domingo, 12 de julio de 2015

Y la vida fue Lautaro para siempre

Hoy, a las 11.34, la persona que me otorgó el privilegio de ser madre cumple 26 años. Los 26 años más orgullosos de mi vida, los más sorprendentes, los más tiernos, los de embelesado aprendizaje extremo.
Muchas veces siento, se lo he dicho, que vine a esta vida sólo a ser su madre. Que esa fue y es mi misión y es lo que más felicidad me ha dado y me da, sin duda alguna. Su nacimiento me conectó con el epicentro de la ternura; con la eterna búsqueda de lo mejor para él; con la esencia del amor; con el aprendizaje de correrme del eje.
Su camino, su recorrido, sus elecciones, son un manso lago en el que puedo verme reflejada y también en el que puedo sumergirme sin miedos. Estos 26 años me hacen sentir 26 veces madre vanidosa y pipona de orgullo, me convierten en una mujer más joven que hace 26 años, una fan de su arte, una incondicional apoyadora de sus sueños, una discípula de su sabiduría. Estos 26 años son lo que más le agradezco a la vida. Son la fuente de energía que necesito para calmar mis tristezas. Si me dijeran que puedo volver a vivirlos lo único que pediría es poder mejorar todo aquello que se necesite para que él pueda ser más feliz.
Hoy Lautaro cumple 26 años. Levanto la copa y brindo por él. Por su bonomía, por su sonrisa franca, por sus ojitos melancólicos, por su lealtad, por sus proyectos, por sus logros, por los amigos que lo quieren, por sus dioses y también, por qué no, por sus demonios.

¡Feliz cumpleaños, Lautaro Matute! ¡Hijo! ¡Y gracias! Eternas Gracias. 

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