viernes, 30 de octubre de 2015

"DELIA. Crónica de un abrazo"

DELIA. Crónica de un abrazo
Un libro de Stella Matute editado por Grupo Editorial Sur/Lamás Médula


El 19 de octubre, a las 19 hs., se presentó en Argentores mi libro/abrazo, "DELIA. Crónica de un abrazo". 
Fue una noche visceral. Llena de amores esenciales. Podríamos llamarla "La noche de los Abrazos largos" o "La celebración del abrazo". 
Fue una noche perfecta. Con las cuotas de amor, de emoción, de nostalgia, de alegría, y de recuerdos en exacta dimensión 
El acto formal estuvo organizado por Fernando Musante y contó con la participación de Ture Salvatore (editor responsable), Olga Cosentino (responsable del Prólogo), la actriz Mónica Santibañez, el actor y cantante Francisco Pesqueira y el músico Lautaro Matute.
Miguel Polizzi, María Guadalupe Matute, Mónica Kerzsberg y Marcelo Bucossi aportaron sus voces y sus emociones para leer textos de Delia incluidos en el libro. 




Palabras de Olga Cosentino para la presentación de 
“Delia – Crónica de un abrazo”, el 19/10/15 
Hace apenas dos días, con la sobriedad que impone la veda electoral, una mayoría de argentinos evocamos esa jornada epifánica que fue el 17 de octubre del 45. Quiero recordar acá un párrafo del discurso que el entonces Coronel Perón pronunció frente a la multitud que exigía su presencia al grito de “queremos a Perón”, al cabo de varios días agónicos con el líder preso en Martín García. De aquella arenga improvisada –digo- quiero evocar el pasaje en que aconsejaba al pueblo: “Únanse y sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa Patria”. 
Dicho esto, permítanme que evoque a los hermanos acaso más míticos y remotos, a Caín y Abel. Y como cito en el prólogo del libro que aquí se presenta, la referencia es un párrafo de Jorge Luis Borges en El Elogio de la Sombra donde dice: “Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel... Se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas Caín advirtió en la frente de Abel, la marca de la piedra. Dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen. Abel contestó: “¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquí estamos juntos como antes.” 
La fuerza del vínculo fraterno, su capacidad de fortalecer a sus integrantes cuando se unen ante la adversidad, su supervivencia, a veces más allá de la misma muerte, ha sido desde siempre motivo de análisis y reflexión para las ciencias humanas y ha dejado su huella en la leyenda, en la historia, en la política, en las artes. 
El libro que hoy presenta Stella Matute no sólo suma una nueva marca al campo complejo e inabarcable de ese lazo (tanto el sanguíneo como el afectivo) sino que, por alguna razón, no elegida pero no por eso menos simbólica, aparece ante todos nosotros en continuidad casi inmediata con un 17 de octubre en el que se ha celebrado precisamente aquel acontecimiento cuando, por primera vez, Perón saludó desde el balcón de la Casa de Gobierno abriendo sus brazos en un gesto que devendría emblemático, como queriendo abrazar, cobijar, a una multitud plebeya y leal. 
Y no casualmente, al menos para mí, este libro llamado “Delia” lleva como subtítulo “Crónica de un abrazo”. Y no acaban ahí las correspondencias, porque lo que nuestra querida Stella nos entrega con su Delia – Crónica de un abrazo es, sí, el homenaje de su amor a la hermana que el destino le arrebató tempranamente, pero no es sólo un llanto o elegía fúnebre, ese género poético que desde el Renacimiento tuvo exponentes de la estatura de Sor Juana, de Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre, de García Lorca en su Llanto por Ignacio Sánchez Mejía, o de nuestro Juan Gelman a la muerte de Emilio Jáuregui, el primer periodista desaparecido-asesinado durante el onganiato. No, el libro de Stella Matute es, en términos literarios, un acto poético de libertad y de resistencia ante toda adversidad, incluida la muerte. 
Stella no nos entrega sólo una elegía fúnebre sino que la entreteje con una épica, la de su vida junto a su hermana Delia, y con un drama: el de sus propias vidas y el del país, incluyendo episodios felices y etapas tenebrosas, golpes militares, dictaduras, crímenes de lesa humanidad, exilios, regreso a la democracia y, desde hace doce años, un nuevo amanecer para los derechos a una identidad nacional fundada en la verdad, la memoria, la justicia y la igualdad. Estamos ante una obra que articula elegía poética, épica y drama; un libro que ustedes van a leer con la fascinación que lo biográfico sólo puede despertar cuando, como en este caso, exhibe el encanto de una prosa exquisita, en la que al lector le es permitido asomarse a la riqueza interior de dos mujeres excepcionales. Tan excepcionales que, aunque una de ellas esté muerta, las dos están vigorosamente presentes en las páginas de Delia – Crónica de un abrazo. Tan excepcionales que las dos, como aquí puede leerse, coinciden no sólo en el sufrimiento que provoca la pérdida de lo amado sino en entender que la muerte, a pesar del misterio que encierra, no es tan poderosa como se pretende. Y no lo es porque depende necesariamente de la vida. Sólo lo vivo puede morir confirmando, de ese modo, su existencia. Delia y Stella son, en este libro, dos mujeres luminosas y valientes que le han perdido el respeto a la Muerte y no aceptan rendirse ante el dolor que provoca. Delia y Stella son dos mujeres que resisten. Como recuerda Stella que escribió Delia en el poema que le dedicó, en julio de 1988: “Que se jodan la Muerte, el Silencio y la Nada” Que se jodan, digo yo, tomándole prestada la frase a ambas, porque aquí está, a pesar de todo, “Delia – Crónica de un abrazo”.

Diapositivas en video de la noche de la Presentación: 









Para  toda la información de "DELIA. Crónica de un abrazo" en: www.deliacronicadeunabrazo.blogspot.com.ar

ALGUNAS OPINIONES: 

DICE HÉCTOR PUYO: "Leí tu libro, queridísima compañera. Qué dulzura, que elevación de sentimientos. Yo no tuve hermanos pero me pusiste delante de un vínculo delicioso. Tu corazón es enoooooorme. Beso grandote. H.

DICE IVONNE FOURNERY: "Mi muy querida Stella: Siete días me ha llevado leer tu indescriptible libro. ¡Es tan intenso y extenso! No podría, so sabría hacerte una devolución porque todavía sigue dando vueltas dentro de mí. Y seguirá hacéndolo. Estas pocas líneas sólo pretenden decirte que nunca, nunca, NUNCA tuve una experiencia como ésta. La mezcla de la belleza con el dolor era tal qeu por momentos me era imposible saber cuál era la figura y cuál el fondo. Comparto cada una de tus furias, y me ayudan a drenar las mías. No hay consuelo posible. Ni lo habrá. Sólo el privilegio de haberla tenido. Que tampoco alcanza porque ya no está. Lo único que me permite es asombrarme frente a esas sonrisas que no sé de dónde sacás las fuerzas para ponerte en la boca y no desairar a quienes intentan aplacar tu estado permanente de carne viva. Es un acto de amor a la altura de Delia. Y que sigas viviendo. Y trabajando. Y sintiendo. En cuanto a mí, no tengo modo de agradecértela, porque desde ahora ella no sólo está dentro de mí sino de todos los que hayamos transitado ese abrazo. Plenamente conciente de que tampoco eso sirve para nada. Mil gracias. Te quiero con toda el alma."

DICE LEONARDO ROMANI: "Stella Matute hoy "Crónica de un abrazo" me acompañó durante todo mi día. Primero lo leí de principio a fin, luego abriéndolo en cualquier página, al azar. Es un libro precioso, tanto Delia como vos escriben desde la trinchera, palabras como fusiles..."




DICE JUAN JOSÉ CARRERÓ: "Querida Stella, acabo de terminar de leer el libro y te aviso que no sólo me pareció colosal sino que pasará a ser uno de mis libros de culto, de esos que se releen siempre que se los necesita. Fue un placer hacerlo y seguramente lo será cada vez que lo haga. Un beso"









DICE MARGARITA CARBALLAL: "Hace muchos años leí como en "Memorias de Adriano" Marguerite Yourcenar hablaba de la cantidad de estatuas que el Emperador hizo para mitigar su duelo por alguien muy importante para él, y que fue muy criticado por algunos. Adriano (Yourcenar) explicaba que el problema es que todos hemos sufrido algún duelo y nos comparamos inmediatamente viendo a la reacción de otros (lloré lo suficiente? también la extraño tanto?). Pero "DELIA. Crónica de un abrazo" no es una fria estatua de mármol, es vida, es amor, es dolor...es el mejor homenaje, porque nos hace conocerlas, porque nos hace reir por momentos. Porque cuando terminé de leerlo me alegré mucho de conocer a Stella y me lamenté de no haber tenido la oportunidad con Delia. Disfruté enormemente de cada poesía, de cada anécdota, de cada recorte de diario. Felicitaciones a las dos!!! por haber logrado esa relación y por habernos regalado la oportunidad de leerlas."


DICE MARÍA TERESA DIFALCO: "Querida Stella Matute, hace ya unos cuantos días que ando buscando palabras, esas palabras que puedan reflejar fielmente lo que sentí al leer tu libro "Delia, Crónica de un abrazo", y se me esta haciendo difícil, que cosa no? yo que siempre ando con las palabras de aquí para allá pintando los paisajes de mi corazón,ahora no encuentro la exacta, la justa, la que te diga lo que sentí al leerte, seguro sabes que la emoción estaba de antes, que me vine con ese libro pegadito a mi cuerpo, ansiosa por leerlo, porque sabia que en el te iba a encontrar y que encontraría a Delia, y que la iba a querer tanto como te quiero a vos, y así fue, ahí están las dos, en ese ir y venir hermanadas, en ese intercambio de vida, por momentos me sentí espectadora de ese amor y en otros, participe de momentos que a su vez me llevaban también a mis vivencias, la emoción estuvo siempre, en cada pagina, en cada foto, pude reírme con las risas de ustedes, sentir la ternura de ustedes, estuve allí, en cada poema, en ese relato tuyo tan perfecto pero tan devastador a veces y tan sencillamente bello siempre, aun en el dolor, aun en la ausencia. Gracias por esa crónica Stella, gracias por "ese traje de Delia que cosiste con la desnudez de tu dolor" pero que de alguna manera, permite celebrar ese abrazo para siempre. con amor y admiración hacia vos inmensa Matute, yo sigo buscando la palabra."
DICE MAR STIEBEN: "Stella, tu libro me ha hecho reir, llorar, emocionar, angustiar, volar... gracias! Mil gracias por esa palabra que abraza desde el corazón!"

DICE MÓNICA SANTIBAÑEZ: "Acabo de leer tu libro, querida Stèl. Anduve por el recorrido hondo, amargo, interminable del dolor. Pero a la vez, en el mismo instante y con la misma intensidad, sintiendo el profundo, infinito, dulce y radical amor de las dos, y de cada una. Gracias y abrazo inmenso."





DICE EMILIA GOITY: "Matu, bellísimo el libro. Bah... Si es que la belleza puede abarcar tanto
dolor. Todos los sentimientos se hacen palpables a través de las palabras. Impresionante. Me lo devoré en dos minutos."

DICE ALEJANDRO MATEO: "Quería un tiempo que fuera "ese" y no uno entre un montón de otros tiempos, y lo encontré. Entonces me entregue al abrazo. A esa crónica de eterno amor que es "Delia". Gracias bonita, por compartir cada palabra tuya y cada palabra de Delia... bellas voces con el corazón en la mano. En "Delia" está, nace, inaugura un decir sobre la perdida y lo que no es igual a entonces, ni podrá serlo. "Delia" entonces es un canto de iniciación, un pasaje a mirar el gran amor ...mas allá ...sobre todas las cosas. Te quiero mucho. Te agradezco otra vez ´Delia´. "

lunes, 19 de octubre de 2015

Un árbol, un hijo, un libro


Al poco tiempo de irme a vivir sola puse en un vaso con agua una semilla de una palta que me había alimentado una solitaria noche de mi primera casa, un monoambiente que apenas podía pagar con mi magro sueldo de secretaria...
A los pocos días la semilla largó su raíz y luego fue un amoroso viaje biológico ver crecer ese brote verde e ir convirtiéndose en un arbolito perfecto en sus proporciones y verdes. Muchas veces tuve la sensación de que si me quedaba mirándolo fijamente durante algunas horas podía ver su crecimiento.
Del vasito pasó a un frasco, del frasco a un florero, de allí a una maceta y ya no se pudo más porque el monoambiente era muy monoambiente.
El amigo de un amigo tenía un enorme patio en las afueras de Capital y allí fuimos a trasplantar a mi compañero verde. Fue toda una emoción esa ceremonia que coronamos con gran asadito y brindis. Volví a regarlo varias veces durante algunos años y lo ví convertirse en gran árbol que daba frutos.

Algunos años más tarde la vida me premió con el premio más premio de todos los premios. La dimensión exacta y perfecta del amor vino a mi vida llamándose Lautaro, y me convertí en madre. ¿Hay palabras para definir ese júbilo? Debe haberlas pero esa es tarea de escritores. Solo puedo decir que ya nada fue igual, que todo tuvo, tiene y tendrá color, olor y sabor a maternidad. Mis logros son los suyos, sus logros son mi orgullo. Lo vi nacer, lo vi crecer, lo vi volar... Lo veo hoy, hombre, plantado en sus convicciones, brillante en sus talentos. Y es la vida para siempre.

Para compensar tanta vida mi libro nace de las entrañas del dolor, de la oscuridad del zarpazo de la muerte. Pero nace, y es vida también. Vida trasmutadora de dolor. Coraje para enfrentar lo inmortal.

Lo inmortal. Un árbol, un hijo, un libro. Ese árbol, ese hijo, ese libro dirán que estuve aquí.

Por eso este hueco que me atraviesa la panza. Por eso esta sensación de inmensidad que me atorbellina. Por eso este abrazo que me acuna. Los espero allí hoy.

Toda la información sobre el libro: www.deliacronicadeunabrazo.blogspot.com.ar

miércoles, 30 de septiembre de 2015

FINAL DE FIESTA o EGOÍSMO PURO

“Quedate con tu pelota, nene. Que yo me voy a jugar a otro potrero”, escribí hace algunas horas, palabra más palabra menos, y me quedé pensando.

Hay muchas formas y nombres para las “pelotas” del egoísmo. Ya puede ser una sillita con algo de poder, una peluca, un texto, un espacio.

Pero el egoísmo es siempre el mismo. Y siempre el mismo es el dolor que produce.

Pero también siempre, siempre, el más perjudicado es el egoísta. Porque tu pelota, nene, tenga el nombre o la forma que sea, no te sirve más que para mirarla y mirarte el ombligo cuando te la llevás a tu casa. Los demás, los que sabemos que la vida es mejor compartida (sobre todo si ese compartir conlleva beneficios para el otro) seguimos jugando y disfrutando después del dolor que causaste. Sabelo.

La sillita puede romperse (seguro te ha pasado), la peluca te puede servir después de una quimio (ojo), para que el texto tenga sentido necesitás actores y actrices que lo interpreten (y no todo es lo mismo), y al espacio cuídalo porque se ensucia. Sabelo.

Yo seguiré jugando. Y disfrutando. Aunque tu egoísmo me arruine un poco un final de fiesta, seguiré jugando y disfrutando. Porque entre otras cosas he aprendido que cuando la vida me da la espalda, puedo tocarle el culo.

lunes, 31 de agosto de 2015

117 es hoy la alegría

Tendríamos que generar alguna ceremonia colectiva para estas alegrías del regreso de nuestros nietos. Nuestros. Sí. De cada uno de nosotros, que nos alegramos tanto, es esa nieta que hoy regresa a su verdad. Y los 116 anteriores.
Cada uno de ellos lleva nuestra historia, nuestra tragedia y nuestra alegría.
Tendríamos que celebrarlo juntos abrazándonos. Tendríamos que inaugurar una fiesta nacional y popular cuando regresan. Y vernos las caras, y llorar juntos, y reir juntos y abrazarnos y gritarle a los genocidas hijos de... que no pudieron. Que no podrán. Que nuestras Madres y Abuelas los han vencido. Que regresa la vida por sobre la muerte que nos impusieron.
 Tenemos que juntarnos. Y celebrar.

domingo, 30 de agosto de 2015

50 eleonoras funciones

Hoy cumplimos 50 funciones.
Con penas y glorias...
50 veces Eleonora. 50 veces su corazón latiendo en el mío o el mío latiendo en el suyo, que no es lo mismo pero es igual.
50 veces Ella y yo despidiéndonos de Sarah desde el desgarro de un destrato que se parece a un fracaso. 50 eleonoras pieles me han vestido. 50 eleonoras risas me han iluminado. 50 toneles de eleonoras lágrimas me han bañado.
50. Cincuenta. Sin cuenta.
Eleonora ya está en mi adn teatral para siempre.
Le he prestado mis emociones para vivir las de ella desde los inmemoriales tiempos del Teatro. Su cuna y su féretro. Mi espacio de libertad.

jueves, 27 de agosto de 2015

Delia. Crónica de un abrazo.

27 de agosto. Amanezco... Y no es poco.
¿Es una casualidad? Vaya uno a saber.
Pero lo primero que me encuentro en este 27 de agosto es el anuncio oficial de la Edición de mi libro. De mi Homenaje. De mi eterno Homenaje. De mi Homenaje eterno.
"Scripta manent..." Lo escrito permanece.
Y lo que permanece es inmortal.
En agosto de 2014 decidí voluntariamente, y con esfuerzo, dejar de escribir sobre el dolor que me constituía desde la muerte de mi hermana. Y fue en ese mismo momento en que empezó a gestarse este libro que ya está en imprenta.
En este año me cosí un traje de Delia. Lo hilvané con palabras, lo sorfilé con lágrimas, lo pespunteé con nostalgia y me lo estreno con sonrisas.
Ojalá cada uno de ustedes me acompañe en esta apasionante aventura de soltar un libro a la vida. A la vida, sí. "Que se jodan la muerte, el silencio y la nada".
Gracias hermana por haber sido, por ser y por seguir siendo.
Hasta la Victoria, siempre.


Gracias eternas y especiales a Olga Cosentino y a Ture Salvatore.

Hermoso trabajo de diseño de Fernando Belvedere, el Director de Arte de la Editorial... Agradecimiento también para él.



TEXTO DE LA EDITORIAL:
DELIA, CRÓNICA DE UN ABRAZO un libro de STELLA MATUTE.
Dos hermanas en una historia conmovedora. El dolor y la ausencia, el amor, el compromiso social y la alegría, la aventura y la poesía, en un libro imprescindible.
Muy pronto.
DELIA, CRÓNICA DE UN ABRAZO. Publica: Ediciones Lamás Médula / Grupo Editorial Sur

Dijo Olga Cosentino (fragmento del Prólogo):
"Este libro registra e invita a asomarse a una de esas luminosas veces en que lo fraterno se realiza en la íntima, delicada y ardiente singularidad de la primera y la segunda persona. En estas páginas se manifiesta, en toda su vitalidad, la tierna y fuerte relación que unió a Delia y Stella desde que la primera, a sus casi diez años, recibió a su recién nacida hermanita. Aquí se atisban las mutuas identificaciones, las ocasionales disidencias, la protección, los juegos, los miedos, el consuelo ante las frustraciones y la admiración que recíprocamente se dedicaron y compartieron. Aquí se ven florecer la vocación artística y el compromiso ideológico de cada una. Desde aquí se asiste a la toma de posición de las hermanas frente a la barbarie de la dictadura militar, a la “inconsciente sensación de exilio” que confiesa Stella haber experimentado cuando dejó junto a su madre la Mendoza natal para venir a Buenos Aires, en busca del refugio afectivo que ofrecía la hermana mayor en aquellos tiempos de plomo. Y sobre todo, este libro da cuenta del más desgarrador exilio que le tocó vivir a Stella cuando la muerte de Delia la arrojó en un desamparo fraterno donde, sin embargo y a pesar de tanto, empezó a construir el dique fecundo de su poesía".

Agosto es agosto desde antes

Ando revisando, revolviendo y husmeando en el pasado en busca de materiales para mi crónica de un abrazo y me he encontrado con variados materiales.
Entre ellos este texto escrito el día que cumplí 20 años.
Casi me caigo de culo. Sobre todo porque el 26 de agosto es el aniversario de la muerte de Tobías. 
Sí... tenía razón aquel día. Iba a morir un 26 de agosto. Una parte mía se fue con ese bebé pequeño, inmenso y luchador.


martes, 4 de agosto de 2015

AGOSTO

Tengo mil agostos clavados en el ánima. Mil agostos que de tan sustantivos no hay adjetivo que resista. Mil agostos milenarios de tan miles.
Vino primero un veinticuatro que aguijoneó con la pronta finitud de mi padre en un diagnóstico terminal que heló la mendocina helada.
Luego hubo un nueve que me subió a un tren con destino a rascacielos aplastando la nariz en la ventanilla desde donde fueron perdiéndose los amigos con las manos en alto.
Un zarpazo de garra sobre el vientre rompió una bolsa vital un dieciocho naciendo al mundo al más pequeñito de todos los titanes que no pudo con tanto aliento y se fue despacito un veintiséis dejando rota la ternura y rebalsada leche amarga en inútiles pezones. Un llanto todo sobrevino aquel agosto de lunas rotas.
Pero más tarde y tan temprano llegó ese cinco alevoso y traicionero de flujos errados sin destino. Un cinco que dejó sin lágrimas al tiempo fuera del tiempo hasta el trece más trece de los trece. Entre ese cinco y ese trece la vida se volvió un para siempre sin hermana.
 Tristes efemérides de agosto.
 Un enero primal y adelantado me asaltó con premonición endemoniada. “Moriré en agosto” redacté en el diario adolescente. Y fue cierto. Todas mis muertes han sido en el octavo mes.
Será, tal vez, que representa al infinito.
5-8-2015


lunes, 27 de julio de 2015

Y 30 años después...

Dicen que "20 años no es nada" y una sabe que no es cierto... Y 30 años, menos. Es mucho. Es una vida entera.
Pero toda esa vida puede quedar suspendida en un trapecio de alegría en el instante eterno del encuentro.
La década del ´80 estuvo signada por el final de la dictadura y la recuperación de la Democracia. Y en ese tránsito yo me subí a la ilusión del Teatro. A su intensidad, a su desmesura. En 1981 empecé a recorrer esos caminos en la Escuela de Teatro La Barraca.
Desde ese lugar salí a protestar por la injusticia de Malvinas. Desde ese lugar salí a rondar con las Madres. Desde ese lugar salí a festejar el final del infierno y el comienzo del alivio social. Con esa gente fui a la Plaza en aquel fin de semana santo en el que nos dijeron que la casa estaba en orden.
Toda esa gente, esta gente, me acompañó en la constitución misma de mi adultez. Fueron faros para mis falta de brújula. Fueron ejemplos. A seguir a veces a descartar otras...
De ese grupo me quedaron algunos seres que me acompañan en lo más íntimo de mis convicciones. Hermanos del alma.
Con otros no volvimos a vernos, pero estuvieron siempre en ese lugar del recuerdo imprescindible.
Mockinpott no fue un proyecto más. Fue, en realidad, el final de un proyecto y el comienzo de otro. El final de cuatro años de compartir aprendizaje y el comienzo de un camino para aplicar lo aprendido y seguir aprendiendo.
Estrenamos Mockinpott con una democracia incipiente, recién inaugurada. Todo era entusiasmo, futuro, ilusiones. No sabíamos lo que estábamos haciendo. Lo hacíamos. Teatro independiente en el más literal de los sentidos. Hicimos escenas en la calle para pasar la gorra, hicimos fiestas temáticas, hicimos rifas. Así produjimos el espectáculo. Las familias ayudaron mucho. Recorrimos las calles vestidos de personajes para crear la incógnita. "MOCKINPOTT EXISTE" rezaba el cartelito que entregábamos, que pegábamos en las paredes, que dejábamos en los baños de los bares, en los colectivos.
Y se produjo la incógnita.
Y estrenamos "con el sol en el medio cielo" en un Teatro Payró que nos recibió generosamente.
Y ganamos el Premio Coca Cola y festejamos y festejamos y festejamos. Brindamos, reímos, lloramos, peleamos, nos pusimos de acuerdo, nos dividimos, seguimos. Y, finalmente, nos separamos. Enorme semillero de gente que hoy seguimos estrenando. Y festejando. Y riendo y todo lo demás. La vida.
Ayer nos juntamos después de 30 años. Estuvimos casi todos. Y el abrazo fue el mismo, como igualita fue la risa y la nostalgia. Un encuentro suave... una caricia al alma. Un paréntesis para recordar; un incentivo para seguir.
Siempre agradezco a la vida por La Barraca y por Mockinpott.

Y ayer pude decírselos.


viernes, 17 de julio de 2015

VICTOR HUGO MORALES SOMOS TODOS


Las teatristas y los teatristas de esta ciudad sólo debemos tener palabras de agradecimiento para nuestro amado Víctor Hugo. Le debemos mucho.
La sociedad entera le debe mucho, pero los teatristas que la remamos a diario para mostrar nuestros trabajos desde cooperativas independientes, en teatros independientes, jamás antes hemos tenido una voz como la de Víctor Hugo para visibilizar nuestros caminos.
Va el más apretado abrazo con el que cuento.
 No aflojes, Víctor Hugo.
Hay un montón de gente alineada a tu causa.
Como bien dijo Paenza: VÍCTOR HUGO SOMOS TODOS.
Stella Matute
DNI 13.880.036
Asociada a la Asociación Argentina de Actores 11.576

miércoles, 15 de julio de 2015

Roberto Sobrado y mi mar...


"Yo estuve cuando la´stellita conoció el mar", solía decir. Y era rigurosamente cierto. Comenzaba el año 1970 y yo era una niña a la que su hermana se le había venido a vivir a Buenos Aires. Venir a visitarla era siempre una fiesta. Sobre todo en ese tiempo, en el que ella vivía con Roberto y Chichí, su mujer de entonces, madre de sus hijas. Ni bien llegué me anunciaron que nos íbamos a conocer el mar, y allá fuimos. Delia, Roberto, Chichí y Mariana (la primer hijita, bebé con la que yo jugaba a ser mamá). Todos estaban ahí cuando esta mujer que les cuenta, entonces niña, habitada por montañas vio por primera vez el mar.
Nunca olvidé ese momento. Pero el gran amigo Roberto Sobrado tampoco. Y me lo recordaba cada vez que nos veíamos.
Fue una especie de hermano mayor para Delia. Él y Chichí la albergaron en su casa en años duros.
Podían pasar dos horas hablando por teléfonos y no exagero.
Fue una especie de tío divertido para mí, devenido en colega cuando yo me convertí en actriz.
Me dicen que Roberto partió esta mañana...
Y la vida se vuelve un poco más desolada.
Lo inadmisible de crecer es enfrentar estos dolores.
Roberto fue un ser increíble. Exquisito. Un militante del buen gusto.
Gran actor, sensible, apasionado.
Mejor amigo.
Risueño, divertido, siempre dispuesto a la alegría.
Un artista.
Me dicen que Roberto partió esta mañana.
Va a ser raro extrañarlo. Porque nos veíamos muy poco pero sabíamos que el otro estaba ahí. La muerte de Delia fue para él un desconcierto inconmensurable. Yo le di la noticia y él no lo entendía. Literalmente no lo entendía. Le costó largo rato asumir lo que yo le estaba diciendo. Cuando nos fundimos en el abrazo aquel nefasto día lloró pidiéndome disculpas por llorar. Porque sentía que él tenía el deber de consolarme. Él... que era tan hermano como yo.
Ojalá yo pudiera creer... Ojalá pudiera pensar que van a volver a encontrarse y volver a acompañarse como lo hicieron en esta vida.
Me dicen que Roberto partió esta mañana.
puchadigo con la vida...
Se me fue ahora otro de los testigos de mi primera mirada al mar.

Qué solos y vacíos se quedan algunos rincones del Alma.

domingo, 12 de julio de 2015

Y la vida fue Lautaro para siempre

Hoy, a las 11.34, la persona que me otorgó el privilegio de ser madre cumple 26 años. Los 26 años más orgullosos de mi vida, los más sorprendentes, los más tiernos, los de embelesado aprendizaje extremo.
Muchas veces siento, se lo he dicho, que vine a esta vida sólo a ser su madre. Que esa fue y es mi misión y es lo que más felicidad me ha dado y me da, sin duda alguna. Su nacimiento me conectó con el epicentro de la ternura; con la eterna búsqueda de lo mejor para él; con la esencia del amor; con el aprendizaje de correrme del eje.
Su camino, su recorrido, sus elecciones, son un manso lago en el que puedo verme reflejada y también en el que puedo sumergirme sin miedos. Estos 26 años me hacen sentir 26 veces madre vanidosa y pipona de orgullo, me convierten en una mujer más joven que hace 26 años, una fan de su arte, una incondicional apoyadora de sus sueños, una discípula de su sabiduría. Estos 26 años son lo que más le agradezco a la vida. Son la fuente de energía que necesito para calmar mis tristezas. Si me dijeran que puedo volver a vivirlos lo único que pediría es poder mejorar todo aquello que se necesite para que él pueda ser más feliz.
Hoy Lautaro cumple 26 años. Levanto la copa y brindo por él. Por su bonomía, por su sonrisa franca, por sus ojitos melancólicos, por su lealtad, por sus proyectos, por sus logros, por los amigos que lo quieren, por sus dioses y también, por qué no, por sus demonios.

¡Feliz cumpleaños, Lautaro Matute! ¡Hijo! ¡Y gracias! Eternas Gracias. 

viernes, 3 de julio de 2015

cuando la vida se volvió Marina

Hoy la vida se viste de Marina. 40 años es dos veces nada cuando se trata del tiempo transcurrido entre un upa y un abrazo.
El tiempo... Ese embustero...
Ni idea se das de los olores, colores, imágenes, sensaciones, recuerdos y emociones que me despierta este cumple suyo. Allí estaba... En mi San Rafael, sola con mi padre esperando noticias. La fecha había llegado y la Yaya, que todavía no era Yaya, se había venido pa Buenos Aires a ayudar a la primogénita a traer al mundo a su primogénita. El llamado telefónico revolucionó mi alma, los lagrimales de tu abuelo Baltazar y al barrio entero.
"Nació una niña. Se llamará Marina", dijo mi vieja en un hilo de voz. Grité, salté y me abracé adolescentemente con cada uno que recibió la noticia de mi boca. A la semana ya estaba yo en Buenos Aires para conocerla. Para acunarla en un upa inmaduro y emocionado. Fue ayer. Parece frase hecha pero es lo que se siento.
Pienso en aquellos días y desaparece el tiempo, ese impostor.
Feliz cumple, sobrina, ahijada. Feliz década. Feliz tiempo sin tiempo el de brindar por tu vida.
Te adoro en el recuerdo de esos días.
Te adoro en este tramo intenso y sublevado.
Acá estamos...
(25-06-15)






(Alrededor de las 20 hs. del 25 de junio del 2015, llena de morriñas escribí esto):
Era mas o menos esta hora. Atardecía oscuramente en el San Rafael de mis orígenes. Estaba sola en el caserón. No era común. Mi madre se había venido a Buenos Aires y yo me había quedado por primera vez sola con mi padre. Hacía frío como hoy, pero mas porque era frío mendocino.
Yo estaba acodada en la mesa de la cocina estudiando para "las pruebas de mitad de año". Se venían las vacaciones de julio y con ellas venir a casa de Delia a conocer a su primer hija que ya estaba por nacer.
El empleado de Petrosur golpeó el vidrio y lo vi hacer la seña alrededor de la oreja indicando que había una llamada telefónica. "Llamada de Buenos Aires, Stellita. Debe ser tu mama, ¿no?" , dijo González sonriendo, sabiendo. Corrí hacia la oficina de la estación de servicio y sí, del otro lado la voz de mi madre confirmaba la noticia. "Es una nena y se llamará Marina. La Delia esta bien y la nena también", dijo palabra mas palabra menos.
Corrí hacia afuera y me abracé con cuanto empleado me crucé por el camino. Todos decían mas o menos lo mismo... "Uh, cómo se va a poner tu viejo", palabra mas palabra menos.
Lo esperé con la nariz pegada en el vidrio y cuando lo vi llegar en la camionetita que lo llevaba a diario de aquí para allá, corrí hacia él. Antes de que pusiera un pie en el piso le grité la noticia. "Sos abuelo de Marina, abuelo", y me lancé a su cuello. Me alzó gritando no sé qué cosa y lloró. Lloramos juntos.
Fuimos a la telefónica a intentar una llamada a Buenos Aires pero fue inútil. Me invitó a cenar a Las Cuartetas y luego fuimos hasta el Club Español a darle la noticia a sus amigos.
A la semana, unos días antes de que empezaran las vacaciones de invierno nos subíamos al camión de mi tío José para venir a conocer a Marinita. A los tres días mi madre y mi padre se volvían en ese mismo camión y yo me quedé por dos semanas disfrutando de mi hermana y mi sobrina ahijada, de su calorcito, de su diminuta ternura, de ese vinculo único que tenía con su mamá cuando tomaba la teta.
Cuando volví al terruño mi padre ya estaba enfermo y en un poco mas de dos meses lo despedimos para siempre...
Hoy hacen cuarenta años de aquel día de plena comunión con mi padre. A esta hora mas o menos le estaba dando la noticia. Fue la única vez que estuvimos solos un tiempo y vivimos ese encuentro mágico de la noticia.
Hoy Marina cumple 40 años... Y yo estoy llena de recuerdos.
Te amo, sobrina.

Edades deshabitadas

Salvo de bebés, etapa que no recordamos, los humanos nunca habitamos la edad que tenemos. Los niños quieren ser grandes, los adolescentes, jóvenes; los jóvenes, adultos; los adultos, adolescentes y los grandes, niños... Y un día llega la muerte y nos arrebata la vida sin que hayamos nunca habitado el presente.
(Stella Matute)

martes, 19 de mayo de 2015

Esa extraña manera de reir

-Deje de reírse y de hacerse la canchera, quiere. ¿Usted tiene idea del agujero en el ego que provoca una cosa así?, -dijo el psicoanalista muy serio y ella acusó el impacto. Se desató el pañuelo del cuello, se acurrucó en el sillón, apoyó la cabeza en uno de los apoya brazos y se largó a llorar. Lloró, lloró, lloró, lloró. Cada tanto se secaba las lágrimas y los mocos con el pañuelo rojo que le hacía juego con los zapatos y los aros. Lloró, lloró, lloró, lloró.
Lloró por todo lo que no había llorado en todo este tiempo que había compartido con el hombre del que se había enamorado. Era el compañero perfecto. Se conocieron en la escuela de teatro y la química fue inmediata. Se eligieron para los primeros ejercicios, se tocaron, se olieron, se reconocieron, se pelearon, se reconciliaron, fueron hermanos, novios, amantes, extraños, vecinos, enemigos. Estudiaron escenas, se amaron, se odiaron, quisieron matarse, fueron cómplices de asesinato. El teatro les permitía construir realidades que los unía cada vez más. Después de cada clase caminaban horas, se sentaban en una plaza, se abrazaban, se confiaban. Se miraban intenso, iban a cenar, paseaban, se hacían regalos. Reían. Mucho reían. Eso los unía más aún. Un día el beso en los labios se produjo naturalmente. Otro día se besaron. Fuerte, apasionadamente. Y rieron más, todavía. Pero a partir de ese momento empezaron las excusas de él. Cuando estaban juntos era igual que antes. Hasta que llegaba la hora de definir una intimidad que se hacía esperar. Ella entró en ansiedades adolescentes. Cada vez se decía: “Hoy tiene que ser. Hoy tiene que producirse”. Y se depilaba y estrenaba ropa interior y se perfumaba y se maquillaba y se subía a los tacos. Iba a los encuentros “como para ir de boda”, como dice el verso del Nano. Pero no. Cada vez era distinto pero cada vez era una nueva frustración. “Mañana me tengo que levantar muy temprano”, “estoy descompuesto”, “mi vieja está enferma”, “me duele la cabeza”… Las excusas eran variadas y a veces llegaban al disparate. Pero todo terminaba en risas porque eran muy compinches y solían reírse de cualquier cosa. Mucho reían. Todo era raro. No podían hablar del tema, tampoco dejar de verse ni de besarse ni de apasionarse el uno con el otro. Ni, mucho menos, de reir. 
Ella empezó a construirse historias que le cerraban hasta el momento de sentarse en el sillón de su analista. Ahí todo se desbarataba y lo extraño se hacía visible. Ella misma no podía entender, cuando hablaba de estas cosas en su análisis, cómo se resignaba a ese extraño padecimiento disfrazado de” relación moderna”. Salía de sus sesiones desorientada y convencida de que en el próximo encuentro o sucedía el amor o sucedía la charla. Pero nada. Todo se repetía como un esquema preestablecido entre ellos. Ni sexo ni charla. Porque el amor sí sucedía.
Cuando la tensión por no charlar empezaba a ceder, terminaban a las risas enredadas con besos y abrazos. Y luego una nueva tensión en la despedida y un nuevo alivio de carcajadas. Un día, después de cenar en el departamento de ella, tirados en la cama mirando tele ella sintió que era ahora o nunca. Empezó a acariciarlo por debajo de la remera y a besarlo apasionada. Él respondía a la pasión. Jugaron, rodaron, se enredaron. Hasta que ella empezó a desabrocharle la bragueta. Él le frenó la mano, empezó a reírse y le dijo: “Hoy tampoco, podés creer. Tengo ladillas”. Ella se levantó como látigo en mano de diestro domador. Lo miró con furia. Intentó hablar pero solo pudo sonreír irónica y meterse en el baño. Cuando logró tomar coraje para salir, se encontró con el monoambiente vacío y sobre la cama una notita que decía: “Perdón. Te amo.” Se había ido. No podía creerlo. Y ella rió. Rió hasta quedarse dormida pero con la íntima seguridad de que no era risa lo que le estaba sucediendo.
Meses, varios, habían transcurrido desde aquel primer beso apasionado que terminó con una guiñada desde el colectivo que lo llevaba a su casa y una sonrisa entre cómplice y culpable. Meses. Casi un año.
Después del último episodio, fue su psicoanalista el que le dio el ultimátum. “Si para la semana que viene no trae un panorama más claro, no venga”, dijo el lacaniano que no aflojaba un tranco. “Es inútil trabajar así. Pierde el tiempo usted. Pierdo el tiempo yo”.
Ese jueves lo invitó a almorzar a su departamento. Habían pasado 13 días desde aquella escena. Ella tenía sesión a las 19.30 por lo que tenían tiempo de comer y luego había dos opciones: o se mataban en la cama en una siesta enardecida o habría charla. Porque ella quería ir a su sesión y quería llevar “un panorama más claro”. Ese día él tenía franco en su trabajo, por lo que aceptó gustoso.
Almorzaron, tomaron vino y rieron, por supuesto. Leyeron unos textos de Lispector y ella buscó un poema de Anais Nin que le leyó desnudándose. Él intentó cerrarle la camisa para cubrirle el pecho y ella se la arrancó de un tirón quedando semidesnuda casi sobre su cara. Él la separó e intentó pararse y ella lo empujó a la cama y se le tiró encima. Lo besó violentamente, le inmovilizó los brazos y le frotó los pechos sobre la boca. Él intentaba pararla entre risueño y firme. “Dejá de reírte”, dijo ella. "Haceme el amor. Te amo. Necesito."
Él balbuceó algo. “¿Qué?”, dijo ella tirándose hacia tras con mínimo gesto. “Que pares, que me escuches. He intentado decírtelo pero no he podido. Yo te amo. Pero no como vos a mí. Es otro tipo de amor. El que vos sentís por mí yo lo siento por un hombre. Estoy profundamente enamorado de un hombre. Pero no me animo a decírselo. Como tampoco me animaba a decirte esto a vos. No me gustan las mujeres. Aunque quiera, aunque me invente universos femeninos para amar, no puedo. Me gustan los hombres. Estoy enamorado de un hombre. Pero también te amo.” ... ...
Dijo todo de un tirón, gritando entre risas y lágrimas. Parándose y acomodándose la ropa. Fue jadeando hasta la mesa y bebió el vino que había quedado en su copa y luego el que había quedado en la de ella.
Ella había quedado sentada en la cama como una muñeca desarticulada. Sus ojos estaban tan abiertos que parecía que no iban a volver a pestañear. El silencio fue eterno. O ínfimo. Nunca lo supo. Cuando volvió a tomar aire largó una carcajada histérica y se tapó la cara. Y los dos rieron nuevamente. Y se abrazaron. Y se hicieron cosquillas. Y se repitieron varias veces "está todo bien", "no quiero perderte" "no vas a perderme" y rieron y rieron. Y se despidieron hasta mañana.

Y ella llegó riendo al consultorio.

Cuando fue dejando de llorar, muy de a poco, estiró sobre su falda el pañuelo rojo que estaba empapado de llanto y mocos. Levantó la cabeza lentamente y antes de abrir los ojos escuchó, como desde un túnel, que su analista le decía: "nos vemos la semana que viene".
Stella Matute - Mayo, 2015

viernes, 15 de mayo de 2015

Eleonora y yo

“-¿Para qué sirve usted en el teatro? 
¿No comprende que no es asunto para usted? 
Búsquese otra profesión.” 
Le dijo un obcecado director de teatro a Eleonora Duse 
cuando ella le objetaba la manera de encarar el pesonaje.




Muchas veces me he preguntado cuál fue la tentación inicial para salir de mi vida cotidiana y sentirme atraída por otras existencias y necesitar convertirme por un rato, delante de otras personas, en otro ser humano viviendo una vida que no es la mía, calzando una piel que no es la mía, atravesando una emoción que no es la mía… ¿No es la mía?

Ser otra hasta el punto que ese grupo de personas, sentadas en la oscuridad de una sala teatral, crean en esa transformación mía iluminada por las luces de escena.

¿Qué desasosiego en la casa de mi propia vida me hizo huir hasta creer que puedo ser otra? ¿Qué carencia en mi corazón necesitó de otras sensaciones, de otros sentimientos?

Encontrarme con Eleonora ha sido un viaje dichoso, febril, intenso, desgarrador, ardoroso, feliz, vivaz, poderoso. En ella he encontrado muchas respuestas que buscaba desde hace muchísimo tiempo.

El laburo ha sido arduo. Muchos meses de trabajo, muchísimas horas de ensayo, y dudas, y lecturas, y las manos, y el corset, y su investidura. Y pesadillas, y dulces sueños.

Y el encuentro nada más y nada menos que con Sarah. La Gran Sarah. La divina. La eterna competencia. Su desvelo.

Y mi encuentro nada más y nada menos que con Fernanda. La Mistral. Mi desvelo.

El querido Francisco Pesqueira, siempre atento, siempre presente, me dice que está convencido de que este personaje me ha llegado del cielo. Y algo de eso hay.

Eleonora.
La Duse.

Anteayer una espectadora se acercó y me dijo:”¿Me parece a mí o la energía de Eleonora Duse te calza de perillas?” Casi no pude contestarle. El nudo en la garganta se deshizo en el abrazo de esa persona desconocida que estaba entendiendo algo casi inexplicable para mí misma.

Eleonora.
La Duse.

“¿En qué otro sitio puedo olvidarme de mí misma, de las durezas, de las miserias de la vida mejor que en el escenario? ¿En que otro lugar puede estar la gente mirándome a mí y realmente estar mirando a otra? ¿Dónde desaparecer mejor?”, se pregunta mi Eleonora. Y vuelvo a mi pregunta inicial.

Eleonora.
La Duse.

Estudiándola leí que “el destino se prepara siempre al mismo tiempo por dentro y por fuera y para que un acontecimiento tenga significación es menester que tenga antecedentes en el propio corazón”.

Sí. El destino me encuentra con Eleonora preparada para entenderla, para amarla, para vestirme con su piel. No sé si estoy a la altura pero sé que mi corazón le pertenece durante ese tiempo en que ella me asiste, en que hablo por su boca, en que sufro por sus dolores.

Allá vamos, Ella y yo, al encuentro con el público. Llegó la hora.

“La boca oscura de la platea, el monstruo respirando” y yo sintiéndome Ella y Ella volviendo en mí.

Permiso que me da la vida. Licencia de lo cotidiano. Privilegio de esta preciosa profesión que elegí sin entender muy bien por qué. Necesidades de mi insaciable corazón, tal vez.

Gracias Eleonora. Gracias Sarah.
Gracias Raúl Brambilla. Gracias Fernanda Mistral. Y gracias a Ailin Gutierrez, Roberto Bisogno, Ariela Mancke, Yanina Vitcoop, Gabriel Machado y Mercedes Otero.
Siempre a mi hijo. A mi compañero. Y a la memoria, enorme, de mi hermana. Ellos siempre están presentes en mis quehaceres. 
Y a la vida. Gracias a la vida.

martes, 28 de abril de 2015

Dar vida

Karina dio a luz en su casa, en su cama. Sus inexpertos 23 años no le impidieron dar vida en conexión con su profundo deseo de traer a su hijo al mundo custodiada por las dos mujeres más importantes de su vida que habían hecho lo propio décadas atrás contando: su madre y su abuela. El médico del pueblo, vecino de toda la vida de la familia, aceptó a regañadientes el desafío y fue el encargado de gestionar que la ambulancia del hospital se estacionara en la puerta de aquella casa que le era tan familiar y tan querida. 
Todo fue como Karina lo soñara. Dieguito vino al mundo rodeado de amor, sonrisas y lágrimas de emoción. Olfateando el olor a hogar que ella olfateó desde su primera bocanada de aire. Dar vida era una de las cosas que ella más deseaba desde sus primeros juegos con muñecas. Dar vida, dar la vida, dar su vida desde ese irrepetible momento y para siempre. Dar su vida ya pasada por esta nueva que hoy nacía. Ser madre. Torbellino de nuevas experiencias, de nuevas sensaciones, de miedos recién inaugurados.  
Su madre y su abuela recibieron al bebé con la maestría que da la naturaleza, con la sabiduría que da la experiencia. El doctor Aguada miraba atento, arrobado, cómo aquellas mujeres sabían todo lo que él no sabía a pesar de la universidad, el hospital y el consultorio. A los pocos minutos salió a la calle sonriendo y despidió a la ambulancia con su, esta vez, inútil artillería médica.
Karina abrió su pecho de par en par y su hijo recién nacido reptó desde su vientre hasta su teta todavía unido a ella por ese cordón que lo había alimentado durante meses. Se prendió con erudición al pezón rosado. El pequeño se alimentó de ese líquido dulzón y blancuzco antes de desprenderse para siempre del cuerpo de su madre.
Las mujeres cortaron el cordón, besaron a Kari, se abrazaron las tres con Dieguito en el medio y así le dieron la bienvenida femenina a la familia. Luego giraron para abrazar a Diegopadre, que lloraba desconsoladamente desbordado por  una felicidad desconocida hasta ese instante. El muchacho se acercó a su mujer y a su hijo y los tres quedaron unidos en una trenza de amor indivisible.
La vida se desplegó mansamente hacia el futuro. Dieguito aprendió a caminar en ese patio embaldosado y aprendió, también, a esperar a su padre a la vuelta del trabajo. Un reloj biológico se vinculaba mágico con uno cronológico y alrededor de las 5 ya se iba el pequeño hacia la puerta. Cuando logró alcanzar el picaporte ya nada le impidió salir al jardín del portal donde se topaba con la reja infranqueable pero generosa en la vista hacia la esquina por donde llegaba papá.
Aquella tarde de otoño, Dieguito ya había sido alcanzado por los cinco años. Desde marzo, cada mañana asistía a su preescolar y a esta altura había aprendido las primeras letras. Ese día había escrito por primera vez un PAPÁ que se iba alejando del garabato para dejarse leer claramente en el cuaderno de hojas lisas. Abierto en esa página lo sostenía apoyadito en la reja con la ojitos llenos de esquina cuando sonó el silbido del primer disparo. Una moto enloquecida se subió a la vereda huyendo del patrullero más enloquecido que dejaba escapar cuerpos por sus ventanillas.
Karina, que hasta ese momento lo observaba como cada día desde la puerta del comedor, salió a los gritos y se tiró sobre Dieguito. Cayendo sobre el niño sintió un fuego que le entraba por el el cuello, debajo de la oreja y le quemaba hasta el omóplato. Miró a su niño y alcanzó a ver sus ojos muy abiertos y oyó su vocecita tan amada.
-“¡Mami, tenés sangre!”, gritó su sangre y ese sonido amado le regaló la paz que estaba necesitando.
Dar vida, dar la vida, dar su vida. Dejó caer su cabeza de costado y vio las botas un poco más acá de las ruedas estacionadas en la puerta de su casa. El patrullero se había detenido y uno de los policías intentaba ayudarla. “Entre a mi hijo a la casa, por favor”. “Sí señora, su hijo está a salvo. No hable. Quédese tranquila.” Antes de soltar su aliento hacia la nada volvió a mirar a su hijo. Estaba vivo, intacto en su inocencia. 
La voz del doctor Aguada que ya llegaba desde la casa vecina la tranquilizó y cerró los ojos.
Dar vida, dar la vida, dar su vida. Dieguito estaba a salvo. 
Ella podía descansar, entonces. 
En paz.
De nada sirvió tampoco esta vez la ambulancia que llegó rauda ante el urgente pedido del médico. 

Stella Matute - Abril, 2015


lunes, 27 de abril de 2015

un consuelo

"Estuve leyéndote. En cada curva de tinta navegamos juntas. ¿Cuánto dura un duelo? ¿Cuántos duelos se reavivan en este tan entrañable? ¿Quién podría responderlo? La escritura es en vos también el intento de inscribir tu perdida. No la de otros. Ellos harán su camino. El tuyo es único e irrepetible."
(Dicho por una persona a la que quiero mucho y agradezco tanto)

jueves, 23 de abril de 2015

Pa´los desmemoriaus. Que son muchos más de lo soportable.

Cada día es un dolor. O una decepción. O un enojo. Pero el enojo intento reprimirlo, porque inmediatamente te salen con eso de la crispación y la intolerancia… Nosotros… sí, nosotros somos los intolerantes. Mientras tanto ellos insultan, desean la muerte, no reconocen nada de lo hecho (pero lo disfrutan). Enarbolan dichos sobre una corrupción de la que no tienen pruebas, de una inflación que no sufren. Pareciera que nada les sucedió antes. Que nacieron ayer o los operaron de los recuerdos. No se acuerdan del terror a los falcon verdes, a la parálisis que producía una luz azul titilando a la vuelta de la esquina. No se acuerdan del ejército armado hasta los dientes entrando en bares y llevándose gente a la rastra. No se acuerdan del Punto Final, la Obediencia Debida, la inflación diaria del 200%. No se acuerdan del patilludo hijo de la mismísima y su política neoliberal al mango que nos dejó sin fábricas, sin industrias y sin ganas. No se acuerdan de la gente haciendo cola en las puertas de los macdonalds para revolver en la basura un mordisco de la chatarra de la comida chatarra. No se acuerdan de los ex combatientes vendiendo almanaquitos en el subte. No se acuerdan de las Madres corridas por la montada o golpeadas por los machetes. Parece que para ellos Cavallo no existió, ni los muertos del 2001 ni la gente golpeando las puertas de los bancos ni los suicidados por haber perdido los ahorros. Tampoco el club del trueque ni los patacones los lecops y los billetitos de colores. No se acuerdan de Astiz vacacionando en Bariloche con toda la impunidad a cuesta. Ni de Astiz ni de todos los astiz que hoy están en la cárcel. No se acuerdan. Carecen de memoria para recordar el suplicio que significaba renovar el DNI o el Pasaporte. No se acuerdan de los jubilados mendigando un aumento a la miseria que cobraban. De lo que significaba no tener monedas para tomar el colectivo. Alguno de ustedes, los que hoy despotrican, ¿recuerda el tiro en el pecho de Favaloro porque el gobierno de De La Rúa le negó moratoria en la deuda que tenía con algunos prestadores? Ese mismo gobierno fue el que antes de subirse a un helicóptero, defendiendo los intereses de los que más tienen, dejó un tendal de muertos en nuestras plazas. Los que hoy reclaman por una jubilación que actualmente está a un punto del 82% móvil, ¿se acuerdan de Patito Bullrich sacándole guita a los jubilados escondida tras la trinchera de la reducción de gasto público? Vos que te morfaste tanta repre pidiendo justicia por nuestros 30000, ¿no te das cuenta de que hoy los genocidas están siendo juzgados y condenados? ¿Reclamabas educación? Hay 11 nuevas Universidades. ¿Reclamabas tecnología? Hay un satélite nacional y 5 reactores nucleares. ¿Te quejabas de los trenes? Hay trenes nuevos y han vuelto los trenes a distintos puntos del país. ¿Puteabas por tener que ir a un bar a ver jugar al equipo de tu fanatismo? Ahí tenés “Fútbol para todos”. ¿Te preocupaba la infancia pobre? Averiguá cuáles son los requisitos para recibir la Asignación Universal por Hijo. El plan de vacunación gratuita es uno de los más completos del mundo. Luchamos por estas cosas y hoy están hechas. Sí, sí, falta muchísimo. Pero si todo esto se hizo, ¿Por qué no pensar que se puede hacer todo el resto?
No repitas boludeces… en el fondo bien sabés que es un sistema más justo que al que estábamos acostumbrados.

Tu queja no es por lo que no hay sino porque hubieras querido que lo hecho lo hubiera hecho otro. Pero ese otro no llegó nunca a ocupar ni la presidencia de una sociedad de fomento. En vez de criticar tanto lo que falta, ponete a laburar para ayudar a construirlo. Revisate un poco el cuerpo y aféitate, que ni pa gorila te da el piné. Mientras disfrutás de todos los beneficios que este modelo de gobierno te ha dado, despotricás con un odio visceral que nada tiene que ver con lo hecho o no hecho. Tiene que ver sólo con el odio. Y el odio no te sirve para nada. 

Ronpuá

No se podría decir que el lugar es feo. Para nada. Pero hay en él algo que expulsa. Es amplio, vidriado, luminoso. Está en una de las más hermosas esquinas de una de las más hermosas ciudades del mundo.
Es la gente que lo habita, tal vez, lo que repele. O, mejor, gran parte de esa gente. La que no lo habita, justamente. La que está allí por negocios o chanchullos. Esa gente que se cree dueña de un país y tiene todo el dinero para serlo.
Pero ese día, una luz especial alumbraba una mesa. Mientras alrededor políticos de los malos, economistas de los malos, y algunos que en mi barrio comúnmente llaman “garcas” hacían de las suyas, en esa mesa se firmaba un pacto. Y de ese pacto volaba poesía, nacían duendes epistolares, se abría un río de emociones. Los mozos y las mozas que atendían de pronto vieron sus bandejas cubiertas de buenas palabras, esas que conmueven. Y cómplices las fueron distribuyendo en las tazas de cafés que iban sirviendo. No sirvió de nada. Los garcas siguieron en sus chanchullos, mientras él y ella en esa mesa firmaban el contrato. Pocos, muy pocos, se dieron cuenta del rayito de luz que los iluminaba especialmente.
Ese lugar, que repele la mayoría de las veces, ese día invitó al brindis, al abrazo, al puente tendido hacia la maravilla.
 (Para Ture Salvatore , que me invitó a escribirlo. 22/04/2015)

miércoles, 22 de abril de 2015

Soñar imposibles o no soñar

Es un deber soñar con lo imposible. De lo posible no sólo se sabe demadiado, lo posible ya fue soñado por otro, y llevado a cabo.
Imposible era que un grupo de humanos volara de un lado a otro, entonces alguien soñó un avión. Imposible era poder escuchar la voz del ser querido que estaba del otro lado del mar, y alguien soñó el teléfono. El sueño de mirar la Tierra desde el espacio es una realidad a la que se puede acceder.
Estamos rodeados de lo imposible que otros soñaron.
Es un deber soñar con lo imposible. Lo posible ya fue soñado por otro.

(Stella Matute - 22/04/15)

martes, 21 de abril de 2015

ATC... patente patente

Hoy por la calle vi una patente de auto que tenía la sigla ATC... El recuerdo de aquellos tiempos llegó como una creciente de río de montaña. ATC. Así se llamaba la TV Pública en los tiempos del horror. ATC. a te ce. atese. Y sí. Eran tiempos de estar atados. De pies y manos estábamos atados. Eran tiempos en los que tomar un cafecito en La Giralda podía significar que entrara el ejército y se llevara a un muchachito arrastrado de los pelos y lo subieran a un camión como si fuera una bolsa de residuos. Y todos mirábamos para otro lado. O que viajando en el 93 subieran unos monos altísimos de anteojos negros y metrallas en las manos y amenazándonos a todos dijeran: "menos vos todos abajo". Y todos bajáramos mientras escuchábamos la ráfaga de metralleta que nos helaba el alma, el espíritu, el cuerpo y la voz pero que no nos impedía caminar ligero sin volver hacia atrás la cabeza. Los tiempos en que vislumbrar de lejos la luz azul intermitente nos hiciera cambiar el rumbo rogando que no se dieran cuenta. Los tiempos en que nuestras Madres y Abuelas eran llamadas "locas". Esos tiempos. Los tiempos de "atecé", de "el silencio es salud", de "no dispare, usted está manejando un arma", de "mantenga limpia la ciudad". Todo silencio, todo limpieza, todos ciegos, sordos, mudos y atados. ATC. Una patente me desató un torrente de recuerdos dolorosos. Y fue inevitable pensar en los canallas que hoy acusan al Gobierno de dictadura o de crispación o de dividir aguas o de construir grietas. Los que vivimos aquellos años no podemos ser tan desmemoriados. Ni con aquello ni con la democracia neoliberal descarnada que vino luego y nos dejó contando patacones y truequeando recuerdos por un poco de comida. Por eso duele Santa Fe y dolerá una vez más la Capital el próximo domingo. Por eso espero que no duela mi Patria en octubre.

martes, 7 de abril de 2015

A bancar los trapos.



Harta estoy de que un desacuerdo tire por tierra la historia de una amistad. Tuve muchos desacuerdos con mi vieja, es más, estuvimos años sin hablarnos y no por eso dejó de ser mi madre ni yo su hija. Ni por eso dejamos de amarnos. Grandes discusiones tuve con Delia, grandes diferencias, y sin embargo el amor era inalterable. Y los ejemplos podrían seguir. Me resulta de una inconmensurable injusticia que por un malentendido o por un "quítame esas pajas" los que eran amigos dejen de serlo y se permitan críticas clandestinas o silencios agresivos. Me pasa con gente cotidiana. También me pasa con el Nano... persona fundamental en la construcción de muchos de mis sentimientos y de mi ideología.
Hace unos días leí algo que me conmovió por lo sintético y contundente: "Serrat ya no se pertenece. Serrat es el que cada uno tiene consigo".
No voy a decir que no me duele en este tiempo no coincidir con él... Y que preferiría que su pensamiento me represente como me representó a lo largo de prácticamente toda mi vida. Pero por eso no voy a dejar de amarlo por la compañía que me ofrecieron sus canciones en momentos complicados, ni de agradecerle haber ayudado a tanto argentino exiliado, a tanta Madre buscando, a tanta Abuela desesperada, cuando había pocos que ayudaban.
Me duele. Sí, me duele. Me duele su foto con massa y su ninguneo a Cristina. Me duele que eso tenga, sin dudas, un trasfondo económico más que ideológico. Sí. Me duele.
Pero más me duelen los compañeros que andan demonizándolo como si un desacuerdo valiera más que toda una historia. Yo lo espero. Le tengo paciencia. Por que lo quiero. Y le agradezco.
Y porque sé que existen Mediterráneo, Palabras de amor, Pueblo blanco, Tío Alberto, El Curro el palmo, Lucía, Soneto a mamá, Mi niñez, Señora, Como un gorrión, De cartón piedra, Fiesta, Decir amigo... Y todo lo de Hernández cantado por él y todo lo de Machado, y Miralles, y el Luna Park del ´83, y el disco simple de mi infancia, y su relación con Cuba y con Nicaragua cuando Cuba y Nicaragua eran malas palabras, y Decir amigo, y Si la muerte pisa mi huerto, o aquella pared que lo sostuvo para saludar a los compañeros en aquel estadio suspendido bajo la lluvia lleno de Banderas y sobrevivientes cuando la amenaza todavía se respiraba. Y Los locos bajitos, y Penélope. Y Decir amigo.
Ese también es Serrat. Ese, para mí, ES Serrat. Y aunque me duela lo sigo amando, como a mi mamá cuando se ponía terca, como a mi hermana cuando me retaba, como a esx amigx que dejó de llamarme porque discutimos, o porque no entendió, o no quiso entender...
Siempre dije que el Nano es como de mi familia más cercana. Siempre dije que me resulta incomprensible que no me conozca alguien a quien yo quiero tanto.
Bueno... es hora de bancarle los trapos. Yo se los banco. Aunque me duela. Porque, de última, "NADIE ES PERFECTO".

sábado, 4 de abril de 2015

Abstinencia

Dicese del conjunto de reacciones físicas o corporales que ocurren cuando una persona deja de recibir estímulos encargados de desencadenar la actividad de los centros cerebrales de recompensa, placer o satisfacción, los cuales permiten la expresión de emociones gratificantes como entusiasmo, alegría y serenidad. Estímulos que, precisamente por ello, hay quienes los utilizan para enfrentar momentos difíciles.
Agujero negro.  Aturdimiento, letargo, parálisis. Intranquilidad, insomnio, angustia, tristeza. Dolor. Náuseas, mareos, debilidad. Taquicardia, alucinaciones, extrañamiento. Desasosiego, terror, cansancio extremo. Dolor físico, dolor emocional, dolor espiritual. Dolor.
Comúnmente llamado síndrome de abstinencia. También puede llamarse ausencia continua de presencia. Necesidad de mimos esenciales. Falta de ese abrazo que te acunó durante tanto tiempo.
Es posible que se presente en fechas especiales como aniversarios, cumpleaños, Navidades, Años Nuevos, Semanas Santas, Pascuas... tenga la persona creencias religiosas o no.

(Felices Pascuas... 2015)

viernes, 13 de marzo de 2015

Serrat y yo

Creo que escucho a Joan Manuel Serrat desde antes de aprender a leer y escribir. De la mano de Delia fui entonando sus canciones desde el cascado sonido de un tocadisco desvencijado que habíamos heredado de una tía pitucona. Eran discos "dobles", con dos canciones de cada lado.
Mi hermana los escuchaba casi todo el tiempo. Recuerdo especialmente que me gustaba mucho uno que tenía "Tu nombre me sabe a hierba" y "Si la muerte pisa mi huerto"...
Lo vi por primera vez en el escenario en 1970 cuando vine a visitar a mi hermana que ya vivía en Buenos Aires. Fuimos al Teatro Odeón, en Esmeralda casi Corrientes. Sin demasiado esfuerzo puedo recordar hasta el olor de esa sala. Todo era nuevo para mí. Esta ciudad tan inmensa y con tantas luces, visitar a mi hermana que se había venido a buscar nuevos sueños un año antes, ese teatro tan bonito, esa cantidad de gente tan contenta. Ahora me doy cuenta de qué joven era Delia... para mí siempre fue tan grande y sabedora... Yo estaba montada en su emoción, en su alegría.
Se apagaron las luces y apareció ese muchacho flaquísimo, de sonrisa generosa y dos lunares en la cara, guitarra en mano. Se perdió por completo la dimensión de tiempo y espacio. Aferrada a la mano de Delia escuché todo aquel recital y supe que la infancia me iba quedando chica.
A partir de ahí lo he visto cada vez que he podido y han sido muchas. Serrat me ha acompañado en alegrías y tristezas. Ha sabido estimularme y consolarme. Es como un buen hermano que no sabe que yo existo... 
Una mañana de domingo, en los tiempos en que creía que Clarín me informaba, en la tapa de la Revista Viva aparecía una foto de Serrat anunciando que venía a la Argentina a festejar sus 30 años con la música. Corría 1994. Desayunando con mi hijo le mostré la foto y le conté algo de lo importante que era ese cantor para mí. Mi niño, de apenas 5 años recién cumplidos, me agarró la cara con sus manos y me dijo: "Mami, cuando yo sea grande y tenga plata te voy a comprar un "Serat" (sic)." Durante un tiempo yo le decía que cuando el Nano cantaba "caminante no hay caminos, sólo "estelas" en la mar" lo decía por mí... Y reíamos juntos.
Un tiempo más tarde lo llevé a verlo al Gran Rex. Saqué dos entradas en primera fila y hasta nos dimos el gusto de regalarle una bandera de Boca de 30 metros de largo. Fue una noche gloriosa.
Lo vi un par de veces más y hasta me decepcioné con su tontona dupla con Sabina...
Han pasado varios años desde la última vez que lo ví.
El 19 de enero pasado, Lautaro y Fernando me regalaron 3 entradas para ir a verlo juntos esta noche. Fue idea de Lautaro. Cumple con sus promesas el hijo... se hizo grande y me regaló "un Serat".
Será otra noche gloriosa la de esta noche. Iré con mis dos amores a ver "al amor de mi vida"... con el que puedo tener hoy alguna diferencia pero al que siempre sonreiré mientras me canta "No hago otra cosa que pensar en tí..."
(13-03-2015)


miércoles, 4 de marzo de 2015

De amores y de odios

Dicen que el amor vence al odio. Algunos lo dicen tan convencidos que me da esperanza, me conmueve. Sería lindo. Pero no creo que sea así.
Lo que el amor tarda tiempo y esfuerzo en construir, el odio puede destruirlo en pocos minutos. Eso pienso. 
La maquinaria del odio más espeluznante que hemos tenido se llevó a 30000 compañeros. Los desaparecieron, los torturaron, les robaron a sus hijos, los asesinaron… Siglos nos llevará sanar esa tragedia.
Un solo malentendido puede tirar por tierra una amistad de 25 años…
Una sola infidelidad puede llevarse puesto a un matrimonio.
Un solo tiro pudo asesinar a Gandhi.
Una sola bomba destruye a un pueblo todo.
No… no es cierto que el amor vence al odio. El odio es mucho más poderoso.
Amar es un trabajo, es una decisión, es una construcción. Odiar es fácil. Destruir es mucho más fácil que construir. Eso siento. Eso creo.
Para que el amor venza al odio hay que trabajar mucho, esperar mucho, esforzarse mucho. Y siempre está el odio acechando con su poderío. Siempre.
Por eso hay que resistir tanto. Por eso siempre hay que estar alerta.

(reflexiones inútiles de una tarde pesimista…)

jueves, 26 de febrero de 2015

De reparaciones y ausencia

Llantos de ¡VIVA LA PATRIA!!! me sucedieron hoy. Suave sensación reparadora. Una mentira que se desbarata y un Compañero que Jura. Y con él los 30000, revoloteando por sobre la Constitución, apretando ese abrazo tartamudeado... 
Medicina para mis anginas, como dice la buena de Moni.
Imposible no sentir la ausencia de alguien que hubiera celebrado conmigo.
Y con tantos cumpas...

Ché , muerte. Estúpida muerte, injusta muerte, prepotente, arbitraria, tirana... Nunca te voy a perdonar. Nunca.

(26/02/15 - Rafecas desestima la canalla denuncia sobre Cristina y Wado de Pedro jura como Secretario de Presidencia)

sábado, 21 de febrero de 2015

CUATRO DÉCADAS

¿Sabés? Te llenaría las mejillas de estrellas para que pudieras incluirlas en la constelación de tu ternura, niña habitante de mi alma, terroncito de azúcar disuelto en la instancia azul de tu vida junto a la mía... Aquel cielo provisorio de tu infancia viene hoy a traerme el arco iris luminoso de tu mujer adulta, compañera, confidente... ¿Como estar con palabras a la atura de estos 40 años teniéndote?
Para vos, niña chiquita, mujercita de sal y azúcar, dueña y señora de toda la indulgencia, rebasante en paciencia, colmada en sonrisas, prolífica en bondades... Para vos: una bocanada eterna de frescura, una lluvia prodigiosa, el olor a tierra húmeda, cien pinceladas de quebrada, las mil danzas chacareras, una taza de café caliente compartida con amigas, un jardín excedido en rosas rojas, todas las risas de Julia todas, los besos más apasionados del compañero, abrazos apretados a montones, montañas nevadas, ríos caudalosos, sueños para seguir soñando, utopías para seguir luchando, un sinfín de chin chín por las buenas cosas, apacibles días y atardeceres con música.
Para vos, niñamujersobrinamiga... Lo mejor. Pero cuando digo mejor digo lo mejor. Lo mejor para esta década que hoy comienza. La más intensa de la vida. Bisagra de emociones.
 Te quiero así de mucho.
Gracias por tu vida.

20/02/2015