sábado, 8 de abril de 2017

MICAELA GARCÍA. Y las otras 360 por año


La muerte, impostora, fue cómplice de la mano asesina.
La muerte, altarnera, ejercitó con las riendas del diablo para llevarnos con ella. Llevarnos, sí. Porque la muerte, soberbia, se instaló en cada una de nosotras, matándote.
La muerte, sorda, no se apiadó de nuestro aullido desesperado cuando vos desplegaste las fauces para emitir el bramido atormentado que te calló para siempre.
Porque todas aullamos con vos, berreamos con vos, gritamos con vos. Porque todas somos vos. A todas nos matan con tu muerte. Todas estamos sucias del barro en el que te enterraron, dejándonos andrajos de vos al descubierto.
Porque todas fuimos arrastradas, violadas y asesinadas con vos aunque algunas sigamos respirando.
Porque algunas sólo nos salvamos de la muerte pero tu muerte nos mata el aliento y nos redobla la fuerza.
Porque todas somos una aunque nos quieran convencer de lo contrario.
Todas y cada una estamos vestidas con la tempestad del semen feroz que te dejó sin aire. Todas y cada unas llevamos tu soledad a cuestas. Todas somos tan solitas como vos allí, asesinada en la hiel de una noche que de tan noche ya no tendrá día. Junto a vos y a nosotras también quedamos solas y asesinadas Ángeles Rawson, Wanda Taddei, Lucía Candela Rodrguez, Teresa Quiroga, Lucìa Pérez, Lucía Argüello, Marta Lanzetti, Agustina Salinas, Romina Ríos, Daiana García, y tantas tantas tantas que somos las que venimos muriendo con nombre y sin nombre y nos mencionan regodeados sólo con un número: 360 por año, como mínimo.
Somos vos, Micaela. Y no lo somos. Porque somos también todas las otras y, a la vez, tampoco. Porque éstas que somos seguimos vivas, y asesinadas al mismo tiempo.
Somos vos y no lo somos.
Porque vos y sólo vos y en vos todas las otras vistieron la túnica del horror con que las vistió el verdugo. Y aunque los jirones de esa vestidura nos eleve a la estatura de tu sufrimento sos vos y todas las otras las que han muerto enmudecidas.
Y no hay palabras y hay todas las palabras. Y no hay lágrimas que alcancen porque en cada una de ustedes, asesinadas, hay un péndulo de lágrimas que no cesa.
Una gotera de sangre me ensucia la cabeza, el corazón, el alma. Y no coagula. Se ensancha con tu muerte y con la que vendrá mañana.
Hasta cuándo.
Micaela García.
En vos a todas “las menos” de antes. Y a “las menos” que vendrán, inevitablemente.
Porque parece ser inevitable la injusticia de esta tumba profanada y femenina en que se ha ido convirtiendo el mundo.
(Stella Matute - 8 de abril, 2017)

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