miércoles, 19 de abril de 2017

Se estrena EL PADRE, la impudicia en estado puro.


Una sabía que iba a llegar el día. Una intentaba prepararse para eso. Pero no hay caso. No hay preparación posible.

Se ha anunciado el estreno del espectáculo "El Padre", de August Strindberg, dirigido por marcelo velázquez. Y el dolor recrudece. La presencia de lo horrible se hace carne. No voy a nombrar a los integrantes, no vale la pena. Cualquiera que se interese puede buscar y saber.

A pesar de las muchas voces amigas que me han aconsejado en este tiempo "soltá" "olvidate" "no pienses más en eso", la cabeza se me piensa sola -como decía mi hermana-.

De verdad que lo he intentado. Eso de "soltar" y "olvidar", digo. Pero, el puñal vuelve a sentirse en el centro del pecho y me ahogo si no digo algo. Por eso decido decirle a quien quiere leer, a quien quiera oir, que ese espectáculo está basado sobre un caso de violencia laboral, sobre lo lacerante de un abuso de poder, sobre la infinita pena que causa una injusticia con complicidad y apoyo de unos cuantos.

Yo no pedí estar ahí. Me llamaron, me ofrecieron, (me llamó y me ofreció marcelo velazquez) y luego los integrantes que ya habían sido convocados manifestaron enorme alegría cuando dije que sí. Al menos eso me dijeron y tengo mensajes de voz y mails que lo prueban. Y le puse mucho esfuerzo. Horarios de ensayo, estudio de letra, trabajo en casa, expectativas. Y de la noche a la mañana (en este caso de la mañana a la noche) sin previo aviso, sin motivo explícito, sin que mediara una palabra de alerta, el director me mandó un mail diciéndome que me echaba del espectáculo. Recurrí en primer lugar a mis compañeros de elenco. Las pocas respuestas que obtuve fueron que "no sabían nada y por lo tanto no sabían qué decir", palabra más palabra menos. O alguna mediocre manifestación de "lamentarlo". No hubo manera de que alguien convocara a una reunión de la cooperativa conformada de hecho y de palabra para que me explicaran los motivos. Acudí entonces, como me aconsejaron muchos, a la Asociación Argentina de Actores -de la que soy socia 11.576-  a denunciar la injusta separación del proyecto. Allí me dijeron que no podían hacer nada porque la cooperativa no estaba presentada oficialmente. Sin embargo, unas semanas más tarde, la Secretaría Gremial de esa Institución me informó por carta fechada el 8 de marzo -vaya día- que "en el conflicto laboral que se suscita entre usted y la cooperativa en cuestión, le comunicamos que los integrantes de la sociedad accidental de trabajo mediante nota presentada ante la secretaría gremial manifiestan estar de acuerdo con la decisión tomada por el director" (sic - firma el prosecretario gremial Carlos Berraymundo). O sea que sí existía "la cooperativa en cuestión". O sea que sí había "una sociedad accidental de trabajo". O sea que sí se podía hacer algo. Al menos se podía hacer que me aclaren el por qué de dicha decisión. Ya que mis compañeros de elenco estuvieron de acuerdo creo que yo tenía el derecho a conocer las razones. Valga decir que nunca ví la carta presentada por “los integrantes de la sociedad accidental de trabajo” a la AAA, ni me detallaron qué es lo que allí explicaron. Como nunca más tuve noticia de ninguno de ellos.

Menciono la fecha de la nota de la A.A.A. y pongo  “-vaya fecha-“ porque todos sabemos que ese es el  Día Internacional de la Mujer Trabajadora, un día ícono en la lucha por los derechos de la mujer y por la lucha contra la violencia de género. Creo que esta situación vivida por mí vulnera mis derechos como trabajadora y es un caso de maltrato laboral y abuso de poder. Cosa de la cual el Sindicato al que estoy afiliada hace más de 30 años, y del que he sido parte de su dirigencia en dos periodos, no supo y/o no pudo defenderme.

Me parece fundamental decir que comprobé que hay que temerle al abuso de poder y al poder del abuso. Porque el abuso de poder genera injusticias y el poder del abuso genera mucho dolor y tiene aristas incalculables. Y hay que temerle porque la lucha contra ese abuso y ese poder no estaría dando mucho resultado. Porque sigue sucediendo. Y las víctimas quedamos muy solas y desamparadas. Sí, me enarbolo en víctima porque de hecho ese espectáculo se estrena y yo no estoy en él y nadie, absolutamente nadie, me explicó por qué.

Me he ido enterando, porque este medio es muy pequeñito (pequeñito en varios sentidos), de cosas que han dicho. Mentiras. Todas mentiras. Pero esas mentiras han sido creídas por gente que yo quería y respetaba (suponiendo que era genuinamente correspondida) y esa gente dejó de saludarme, o me borró de sus redes sociales o me mandó indirectas que de tan directas fueron espadazos por la espalda. Es curioso cómo en esta sociedad es la víctima la que tiene que dar explicaciones. Me he visto, y me sigo viendo, en la obligación de explicar que son mentiras lo que dicen, de aclarar que no hice nada, y de solicitar que no me pidan "silencio". Porque el silencio condena a la soledad y al olvido.

Noches de insomnio, ataques de ira, convulsiones de llanto, pesadillas, desconfianza, desánimo, sensación de exposición extrema, sensación de soledad extrema, agobio, sensación de ahogo, ganas de dormir y no levantarme, ganas de irme, ganas de no volver a subirme a un escenario, ganas de subirme a un escenario a contar todo esto, escepticismo extremo, incredulidad mayúscula, desánimo, furia, ardor en el pecho, dolor en el pecho, ganas de gritar, ganas de callar, mareos, contracturas, desesperanza. Todo eso. Extremas emociones. Agotadoras.

Y el tiempo pasa, sí. Y acomoda, sí. Pero, ¿en qué lugar guardar tantas horribles sensaciones? ¿En qué lugar del mapa emocional quedarán impresas?

A los que me han puesto oreja y hombro: gracias. ¡GRACIAS! No tienen idea de lo que han significado en este tiempo.

A los que me han dicho "queeee raroooooo"... revisen.

Y a los traidores: mi repudio permanente. Sé que me leen... lo han dejado bien claro en este tiempo.

Una sola cosa más: he escuchado muchísimas historias parecidas. Todas mujeres. No creo que sea casualidad.


domingo, 16 de abril de 2017

Ceremonia de un viernes santo...

Costumbres y ceremonias.
Recuerdos y legados.
Creencias y pecados.
Homenajes y herencias.
Festin de la no carne. Pescados.
Nuestro viernes santo encarna toda la santidad que somos capaces. Bien sincera, bien honesta. Una santidad humana. Esa santidad que nos otorga la licencia de usar nuestras herramientas y hacer.
Salmón marinado casero que simula esos peces repartidos. Ostiones gratinados a la parmesana reemplazando las hostias, hechas en nuestros propios platos. Tarta gallega que trae los olores de nuestros ancestros, amasada en nuestra propia masa. Lo que sabemos hacer y lo hacemos, con nuestras manos y esfuerzos, para agasajarnos la vida. Brindando con burbujas que nos divierten y nos embelesan.
Nuestro homenaje a los cristos y cristas que mueren y resucitan a diario en nuestra tierra. A los cercanos, a los cotidianos. A los imitadores de Aquel, que en su andar ayudan y se sacrifican.
Y todos tienen a su Pedro y a su Judas.
Pedro que se equivoca y es perdonado. Judas que traiciona y es condenado.
¿De qué lado estás?
Nosotros intentamos estar del lado de Pedro. Con todos sus errores y toda su bondad. Con su pecado y su arrepentimiento. Sin mentiras ni hipocresías. Sin puñales arteros.
Vos, que sos tan creyente y tan rezador y bendecidor, cuidate de tus traiciones. Porque los pecados se perdonan pero las traiciones se condenan.
Con creencias o sin creencias todos sabemos, un poco más, un poco menos, qué es lo que está bien y qué lo que está mal.
Y nosotros, en nuestro estar bien nos permitimos estar bien. Y en nuestro estar mal, también nos permitimos estar bien. Y crearnos nuestro propio viernes santo echando mano a toda la beatitud que nos asiste.
Y comemos y reimos y gozamos. Y brindamos. Y en ese brindis homenajeamos. Con toda la honestidad de la que somos capaces. Homenajeamos. A todos nuestros cristos y cristas. En el mejor sentido de la vida. Esos y esas que reparten todos los días panes y peces en busca de un mundo mejor. Y también a esos y esas que ruegan por un mendrugo que les calme el hambre.
Nos permitimos ser felices como podemos. Y cuando podemos. Usando lo que sabemos para hacer lo que nos es dado. Si podemos lo compartimos y duplicamos felicidad. Y si no lo disfrutamos en soledad, que no es soledad alguna porque vienen con nosotros todos nuestros ausentes.
Acá estamos.
Despidiendo un viernes santo y desputando un sábado de gloria.

Felices Pascuas. La casa NO está en orden...

Hace 30 años despuntaba oscuro aquel sábado de gloria.
30 años.
Oscuro.
Con lluvias y miedos.
El cielo diluviaba y el país amenazaba.
30 años.
La democracia recién nacida estaba en riesgo y todos estábamos en vilo.
Actores, que por aquellos años tenía gran representatividad en el mundo cultural y defendía los derechos y velaba por las obligaciones de sus afiliados, había decretado asueto en repudio de lo que estaba sucediendo.
30 años.
Los Mockinpotts llamamos al country que nos había comprado una función para confirmar que suspendíamos la actividad por "las razones de público conocimiento".
"Hagan como quieran, se escuchó del otro lado de la línea, pero tengan en cuenta que en la cláusula "tal" dice claramente que si ustedes suspenden la función por la razón que sea, deben abonarle al country la suma de 5 funciones en resarcimiento".
Y así era...
30 años.
Pasado mediodía fuimos a buscar la escenografía a "La Barraca" y entre ofuscados, asustados y preocupados, emprendimos el viaje hacia Pilar , al country "Las brisas". En dirección contraria nos cruzaban tanques y camiones militares en cantidad como para iniciar una guerra.
30 años.
Nervios. Miedo.
Llegamos, armamos el espacio, y cuando estábamos por comenzar la función nos dimos cuenta de que en el apuro y el desconcierto nos habíamos olvidado de algunos elementos escenográficos que ponían en riesgo la coherencia del espacio escénico.
Yo empecé, un poco por nervios y otro poco porque era cómico, a tentarme. En medio de la función algunas situaciones se pusieron muy disparatadas y mi tentación me llevó a un estado de desasosiego. Y cómo dice Darin: "tentarse no es reír sino la fuerza que uno hace por no reír". Llegó la desmesura, se me descontrolaron los esfínteres y me hice pis. Sí. Me meé en el escenario. La función terminó como se pudo.
30 años.
Los espectadores no habían entendido un pomo (Mockinpott en ese country era casi un oximoron") pero se acercaban a felicitar simulando porque el nuestro era "el espectáculo off del momento". Yo seguía riéndome sin que nadie pudiera controlarme.
30 años.
Desarmamos y huimos lo más rápido que pudimos. Lo único que queríamos era llegar a Capital y saber cómo estaban las cosas. Pasamos la noche todos juntos,,o al menos la mayoría, en casa de una compañera que justo ese día cumplía años. Y a la mañana temprano nos fuimos a Plaza de Mayo.
La Pascua amanecía nublada. La expectativa era feroz.
30 años.
Yo tenía a mi lado a Alejandro Mateo cuando el Presidente salió al Balcón, ovacionado por una inmensa multitud.
30 años.
"Felices Pascuas", dijo. Y hubo otra ovación. "La casa está en orden", dijo. Y hubo un silencio. Y habló de reconciliación y de héroes de Malvinas y yo miré a Alejandro y le pregunté: "¿nos está cagando, no?". Y me dijo sí. Y nos sumamos al silencio y la tristeza.
30 años.
Salimos de esa Plaza desanimados. Y vivimos desanimados mucho tiempo...
Y seguimos preguntándonos qué hubiera sucedido si no hubiera sido así.
Nunca lo sabremos.
30 años.
En esta "semana santa" se cumplen 30 años de aquella. Tan histórica.
Fue un 19 de abril de hace 30 años, en una Semana Santa que nada tuvo de Santa y en una pascua que nada tuvo de feliz, a pesar de la esperanza.
La noche anterior yo me meé de risa en un escenario. Y al día siguiente me cagué de bronca en una plaza repleta que apoyaba a un presidente que no pudo con tanto.
Sé todo. Sé que no era fácil y que estaba presionado. Pero me sigo preguntando si no hubiera sido más fácil poner, de verdad, en orden la casa luego de haber enfrentado a los traidores de la Patria.
30 años.
La casa no está en orden. Como en aquel momento. Aunque ahora también intenten mentirnos diciéndonos lo contrario.

sábado, 8 de abril de 2017

MICAELA GARCÍA. Y las otras 360 por año


La muerte, impostora, fue cómplice de la mano asesina.
La muerte, altarnera, ejercitó con las riendas del diablo para llevarnos con ella. Llevarnos, sí. Porque la muerte, soberbia, se instaló en cada una de nosotras, matándote.
La muerte, sorda, no se apiadó de nuestro aullido desesperado cuando vos desplegaste las fauces para emitir el bramido atormentado que te calló para siempre.
Porque todas aullamos con vos, berreamos con vos, gritamos con vos. Porque todas somos vos. A todas nos matan con tu muerte. Todas estamos sucias del barro en el que te enterraron, dejándonos andrajos de vos al descubierto.
Porque todas fuimos arrastradas, violadas y asesinadas con vos aunque algunas sigamos respirando.
Porque algunas sólo nos salvamos de la muerte pero tu muerte nos mata el aliento y nos redobla la fuerza.
Porque todas somos una aunque nos quieran convencer de lo contrario.
Todas y cada una estamos vestidas con la tempestad del semen feroz que te dejó sin aire. Todas y cada unas llevamos tu soledad a cuestas. Todas somos tan solitas como vos allí, asesinada en la hiel de una noche que de tan noche ya no tendrá día. Junto a vos y a nosotras también quedamos solas y asesinadas Ángeles Rawson, Wanda Taddei, Lucía Candela Rodrguez, Teresa Quiroga, Lucìa Pérez, Lucía Argüello, Marta Lanzetti, Agustina Salinas, Romina Ríos, Daiana García, y tantas tantas tantas que somos las que venimos muriendo con nombre y sin nombre y nos mencionan regodeados sólo con un número: 360 por año, como mínimo.
Somos vos, Micaela. Y no lo somos. Porque somos también todas las otras y, a la vez, tampoco. Porque éstas que somos seguimos vivas, y asesinadas al mismo tiempo.
Somos vos y no lo somos.
Porque vos y sólo vos y en vos todas las otras vistieron la túnica del horror con que las vistió el verdugo. Y aunque los jirones de esa vestidura nos eleve a la estatura de tu sufrimento sos vos y todas las otras las que han muerto enmudecidas.
Y no hay palabras y hay todas las palabras. Y no hay lágrimas que alcancen porque en cada una de ustedes, asesinadas, hay un péndulo de lágrimas que no cesa.
Una gotera de sangre me ensucia la cabeza, el corazón, el alma. Y no coagula. Se ensancha con tu muerte y con la que vendrá mañana.
Hasta cuándo.
Micaela García.
En vos a todas “las menos” de antes. Y a “las menos” que vendrán, inevitablemente.
Porque parece ser inevitable la injusticia de esta tumba profanada y femenina en que se ha ido convirtiendo el mundo.
(Stella Matute - 8 de abril, 2017)

miércoles, 5 de abril de 2017

Y Almendra está aquí



He pensando y pensado... He ido y venido en un mar de palabras que he dejado navegar hacia el olvido. O hacia la ausencia.
Pero se me impone escribir sobre este tsunami de emociones que provoca el nacimiento de Almendra.
La bella Almendra.
La continuidad de la continuidad de la continuidad. Almendra es la primera hija de la hija menor de Delia. Y Delia navega omnipresentes en el mar de las palabras no dichas. O dichas con miradas, con lágrimas, con abrazos, con sonrisas. Porque Delia no está y es increíble que no esté para disfrutar de esta nieta exquisita que la vida le trae. Y a la vez está. Imposible que no esté.
Ella y su sabiduría. Ella y su sonrisa. Ella y su presencia. Ella y su absurda ausencia.
Almendra remite al nacimiento de Meli, su madre.
Allá... en Lanús. Tan lejos y tan ayer
La menor.
Almendra es en términos de género "la primera nieta de Delia". Prima de Camilo, su primer nieto.
No quiero. De verdad no quiero poner ni una cuota de mi eterna melancolía y mi inevitable nostalgia sobre un hecho que colma de felicidad.
Pero la felicidad no es completa si no se nombra a todos sus integrantes.
Y Delia es hoy, en el nacimiento de Almendra, una integrante imprescindible.

(5 de abril de 2017)

Silvia, mi cuñada


La que está entre Delia y mi madre (la segunda mirando de izquierda a derecha), es Silvia, mi cuñada.
Y digo mi cuñada porque lo sigue siendo aún cuando ya hace mucho tiempo que está separada de mi hermano.
Digo mi cuñada porque es mi forma de decirle Hermana.
Yo tenía 15 años cuando la conocí y al poco tiempo ella fue quien me hizo tía, pariendo a María Guadalupe, mi primera sobrina.
Ella fue quien se quedó conmigo en el caserón sanrafaelino cuando toda la familia se instaló en Buenos Aires por la enfermedad que finalmente le quitó la vida a mi padre.
Ella fue quien hizo todos los trámites para el velatorio de mi madre, muchos, muchísimos años más tarde.
Mujer sufrida, luchadora, guerrera.
Tengo con ella mil diferencias. Y con esas diferencias hemos construido un vínculo fraternal que no tiene fin. O al menos así lo vivo yo.
Ella es mi cuñada.
Hoy cumple 70 años.
Y yo le deseo lo mejor. Hoy y siempre.
Y aprovecho para agradecerle. Por todo.
Por todo.

(5 de abril de 2017)