viernes, 3 de julio de 2015

cuando la vida se volvió Marina

Hoy la vida se viste de Marina. 40 años es dos veces nada cuando se trata del tiempo transcurrido entre un upa y un abrazo.
El tiempo... Ese embustero...
Ni idea se das de los olores, colores, imágenes, sensaciones, recuerdos y emociones que me despierta este cumple suyo. Allí estaba... En mi San Rafael, sola con mi padre esperando noticias. La fecha había llegado y la Yaya, que todavía no era Yaya, se había venido pa Buenos Aires a ayudar a la primogénita a traer al mundo a su primogénita. El llamado telefónico revolucionó mi alma, los lagrimales de tu abuelo Baltazar y al barrio entero.
"Nació una niña. Se llamará Marina", dijo mi vieja en un hilo de voz. Grité, salté y me abracé adolescentemente con cada uno que recibió la noticia de mi boca. A la semana ya estaba yo en Buenos Aires para conocerla. Para acunarla en un upa inmaduro y emocionado. Fue ayer. Parece frase hecha pero es lo que se siento.
Pienso en aquellos días y desaparece el tiempo, ese impostor.
Feliz cumple, sobrina, ahijada. Feliz década. Feliz tiempo sin tiempo el de brindar por tu vida.
Te adoro en el recuerdo de esos días.
Te adoro en este tramo intenso y sublevado.
Acá estamos...
(25-06-15)






(Alrededor de las 20 hs. del 25 de junio del 2015, llena de morriñas escribí esto):
Era mas o menos esta hora. Atardecía oscuramente en el San Rafael de mis orígenes. Estaba sola en el caserón. No era común. Mi madre se había venido a Buenos Aires y yo me había quedado por primera vez sola con mi padre. Hacía frío como hoy, pero mas porque era frío mendocino.
Yo estaba acodada en la mesa de la cocina estudiando para "las pruebas de mitad de año". Se venían las vacaciones de julio y con ellas venir a casa de Delia a conocer a su primer hija que ya estaba por nacer.
El empleado de Petrosur golpeó el vidrio y lo vi hacer la seña alrededor de la oreja indicando que había una llamada telefónica. "Llamada de Buenos Aires, Stellita. Debe ser tu mama, ¿no?" , dijo González sonriendo, sabiendo. Corrí hacia la oficina de la estación de servicio y sí, del otro lado la voz de mi madre confirmaba la noticia. "Es una nena y se llamará Marina. La Delia esta bien y la nena también", dijo palabra mas palabra menos.
Corrí hacia afuera y me abracé con cuanto empleado me crucé por el camino. Todos decían mas o menos lo mismo... "Uh, cómo se va a poner tu viejo", palabra mas palabra menos.
Lo esperé con la nariz pegada en el vidrio y cuando lo vi llegar en la camionetita que lo llevaba a diario de aquí para allá, corrí hacia él. Antes de que pusiera un pie en el piso le grité la noticia. "Sos abuelo de Marina, abuelo", y me lancé a su cuello. Me alzó gritando no sé qué cosa y lloró. Lloramos juntos.
Fuimos a la telefónica a intentar una llamada a Buenos Aires pero fue inútil. Me invitó a cenar a Las Cuartetas y luego fuimos hasta el Club Español a darle la noticia a sus amigos.
A la semana, unos días antes de que empezaran las vacaciones de invierno nos subíamos al camión de mi tío José para venir a conocer a Marinita. A los tres días mi madre y mi padre se volvían en ese mismo camión y yo me quedé por dos semanas disfrutando de mi hermana y mi sobrina ahijada, de su calorcito, de su diminuta ternura, de ese vinculo único que tenía con su mamá cuando tomaba la teta.
Cuando volví al terruño mi padre ya estaba enfermo y en un poco mas de dos meses lo despedimos para siempre...
Hoy hacen cuarenta años de aquel día de plena comunión con mi padre. A esta hora mas o menos le estaba dando la noticia. Fue la única vez que estuvimos solos un tiempo y vivimos ese encuentro mágico de la noticia.
Hoy Marina cumple 40 años... Y yo estoy llena de recuerdos.
Te amo, sobrina.

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