y amor, mas sin el añorado barullo familiar de otros tiempos. Yo miraba de reojo al año recién inaugurado. Era bisiesto, y ya se sabe...  Se anunciaba intenso y revoloteaba cierto clima premonitorio de lamento.
Se presentaba atípico aquél 19 de enero. Y allá fui hacia el brindis obligado, e imprescindible, de burbujas y risas. De emociones y deseos. De amores y carencias.
Empecé a caminar por el alero de mi carta astral ignorando que mi revolución solar se libraría con artillería pesada sin respiro...
Ese mayo mi hijo, hijo mío, amado ser, se procuró un aladelta invisible, corrió por la explanada de la infancia, tomó envión en la cornisa adolescente, pegó un salto sin red y voló radiante hacia la vida adulta. Desplegó sus alas “mi chiquito” y abandonó el nido sin mirar atrás... y lo bien que hizo. ¡Y qué bien lo hizo!
También en aquel mayo un amigo estuvo a punto de morir pero ganó el milagro de la vida y hoy su voz es una fiesta bulliciosa, su abrazo una celebración inabarcable y el doliente pasillo de ese mal, un mal recuerdo.
En agosto, maldito agosto, mi hermana, hermana mía, se fue y yo morí para resucitar un rato luego aullando su nombre hacia la nada. Delia ya no está, ni estará y yo seguiré aullando en un camposanto de palabras que sudan el deseo de su aliento...
En setiembre una amiga no entendió, o entendió mal, y me quitó su confianza dejándome huérfana de su fraterno amor cuando yo más lo adolecía...
La ausencia me plagó de ausencias y no hay fumigador que la controle, así parece...
Noviembre sin embargo, en una bocanada de alivio nos trajo a Julia, y fue júbilo sentenciando variación de la rutina...
Y ese noviembre, también, me convirtió al escenario en un espacio de respiro, regalándole las bodas de oro a mis estrenos.
En diciembre dos amigos entendieron y ampliaron generosamente su mesa navideña ampliando así mi familia para siempre.
En diciembre, también, regresé al terruño y me entero que ya no soy de aquí pero tampoco de allá... Que ya no me siento sanrafaelina aunque lo soy ni soy porteña aunque me sienta... Entendí que el desarraigo tiene un principio pero adeuda los finales...
Durante todo ese año mi compañero me escoltó desde el rincón de la ternura intentando achicar el abismo que me separó del mundo. Y su amor renueva el mío cada día y su mirada vigila mis fracturados polos.
El año terminó con un brindis ceremonial y el sendero hacia las nuevas efemérides comenzó entre risas y lágrimas; entre fuegos de artificios sobre un cielo que tiene el exacto diseño de la infancia; con muchos achuchones cariñosos, algunos apretados, otros suspendidos; y un sinfin de promesas a cumplir, internas e intensas.
De los pocos privilegios que tiene cumplir años en enero se cuenta el de poder mezclar el balance del propio calendario con el del almanaque gregoriano del planeta.
Aquél 19 de enero fue hace un año que es un siglo, una era, un instante.
Y aquí estoy más paciente y más intolerante; más fuerte y más doliente; más expuesta y protegida; más madura y vulnerable.
En un año aprendí (o confirmé) que la libertad a veces duele mucho; que la orfandad genera ira; que no hay nada más sanador que la presencia del otro; que el alivio se encuentra en los ojos del hijo; que no tenemos más casa que nosotros mismos; que los objetos ayudan a ordenar recuerdos pero la infancia no está ni en el mantel perdido de la vieja ni en la puerta de la casa de la abuela ni en ese libro añejamente dedicado; que la memoria es el sexto sentido y a veces falla, como el olfato; que un “no” puede lastimar  más que una paliza lo mismo que una falsa acusación; que “nadie” es una ilusión y “alguien” una esperanza; que un duelo es una agonía solitaria; que lo insoportable no existe porque se soporta; que para renacer es necesario morir un poco; que el “sinsentido” puede tener aún menos sentido; que no puedo alejarme de mí aunque lo intente...

Y levantando la copa porque el brindis, ya lo dije, es obligatorio y necesario (aunque lo atraviese lo agrio de la pena), anhelaré un tránsito un poco más sereno, sin tanto sobresalto. Que el sol alumbre menos muros y más mesas; que la luna me traiga más ideales y menos ideas; que alguna fiesta me ilumine el luto; que el insomnio sea de amor y no de llanto; que me surjan esperanzas adicionales; que me sorprendan más palabras que silencios; que los amigos me “pacienten”; que a los reproches los reemplacen los encuentros; que los sueños destituyan pesadillas; que sobre los “yo” se impongan los “nosotros”; que a las lágrimas les ganen las caricias; que me crezca más coraje y menos miedo.
19 de enero, 2013


lunes, 14 de enero de 2013

5, 6, 7 meses sin Delia


CINCO MESES
“Luego veré de volver por aquí”, fue lo último que escribió Delia en una cadena de mensajes que utilizábamos a diario para comunicarnos. Eran las 17.26 de aquel nefasto domingo 5 de agosto. “Hay días malos”, se lee unas líneas más arriba, en ese mismo mensaje… Horas después un zarpazo brutal apagaba su luz para darle paso a una oscuridad de siete días, antes del último empujón final hacia la nada.
Aquél era su último domingo… Aquél fue su último domingo.
¿Cuántos sinónimos tiene la palabra “último”? Pocos e insignificantes…
¿Y la palabra “siempre”? Ninguno…
Resulta sugerente. Pero de tan real, resulta simbólico…
Las muchas veces que decimos, a lo largo del camino, “esta es la última vez”, “o esto es lo último que hago…”, sabemos muy internamente que no es cierto. Que lo último cuando sea “último”, lo sabremos cuando ya fue. Cuando ya haya sucedido.
Algo parecido sucede con “siempre”. “Te querré para siempre”, “siempre seré…”, “siempre estaré…”. Meras expresiones de deseo que nos inventamos para aliviarnos la angustia de la finitud.
¿Cómo saber cuál será la “última Navidad”, el “último Año Nuevo”, el “último cumpleaños”, el “último abrazo”? Sólo cuando nos damos cuenta de que ya para “siempre” será así… Que ya no habrá otra Navidad, ni el próximo Año Nuevo, ni soplará nuevamente la velita, ni me abrazará en mi próxima alegría… Ya “nunca” volverá a ser como fue.
“Último” y “siempre” se encuentran unidos definitivamente en el “nunca”.
“Nunca”… También agazapada en el pasado… “Nunca”… Otra promesa sin demasiados sinónimos.
Confieso también que me resulta imprescindible desconfiar de una palabra que de cuatro sílabas, las primeras tres son “sí” “no” y “ni”. “Si-no-ni-mo” es una palabra poco confiable…
Entonces “último”, “siempre” y “nunca” vuelven a ser veneradas. Vuelvo a plagarlas de contenido… Cuando estoy asolada por el llanto, me subo a esa posibilidad y sentencio que así como desde hace cinco meses ya “nunca” volverá a ser como antes; “siempre” la necesitaré, “siempre” recurriré a su palabra, “siempre” la extrañaré. “Nunca” dejaré de amarla, “nunca” dejaré de necesitarla, “nunca” se apagará definitivamente su luz. “Nunca” será nada… Y así será hasta mi “último” soplo.
Algunos insisten en que debo reponerme, que la deje ir, que tengo que estar mejor… Como si reponerme, dejarla ir o estar mejor fueran representaciones posibles que la oscuridad de mi noche pudiera ceñir.
“Hay días malos”… Es cierto. Y noches también. Y largas.


SEIS MESES

Tanto dolor se agrupa en mi costado,
 que por doler me duele hasta el aliento.
Miguel Hernández

“¿Estás un poquito mejor?” ... me preguntan con marcada buena intención, como si eso fuera posible.
Y yo sonrío, pongo mi mejor mirada social, cuelgo mi sonrisa en el perchero de lo correcto y apretando el “on” de las respuestas automáticas, contesto un: “Sí, sí... estoy como voy pudiendo”.
 Mientras, “¿Por qué tendría que estar mejor?”, pienso…, “¿porque pasaron seis meses?”, concluyo...
¿Será ese el parámetro de tiempo que se considera el necesario para empezar a mejorar? Pues no es el mío. Sino más bien todo lo contrario.
“Estoy seis meses peor” me digo, intentando evadir el alarido. La tristeza tiene mala prensa. Entonces, es mejor sonreír y permitir que piensen que “estar como voy pudiendo” es estar un poquito mejor. Cuando lo íntima e infinitamente cierto es que cada día estoy un poco más triste, algo más desesperada, bastante más angustiada, y enloquecidamente más cerca de lo insensato. Con muchas más ganas de verla, de escucharla, de abrazarla, de "desenterrar su noble calavera", como canta el poeta.
A medida que pasa el tiempo entiendo menos, acepto menos, y me resigno cero. Ahogo en la almohada un inútil gemido primal que machaca por qué por qué por qué...
Y vuelvo a mirar las fotos, a revisar agendas, a leer notitas, poemas, cuentos, a desempolvar videos, a repasar conversaciones, a buscar recuerdos en los rincones imposibles con desesperado propósito de recuperarla...
Un ratito, por favor, un ratito.
La convoco en sueños y la veo del otro lado del horizonte; cuando está por decirme algo pasa un avión y no me deja escucharla; cuando la alcanzo en una calle no es ella; cuando estoy por abrazarla me despierto...
Seis meses, medio año, toda una vida sin Delia. Esta vida de seis meses y toda la que vendrá... Seis meses, medio año. No. No estoy un poquito mejor. Estoy seis enajenados meses peor.


SIETE MESES
Mi abuela, la única abuela que tuve, murió en 1973. Y estalló la familia. "Mi" familia, real o inventada... Indiscutible, indisoluble, indestructible, indudable. Poderosa, numerosa, ruidosa. Esa familia era mi mundo. Todo mi mundo. El Papi, la Mami, el hermano para pelear, la hermana para aprender, tíos, tías, primos, primas, madrina, padrino. Y lacasadelaabuela era (sin dudas, opciones ni cuestionamientos) el lugar para encontrarnos. Allí confluíamos cotidianamente. En lacasadelaabuela se debatían todas las cuestiones familiares. Era el nido albergador.
Mi abuela, la única abuela que tuve, murió el 1º de julio de 1973... Fue la “primera muerte de mi vida”. Y esa familia (indiscutible, indisoluble, indestructible, indudable, poderosa, numerosa, ruidosa), real o inventada por mí, estalló por los aires.
Nos cubrió un océano de secretos bien guardados y traiciones impensadas. Los amados tíos, las maternales tías, se convirtieron en poco menos que enemigos y los primos en indiferentes. Ese océano ahogó a mi padre, que siguió a mi abuela dos años más tarde. Y esa familia indiscutible, indisoluble, indestructible, ya no tan poderosa ni numerosa ni ruidosa, le dio la espalda a mi madre que se quedó en la calle con una hija de adolescente: YO.
Así fue como “la Delia”, que ya vivía en Buenos Aires, desembarcó en el terruño natal para traernos a vivir con ella a mi madre y a mí. Y lacasadeladelia se convirtió en el nuevo nido albergador. Y fuimos construyendo una nueva familia... menos numerosa, menos ruidosa pero tan poderosa como aquella. "Mi" familia. Real o inventada por mí. Y lacasadeladelia era el lugar para encontrarnos. El nido albergador había sido reconstruido.
“La Delia”, la única hermana que tuve (madre, amiga, cómplice, compañera), murió hace siete meses. Fue, es, la“muerte más muerte de mi vida”.
“La Delia”, la única hermana que tuve, murió el 13 de agosto de 2012. Y la familia, “mi” familia (real o inventada por mí), estalló en pedazos.

sábado, 5 de enero de 2013

"ESMA no" NUNCA MÁS... Ahora es ECuNHi

Reflexión a partir de una carta escrita por un sobreviviente de la ESMA, publicado en el siguiente enlace:




Con todo, todísimo, mi respeto por Carlos Greggorio Lordkipanidse y su tremenda vivencia en ese horror que fue la sistemática política asesina del terrorismo de estado vivido por los argentinos durante la última dictadura militar, me permito disentir con su escrito.
Lo primero que, me parece, Carlos no tiene en cuenta es que la ESMA, por fortuna para todos,  ya no existe. La ESMA yo no es la ESMA NUNCA MÁS.  Ese lugar de horror y espanto fue recuperado por nuestra Democracia, y luego de no pocas discusiones se acordó generar un espacio para la vida, para la cultura, para la militancia, para el homenaje. Para honrar a aquellos que creían en un mundo mejor y los mataron por eso.
Ahora todos contamos con el ECuNHi… Espacio Cultural Nuestros Hijos… nada más y nada menos…
En el ECuNHi hay exposiciones, teatro, música… Hay arte. Hay vida. Hay cultura. Cultura nacional y popular. Y nuestra cultura nacional y popular también incluye un asado regado con buen vino para celebrar un año que se va y otro que comienza. Y yo creo que debemos dar gracias a la historia que ahora podamos disfrutar de un asadito para los que allí trabajan a diario.
Es más… yo estoy segura de que este no ha sido el primero… Sólo que a este lo organizó un Ministro al que la oposición malintencionada quiere voltear. Al ministro y al modelo democrático completo, si les fuera posible… Es por eso que estos mismos que se preocupaban cotidianamente por esconder, ocultar y encubrir aquellos siniestros crímenes que “en la jerga de esos hijos de mala madre eran llamados asados” hoy se rasgan las vestiduras hablando de “falta de respeto”. Manga de desvergonzados.
¿Se preguntará el compañero Carlos Greggorio qué hubiera publicado “MDZ On Line” (vocero mendocino de lo peor de los medios hegemónicos) sobre sus tormentos? ¿De verdad no se da cuenta de que esto no es más que una maniobra política? ¿No se cuestiona que a los que hoy divulgan su escrito les importa muy, pero muy poco, tanto su historia como el respeto por ese espacio, o por los que allí sufrieron tormentos, fueron asesinados, quemados? La mayoría de los periodistas  que hoy cuestionan al Ministro Alak, en aquellos años iban a fiestas y brindaban con champagne en las fiestas donde participaban genocidas y torturadores…
He ido a diversos eventos culturales en el ECuNHi… Reconozco que nunca me ha sido “indiferente” entrar a ese lugar. Pero siempre he salido enriquecida. Sintiendo que estar allí viendo teatro, escuchando rock o folklore,  aprendiendo con una conferencia , disfrutando de un concierto, bebiendo un vaso de vino y/o comiéndome un choripan era, es y será homenajear desde la vida a nuestros 30.000 compañeros. ¡¡¡PRESENTES!!! ¡¡¡AHORA Y SIEMPRE!!!

martes, 1 de enero de 2013

Llegó el 2013


El 31 de diciembre, en mi San Rafael natal, pasé una noche bulliciosa... como aquellas de la infancia. Rodeada de "Galileas" que son garantía de risas muchas. "Galilea" es el apellido de mi madre. Mi padre perdió su familia de muy niño... Y Galilea fue sinónimo de fiestas multitudinarias donde jamás faltaba rica comida, buen vino, gaseosas sin límite (que para nosotros, los niños de aquellos tiempos, era algo excepcional), exquisitos postres, charlas cruzadas, carcajadas sonoras, travesuras molestas, el infaltable truco de los hombres y las obligatorias y acaloradas discusiones políticas, que apuraban los finales ya entrada la madrugada...
Anoche hubo algo parecido... faltaron el truco, las travesuras y las discusiones (por suerte) pero sobró (si es que pueden sobrar) amor, risas, anécdotas, emociones, silencios "homenajeantes", miradas profundas y comprendedoras, abrazos apretadísimos, brindis "en memoria", brindis "por el pasado", brindis "por el futuro", (por el presente no hizo falta porque los estábamos viviendo), hubo muchos recuerdos y, fundamentalmente, excesiva generosidad.
A eso vine, entre otras cosas. A dejarme envolver por la esencia... A homenajear a Delia en nuestra tierra. La que nos vio nacer. La que nos abrazó en la vida. Tierra en la que ella me enseñó la mayor parte de lo que soy. Por momentos siento que aquí la despido... en otros que aquí la recupero... Y en todos esos momentos, enfrento el no poder creer que al regresar a Buenos Aires no podré llamarla para contarle toda esta catarata de vivencias... para mostrarle las imágenes de la nostalgia...

Me conmueve, me exalta, me embelesa, compartir esto con mi hijo, Lautaro amado... Verlo anoche reír generosamente con las mismas anécdotas que me divertían en mi infancia, verlo ser bienvenido por la opulenta nobleza de mis primos, verlo ofrecerles su arte, es un regalo que le agradezco a esta nueva, desconsolada, vida que voy transitando.
Y a mi lado, el compañero... mi-Musante, corriendo la misma suerte de mi regocijo...
Gracias Lautaro por venir. Gracias Musante por escoltar inclaudicable...
Gracias Héctor, Ricardo, Raúl, Analí... a sus hijos, a sus nietos... por recibirnos en su mesa tendida con el desborde de lo incondicional.
Gracias San Rafael por devolverme caminos lejanos, paisajes viscerales, ayudando a la memoria, ese sexto sentido siempre dispuesto a arrobarnos...
Allá vamos, 2013... a transitarte expectantes... esperando que nos permitas poner flores alrededor y "maquillar" un poco ese agujero negro, profundo e inenarrablemente doloroso que nos dejó el 2012...