viernes, 20 de diciembre de 2019

Como cada año... parecido y diferente...


Que los relojes bailen y no den las horas tan exactas.
Que Niní nos regale un millón de alegrías.
Que el arte nos asista. Y nos someta.
Que Aznavour nos susurre su penúltima canción.
Que Isadora vuelva envuelta en todas las banderas y dance desnuda en todas las plazas.
Que se inunde de risas y de ideas –y de Marcha- el Congreso.
Que los cartoneros se hagan dueños de Papel Prensa.
Que Mu-Mu reparta golosinas gratis.
Que los caceroleros guarden sus injustas cacerolas.
Que se derrumben los muros de la red y nos reunamos en las casas.
Y cantemos, y bailemos, y bebamos. Y que nunca más ayunemos.
Que no nos importe lo que no importa.
Que la amistad no suceda en posteos sino en charlas y miradas.
Que rememos en una balsa para recuperar el horizonte y que un cometa brillante pase justo a llevarnos de paseo.
Que Alicia nos abra su espejo y nos hable de lo eterno.
Que Alejandra escriba un poema más.
Que el Campo sea fértil y las Vaquitas sean nuestras.
Que le entreguen premio Nobel a los amigos y amigas que a la madrugada derraman tus lágrimas.
Que si los que amamos mueren, vuelvan.
Que la primavera dure seis meses este año, y que todas sus mañanas huelan a jazmines.
Que el otoño dure los otros seis meses. Y que sus hojas sean alfombras tendidas al encuentro.
Que las mañanas nos cobijen en anhelos.
Que las noches nos emborrachen de sueños.
Que los sueños se hagan realidades.
Que un decreto acabe con el hambre.
Que no mueran las mascotas.
Que Alberto pueda abrirnos caminos y no se la hagan tan difícil.
Que Cristina sea feliz como esa noche de hace poco.
Que las Abuelas le cocinen a sus Nietos.
Que los Nietos se encuentren con sus Abuelas.
Que nuestras Madres vuelvan a parirnos, una vez más, en una realidad más justa.
Que Amy nos cante sus penas y Jacques Brel sus amores.
Que nuestras palabras coincidan con nuestros actos. Siempre.
Que haya cielos bien celestes, aunque cuesten.
Que aparezca la alegría... como entonces.
Que tengamos 2020 motivos para reir a carcajadas.

Stella Matute / Diciembre 2019

miércoles, 9 de octubre de 2019

Un sueño. Una frase.

El destino es el lugar donde está ocurriendo la vida. (Desperté diciendo esa frase. Como si alguien me la dijera desde algún sitio. Me parece tan cierta y extraordinaria...)


A esta altura creo que al único que le interesa que tengas buen corazón es a tu cardiólogo... (otro sueño)


Trabajamos con los textos que nos llegan. Podemos cambiar la puntuación para cambiar el sentido. Pero nada más. (Frase de un sueño el 8 de julio de 2019)


Me dijeron en un sueño: "sea como sea la muerte deja una marca endeleble en los que quedamos vivos". Me acordaba quién lo decía en el sueño hasta el momento en que decidí grabarlo para recordarlo. En ese momento me olvidé quién me lo dijo... (madrugada del 27-12-2012)

“Despedirse es dejar de pedir.
Despedir. Des-pedir.
Dejar de pedir.”
(Una voz me decía esto en un sueño el 14/02/19)

lunes, 23 de septiembre de 2019

YA ESTÁS DESPIERTA EN MÍ

Me dicen que dormís... y que es muy improbable que despiertes.
No quiero creerlo. Prefiero no creerlo. Elijo no creerlo.
Porque si lo creo tengo que creer que, definitivamente, somos dos tontas.
Que nos pusimos tontas y como tontas que nos pusimos no priorizamos el amor.
Esta tristeza que tengo en este momento tiene que ver con el amor. Y si este amor existe ES, porque existe.
Porque somos, porque seguimos siendo en esos 25 años que reímos y lloramos tantas veces.
Y eso rescato y allí hago pie.
Vas a despertar porque estás despierta en mi a pesar de la distancia tonta que nos impusimos.
Te quiero, Esther.
Porfiadamente... así... como somos vos y yo.
Capricornianamente porfiadas, tercas y obcecadas.
Dormís, dicen.
Pero estás despertando porque ya estás despierta en mí.



domingo, 22 de septiembre de 2019

CAMARINES

Camarines...
Pequeños espacios de vida extraordinaria.
A veces hermosos, a veces horribles, a veces improvisados, a veces incómodos, a veces confortables. Fríos, calurosos, húmedos, amplios, pequeñísimos.
Siempre entrañables. Siempre alimentando expectativas, nervios, ansiedades.
Camarines...
El preámbulo de la fantasía.

Ahí estamos antes de enfrentar la oscuridad que nos devora debajo de las luces que nos protegen.
Camarines...




lunes, 2 de septiembre de 2019

La persona y el artista

En estos días de locura neoliberal, la decisión de Lucrecia Martel sobre no asistir a aplaudir la pelíula de Polanski vuelve a poner sobre el tapete ese temita sobre que hay que "separar al artista de la persona" como si eso fuera posible. En esta sociedad hipócrita y exitista la cuestión tiene sólo que ver con la celebridad... Yo siempre digo lo mismo: si el verdulero de la esquina de tu casa es un buen verdulero, lava su fruta y su verdura, la exhibe maravillosamente, jamás tiene mala mercadería, tiene buenos precios, es simpático... un buen verdulero, bah... pero te enterás de que violó a una piba ni se te ocurre pensar en "separar el oficio de la persona"... estoy segura de que sin dudarlo lo condenás y no le comprás nunca más. Polanski es un abusador -entre otras delincuencias-, Allen es un abusador... por muy lindas películas que hagan. Aplaudirlos y endiosarlos es revictimizar a sus víctimas. Es que vuelvan a sentirse abusadas. Y, fundamentalmente, que vuelvan a sentirse solas. Solas. Solas. Eso es lo que yo creo...

jueves, 1 de agosto de 2019

AGOSTO 2019

He despertado Agosto, esta mañana.
Agosto ruda macerada,
Agosto sembrado de ausencias.
Agosto agazapado. Injusto.
Agosto...
Agosto que duele en el cuerpo y en el alma.
El mes de mis peores efemérides.
El mes de mis dolores bisagra.
Agosto...

Agosto Pacha mama. Agosto madre tierra.
Agosto ocho infinito.
Agosto.

jueves, 6 de junio de 2019

6 de junio, Desde mi siempre y para mi siempre


Hoy es una de tus fechas, hermana.
La más importante, quizá. La de tu nacimiento, la que era celebración y ahora es carencia.
No estás y sin embargo estás más que antes, más que nunca, más que siempre.
¿Sabés? Tenían razón quienes decían esa revolución de dolor que me causó tu muerte se iba a calmar. Se calmó. La revolución se calmó. Y le dio paso a este dolor acompasado, constante, calmo, tranquilo, finito, manso, pandito, solitario. Este dolor que llevo a veces sobre mis hombros, a veces bajo el brazo, otras en el regazo. Lo acuno, lo mezo, lo bailo a veces...
¿Sabés? Un día me di cuenta de que estaba recogiendo los pedazos de mi alma para ir ordenándolos como un rompecabezas de piezas infinitas. Se fue armando de a poco pero algunas piezas se perdieron en el río de lágrimas, en los insomnios demoníacos, en la incomprensión furiosa. No importa... los pinté para que no se note la falta. Era necesario.
¿Sabés?... nadie soporta ver los agujeros que deja el duelo.
Al jardín devastado le planté nuevas flores. Y así la gente cree que mi jardín está intacto. Pero en cada color está la sombra de tu ausencia, a cada flor le falta un poco del olor de tu risa, a cada árbol le falta el brillo de tu mirada. Pero ya no se lo digo a nadie. Todos creen que estoy entera y que ya pasó. A vos, que siempre me entendiste, puedo contártelo sin disfraces. Cada día te pienso. Cada día te necesito. Cada día te extraño. Cada día me sigo preguntando por qué por qué por qué por qué... Y me contesto, claro, que porque así es la vida. Y sigo. Algo más que me enseñaste en este andar de mi vida compartida con tu vida, de mi vida compartida con tu muerte, de mi muerte compartida con la tuya: se puede seguir andando aún estando rota. Me lo enseñaste antes, sosteniéndome en el camino y volviste a ensañármelo luego, desde nueva manera de tu existir infinito y eterno.
Acá estoy, hermana. Con una copa de rico vino malbec, frente a tu torta de cumple imaginaria, cantándote el "que los cumplás muy felices" en ritmo de marcha peronista que es como lo canto ahora. ¿Te reís? Si... siempre te divirtieron mis tontas ocurrencias. Siempre las estimulaste, también.
Como cada 6 de junio durante toda mi vida, acá estás, acá estoy.
Te amo, hermana.
Feliz cumple en el centro de mi corazón. Desde mi siempre y para mi siempre.

domingo, 2 de junio de 2019

Un domingo

En ese costado del alma que recibe los NO ya hay un callo milenario que amortigua el dolor.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Nace Gertrudis. El mismo día en que Evita cumplió 100 años


Empezamos a ensayar Gertrudis en julio del año pasado. Con Santiago Doria empezamos a encontrarnos para leer el texto, para analizarlo, descifrarlo, desentrañarlo.
Después se fueron sumando amorosas voluntades y fuimos generándole un tibio útero a esa Gertrudis que prometía ser diferente a otras. Ni mejor ni peor. Diferente. Fuimos fundando las bases de su vida futura. Alrededor de fin de año, un poco antes de las Fiestas, ya habíamos comenzado a buscar lugares, horarios, formas para su alumbramiento… El sitio donde nacerá dentro de unas horas, se fue imponiendo como el indicado. Pero ese lugar tenía muchos compromisos previos y quedamos anhelantes de que algún horario nos fuera concedido para que el nacimiento fuera allí. Nos confirmaron un día que no era el que anhelábamos. A qué negarlo… cuando me dijeron que sería un martes, no me gustó. Pero casi de inmediato supe que la fecha de su parición sería el 7 de  mayo. El día en que nuestra Amada Evita hubiera cumplido 100 años. Eso me motivó al instante y acepté contenta el desafío. Después de tanta búsqueda, de tanta espera, de tanta expectativa, que surgiera esa fecha se me impuso como una “señal”.

Nuestra Gertrudis nace el mismo día que Evita. Nuestra Gertrudis nace cuando Evita cumple 100 años. Y digo cumple porque está a la vista que sigue cumpliendo y que cumplirá por siempre.
A horas de nacer, nuestra Gertrudis ya presenta dolores de parto, pero viene bendecida por demás. Fue concebida por un padre maravilloso: Fernando Musante, que la gestó especialmente para esta madre que la haya gestado durante nueve meses… me da por sentir que es la hija que este matrimonio maduro ha podido originar.  Tiene un Padrino de Oro: Santiago Doria. No me cabe en el pecho la felicidad de haber sido conducida por su buen gusto, su adorable criterio, su maravilloso trato, su inmenso talento. Una madrina que es la mejor que puede tener: Graciela Ramirez. Su amor, su paciencia, su compañía constante, han sido parte fundamental de lo feliz de este recorrido.
El ajuar se lo preparó Alejandro Mateo en ropas, ropitas, detalles, cuna en módulos y una dedicación entrañable.
La acuna la música deliciosa de Santiago Rosso, un artista talentoso y entusiasta.
La peina Miriam Manelli y la pone bonita la Cholu Cholu Dimola.
Su niñera, que se ocupa de que todo esté bien a su alrededor, es Silvina Macri.
Los souvenirs son responsabilidad de Pablo Hulgich, el mejor diseñador gráfico que se puede tener.
¿Qué más puede pedir esta madre que dará a luz en unas horas? Nada… Sólo cantar una larga y profunda OOOOOOOOOOOOOOOOO para que la niña nazca serena bajo este rayo de luz que la ilumina. Esa OOOOOOO aprendida en el Estudio de Eutonía de la siempre generosa Frida Kaplan, madraza mía, que solidaria como siempre nos albergó para que cada ensayo sea una ceremonia.
Aquí voy… Nerviosa y agradecida. Feliz y agradecida. Asustada y agradecida. Expectante de que esa “señal” sea realidad: que nos proteja nuestra Santa Evita.
(Y un gracias enorme a todas y todos quienes nos han ayudado en diferentes cuestiones. Y a quienes nos han ayudado a difundir y nos han deseado bellas cosas.)
STELLA MATUTE / 7 de mayo, 2019



domingo, 17 de marzo de 2019

CUANDO MUERA

Cuando me toque irme de este mundo simplemente moriré. No me iré de viaje ni me iré de gira. Moriré. No seré luz ni ángel ni energía sanadora. Moriré.
Si hice durante mi vida algunas cosas bien, algunas cosas buenas, quedaré en el recuerdo emocionado de algunas gentes -ojalá sean muchas y muchos-. Pero estaré muerta. No leeré facebook ni instagram ni twitters. Me iré sin saber aquello que no me dijeron.
Por eso creo que está bueno decir y escuchar todo aquello que diría si supiera que voy a morir y todo aquello que me dirían si muero. Acá. En este plano en el que tenemos orejas para escuchar, ojos para ver, capacidad para emocionarnos y cabeza para reflexionar.
Es una hermosa fantasía pensar que después de la muerte quien murió oye, escucha y ve. Pero no. Si en todo caso hay algo más allá no será -no debería serlo- conectado con lo que ya tuvimos en este misterio llamado vida. De la misma manera que no hubo conexión con lo que pasó antes si es que algo pasó antes de venir.
Eso creo.
Acá somos dioses y demonios.
Acá. Ahora.

lunes, 11 de febrero de 2019

ADIÓS HERMANO CRUEL


Ella está triste. Ella es triste, más allá de las posibles alegrías. Ella lleva una tristeza de otro tiempo, una tristeza de tiempos antiguos, esos tiempos que no se recuerdan con claridad pero sí se comprenden grabados a fuego en la carne del alma. Esos tiempos que dejan sensaciones -esquivas en el recuerdo- devenidas en tics, en fobias, en obsesiones. Ella tiene tic, fobia y obsesión. Ella se enraizó justiciera en una tierra que no abona la justicia pero exige ser justo. Que no es lo mismo pero es igual. Un tic que imita el sonido de pedido de silencio. Shhhhh shhhh shhhh… no grites, no hables, no digas. Shhhh shhhh shhhh. Me duele no no duele ya va a pasar y mirá cómo te gusta estamos jugando ¿acaso no te gusta jugar conmigo? Ellla ríe con los ojitos llenos de lágrimas y calla. Shhhhh shhhhh shhhhh… ¿Cuándo empecé a hacer el tic, mamà?, preguntó ella una vez. UUUUuhhhhh tan chiquita eras… saliste del baño grande haciéndolo y ya no dejaste de hacerlo nunca más. Hacía poco que ibas al baño solita. ¿Y mi fobia a los pelos mojados, mamá? También te agarró en el baño. Te ponías como una loca si había pelos en el jabón, en la bañera, en el piso. Era difícil lavarte la cabeza, tan buenita que eras siempre. Shhhhhh Shhhhh Shhhhh… Y las pesadillas y los terrores nocturnos y hacerse pis en la cama y no poder dormir sola y la mano de su hermana por debajo de la almohada para que dejara de llorar. Ella sabía que algo estaba mal, pero no sabía muy bien qué era. Shhhhh shhhh shhhh este es nuestro secreto le decía su hermano. Nadie tiene que saberlo. Un día, de repente -o al menos así lo recuerda ella- su madre se obsesionó con que ella y su hermano no podían estar solos nunca. Nunca. A él le prohibió que se le acercara y a ella le ordenó que nunca hay que estar sola con un varón. Ella no entendió demasiado pero le gustó esa orden. Igual él siempre encontraba los momentos para convocar al horror disfrazado de juego. En la siesta silenciosa, en el campito de la escuela cuando estaban de recreo, en el galpón de la casa de la abuela cuando todos estaban distraídos con sus cosas. Ella tendría 5 y él 12 o ella 6 y él 13 o ella 7 y él 14… algo así. Ella no se acuerda bien. Ella nunca se acordó claramente de estas cosas salvo en pesadillas, sensaciones, flashes, sueños raros, su tic, su fobia, su idea fija de justicia. Siempre aparecía él en sus sesiones cuando hablaba de estas cosas. Y el miedo. El miedo que siempre le tuvo luego. Un miedo abonado en la violencia que de grande él nunca escondió. Le pegó al mundo entero. A ella, a la madre, a su esposa, a sus hijos, al vecino que le hacía frente, al desconocido que se le cruzaba.

Ella nunca recordó claramente hasta que un día su hermano confesó haber violado a dos mujeres. Lo confesó de manera pública y en forma rotunda en una red social. Como si estuviera hablando del tiempo. Pidió un leve perdón a sus hijas y vomitó su hecho pidiendo redención. Confesó que a los dieciséis años violó a una muchacha en la terminal de su pueblo. Y que de esa violación apareció un hijo tres años después en un juzgado de menores. Lo confesó dejando en claro que su padre y su madre lo sabían y lo asesoraron para que negara todo.

Ahí, a ella se le descorrió un telón negro, espeso y pesado que cubría su memoria. Todas sus memorias. La real, la sensible, la física. Ahí ella pudo oler esos pelos que se refregaban por su cuerpo, por su cara. Pudo ver los ojos demoníacos de su hermano atravesándola al sonido de sshhhhh shhhhh este es nuestro secreto, estamos jugando o acaso no te gusta jugar conmigo. Shhhh shhhh shhhhh. Y a pesar de los años, muchos, transcurridos ella volvió a sentir la vergüenza, el terror, la parálisis de las mandíbulas, el ahogado pedido de socorro, de que terminara, el asco de ese líquido espeso derramado en su cuerpo, en su cara, en sus axilas, que él le limpiaba después con papel riéndose y ya ausente. La dejaba solita en el baño, ese baño inmenso de esa inmensa casa. Ella se sentía rodeada de pelos que como monstruos la amenazaban con enredarla para siempre si le contaba a la mami o a su hermana.

Ella se hizo mujercita a los nueve. Temprano y con disfunción hormonal aguda que la sumió en anemias varias difíciles de tratar. Ella recuerda eso ahora, a la luz de los recuerdos y entiende la orden tranquilizadora de su madre. Vos a ella no te acercás y vos no podés estar sola con un hombre. Igual él se las arreglaba, ya lo dije. Eran juegos que la mami no entendía, decía. Y no le importaba la sangre.

Ella se lo pregunta al hermano. Él primero niega pero después confirma. Bien que te gustaba pendeja de mierda le dice entre otros muchos insultos.

Ella recuerda y llora. Sueña y llora. Traga saliva y llora. Le cuesta contarlo. Le cuesta admitirlo. Le cuesta. Ella se da cuenta de que recurre menos al tic. Y que puede limpiar los pelos sin tanta náusea.

Ella derrama un manto de piedad sobre su madre. También sobre su padre. Pero no puede no preguntarse cuánto sabían, cuánto más ocultaron, cuántos de aquellos silencios en el almuerzo o en la cena estaban cargados de secretos inconfesables, cuánto más no dijeron diciendo sólo que el varoncito de la familia tenía problemas. Ella hace cuentas. Su padre murió muy poco después de lo que el hermano cuenta. Cuánto dolor se llevó ese secreto. Cuánto secreto se llenó de dolor. Cuánta sombra se necesita para tapar la oscuridad.

Ella agradece vivir hoy en un tiempo en los que las mujeres no están tan solas. Han podido alzar la voz y se han vuelto una. Pero igual le es difícil. Aunque sepa que ella puede ser cualquiera de nosotras. Inclusive puedo ser yo.


(Stella Matute - Diciembre, 2018. Un ratito antes de "las Fiestas")

viernes, 8 de febrero de 2019

Le desato los nudos y la libero

Hace días y días y días que la pienso.
Hace horas y horas y horas que me pregunto cómo homenajearla este año, en esta fecha.
"Mi mamá me ataba a mi hermano menor con una sábana al cuerpo para que yo pudiera hacer las cosas de la casa sin que él llorara", me dijo un día.

"Cuando estaba en tercer grado me gané el primer premio en un concurso de dibujo. Cuando llegué a mi casa, contenta, y lo conté, mi papá me dio una paliza y no me dejó volver nunca más a la escuela", me contó otro día. 

Esas dos anécdotas me contaron -me cuentan- la infancia de mi madre.
¿Cómo reclamarle, entonces, a esa mujer algunas cosas que no hizo, algunas cosas que no dijo, algunas cosas que prefirió callar, u olvidar -quién sabe-? 
Hace unos días arrojé sus cenizas al río.

Hoy era su cumpleaños. 
Sí, el 8 de febrero era el cumpleaños de mi madre. Fecha de encuentro familiar. Fecha de festejo. Mi madre. 
Me pregunto hoy por sus deseos, por sus ilusiones, por sus angustias. Me pregunto hoy por sus silencios. Me pregunto hoy por sus lágrimas mientras cocinaba. Por sus enojos extraños. Por sus bordes doloridos. Por ese color de soledades rotas.
La cubro hoy con un manto de comprensión. La acuno. Le canto su canción preferida. Le beso sus lágrimas de tierno gris de paloma maltrecha. Le desato los nudos y la libero. 
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MAMI! Descansá en paz. Aquí estamos para desandar lo malandado. Te lo prometo.






lunes, 28 de enero de 2019

LIBERACIÓN

“No será acaso que en todo el Universo 
no hay más que un solo Gran Grito, 
que expresa la Angustia, la Alegría, el Éxtasis y el Dolor: 
el Grito de Creación de la Madre.” 
(Isadora Duncan)

 Hoy fui a arrojar al agua las cenizas de mi madre. Fui solita. O no.  Tal vez no tan solita porque estábamos: ella -sus restos-, mis recuerdos, algún espíritu solidario, y todas mis ausencias.
Después de diez años y medio pude, finalmente.
Y fue como pude. Casi en un impulso.
El peso de esa cajita es inversamente proporcional a su tamaño. Tiene un peso raro. Distinto a todos los pesos.
¿Está ella aquí, sobre mi hombro? me pregunté mientras caminaba hacia el destino elegido. Y concluí que sí y que no al mismo tiempo.
Elegí el lugar sobre uno de los puentes -el que consideré más alejado- de Puerto Madero. "Todo bonito", como decía ella. Me senté con las piernas colgando hacia el río y rogué que nadie se acercara a advertirme que eso no estaba bien. Me puse la preciosa carga sobre el regazo y pensé en la paradoja. Su regazo y el mío. Su regazo acunando mi vida, el mío acunando su muerte. Pero también su vida. Fui desatando los nudos. Los del paquete y los del pecho. Abrí lentamente la cajita de madera y me pregunté qué haría luego con ella. Con la cajita. Saqué de adentro una bolsa negra que no se parecía a ninguna otra bolsa. La apreté contra mi pecho, cerré los ojos y viajé directo al vientre de mi madre, allí, donde comencé a latir hace ya tantas edades. Otra vez el peso en mis brazos me resultó raro. Rarísimo. ¿Cuánto pesa este paquete tan pequeño y tan pesado? Estuve abrazada –aferrada, tal vez- un tiempo sin tiempo a ese atado de vida y muerte.
Fui abriendo de a poquito esa extraña bolsa negra no parecida a nada conocido y con los dos brazos estirados como prolongándome en ella,  la giré sobre el río. Y también fue inaugural esa visión de una cascada abrumadora y sutil, gris y brillante, que fue cayendo casi en cámara lenta al agua marrón del río porteño despertando un sonido también desconocido . Todo distinto a todo lo distinto. Pensé en el Atuel, en el Diamante, en Valle Grande, en El Nihuil, en Los Reyunos. En esas aguas cristalinas de montaña que supieron acunarla y asustarla. Pensé en el mar “bonito” que tanto amaba mi madre. Pensé en sus sueños, en su vida simple, en su amor severo, en su austera ternura. Cuando la última de sus cenizas llegó al agua, un bordado de imágenes se dibujó claro, clarísimo, y se fue deslizando lentamente a favor de la corriente. Un bordado, un tejido, una pintura. Ella estaba allí, artesana primitiva de manos de oro. Ví clarito, clarito, dibujados en el agua sus mateles, sus carpetitas, sus flores en la heladera, sus bolsitas múltiples, sus alhajeros, sus botellas transformadas en floreros, sus adornos decorados a prepotencias de horas y pinceles.
Allí se iba mi madre custodiada en arabescos. Y yo un poco con ella.
No fue como ella quiso. No fue como lo imaginé.
Fue como pude.
Volví a mi casa caminando despacito. Bebiéndome la vida a bocanadas. Dejándome atravesar por una Santa Rita explotada en flores de una esquina de San Telmo.
Estoy en paz.










“No será acaso que en todo el Universo

no hay más que un solo Gran Grito,

que expresa la Angustia, la Alegría, el Éxtasis y el Dolor:

el Grito de Creación de la Madre.”

(Isadora Duncan)



Hoy fui a arrojar al agua las cenizas de mi madre. Fui solita. O no. Tal vez no tan solita porque estábamos: ella -sus restos-, mis recuerdos, algún espíritu solidario, y todas mis ausencias.
Después de diez años y medio pude, finalmente.
Y fue como pude. Casi en un impulso.
El peso de esa cajita es inversamente proporcional a su tamaño. Tiene un peso raro. Distinto a todos los pesos.
¿Está ella aquí, sobre mi hombro? me pregunté mientras caminaba hacia el destino elegido. Y concluí que sí y que no al mismo tiempo.
Elegí el lugar sobre uno de los puentes -el que consideré más alejado- de Puerto Madero. "Todo bonito", como decía ella. Me senté con las piernas colgando hacia el río y rogué que nadie se acercara a advertirme que eso no estaba bien. Me puse la preciosa carga sobre el regazo y pensé en la paradoja. Su regazo y el mío. Su regazo acunando mi vida, el mío acunando su muerte. Pero también su vida. Fui desatando los nudos. Los del paquete y los del pecho. Abrí lentamente la cajita de madera y me pregunté qué haría luego con ella. Con la cajita. Saqué de adentro una bolsa negra que no se parecía a ninguna otra bolsa. La apreté contra mi pecho, cerré los ojos y viajé directo al vientre de mi madre, allí, donde comencé a latir hace ya tantas edades. Otra vez el peso en mis brazos me resultó raro. Rarísimo. ¿Cuánto pesa este paquete tan pequeño y tan pesado? Estuve abrazada –aferrada, tal vez- un tiempo sin tiempo a ese atado de vida y muerte.
Fui abriendo de a poquito esa extraña bolsa negra no parecida a nada conocido y con los dos brazos estirados como prolongándome en ella, la giré sobre el río. Y también fue inaugural esa visión de una cascada abrumadora y sutil, gris y brillante, que fue cayendo casi en cámara lenta al agua marrón del río porteño despertando un sonido también desconocido . Todo distinto a todo lo distinto. Pensé en el Atuel, en el Diamante, en Valle Grande, en El Nihuil, en Los Reyunos. En esas aguas cristalinas de montaña que supieron acunarla y asustarla. Pensé en el mar “bonito” que tanto amaba mi madre. Pensé en sus sueños, en su vida simple, en su amor severo, en su austera ternura. Cuando la última de sus cenizas llegó al agua, un bordado de imágenes se dibujó claro, clarísimo, y se fue deslizando lentamente a favor de la corriente. Un bordado, un tejido, una pintura. Ella estaba allí, artesana primitiva de manos de oro. Ví clarito, clarito, dibujados en el agua sus mateles, sus carpetitas, sus flores en la heladera, sus bolsitas múltiples, sus alhajeros, sus botellas transformadas en floreros, sus adornos decorados a prepotencias de horas y pinceles.
Allí se iba mi madre custodiada en arabescos. Y yo un poco con ella.
No fue como ella quiso. No fue como lo imaginé.
Fue como pude.
Volví a mi casa caminando despacito. Bebiéndome la vida a bocanadas. Dejándome atravesar por una Santa Rita explotada en flores de una esquina de San Telmo.
Estoy en paz.

28 de enero de 2019

miércoles, 23 de enero de 2019

CUMPLIR

CUMPLIR
Hacía mucho que no me pasaba. Y me ha pasado muy pocas veces. Pero este año no quería cumplir años. Desde que empezó a acercarse la fecha, no quería. No quería que llegara, no me daban ganas de festejar. Pero el tiempo es inevitable y todo llega. Y pasa. Todo llega y pasa.
Cumplir. Cumplir tiene varias acepciones. Cumplir significa llenar, completar. También significa obrar en conformidad con algo prometido; remediar algo; proveerle a alguien algo que le falta y, claro, llegar a tener una edad nueva.
Tal vez este año no tenía ganas de cumplir años porque tal vez durante el año que pasó he cumplido demasiado. Esa exigencia de completarlo todo, de respetar lo prometido, de remediar lo necesario, de proveer a quien le falta. Pero cumplir años es inexorable -y está bien que así sea- y cumplí. Una vez mas. Y van…
Se imponen las GRACIAS. GRACIAS así, con mayúsculas, colosales, gigantescas.
Una vez más me han hecho sentir muy querida. Muy.
A todas, todos y cada une de quienes se tomaron el trabajo de escribirme, dedicarme unas palabras, un deseo. Por posteos públicos, por mensajes privados, por whatsapp, por llamadas, por cada canal de comunicación. Descomunal catarata de amor que me completa.
Gracias a quienes se hicieron cargo de organizarme un festejo… en este afán de no tener ganas de cumplir, no hubo impulso. Pero ya se encargaron quienes me aman de armar una ceremonia de abrazos. Gracias Fernando por tanto trabajo, las delicias, los sabores, los olores, la dedicación. Gracias Lautaro, siempre. Gracias Graciela por tu incondicionalidad. Gracias Francisco por insistir. Gracias Frida, Mónica K., Mónica S., Virginia, Clarita, Marcelo, Alfredo, Maggie, Gustavo, Héctor, Vero, Asiri, por estar, por preguntar, por porfiarme las no ganas.
Cumplir es completarse, ya lo dije. Y estoy completa hoy, aquí y ahora. Este año hasta la torta fue redonda. Como un mandala. Como un desafío a completarme. Y dedicada a una Reina. Mi Gertrudis, que me anda anidando en estos días.
Ya estoy habitando nueva edad.
Andará El Diablo este año obligándome a iluminar oscuridades. Intentaré “cumplir” con su exigencia.
Para eso voy a necesitarles a ustedes, les aseguro. Sí, a ustedes, amigues, amores, hermanes. Que son la fuente de luz imprescindible para iluminar mi ruta.

201/01/19

miércoles, 9 de enero de 2019

NO A LOS CHISTES MACHISTAS. BASTA DE PATRIARCADO


Soy de las que piensan –estoy convencida- que el derrumbe del patriarcado llegará de la manos de todas y todos o no llegará. También estoy segura de que el cambio no es fácil, más bien lo contrario, y exige estar repensándonos y reconstruyéndonos (más que deconstruyéndonos) todo el tiempo.
Hace algunos años la escuché decir a la autora y directora teatral Mariela Asencio que una vez que se corre el telón que cubre la naturalización de la violencia patriarcal, ya no puede dejar de verse. Y es así, tal cual. Ya no se puede dejar de ver la violencia sobre la mujer en las publicidades, en los chistes, en los comentarios, en los noticieros, en los programas de televisión, en el laburo.
En fin… se descorrió el telón y se ve, se ve, se ve.
Y se sufre.
Entonces, pasamos a ser “les mala onda de los grupos”. Y digo “les” porque no es exclusividad de las mujeres ver y cuestionar los chistes, comentarios y signos machistas que nos rodean –y deberían interpelarnos- todo el tiempo. Es necesario que no nos moleste sólo a las mujeres, es imprescindible que nos moleste a todas y todos. De hecho hay muchos varones que ya están alertas y también cuestionan, descifran, explican.
“Los feminicidios son el final de una cadena de discriminaciones que sufren las mujeres”, leí alguna vez en un sitio web español. Esa nota también decía que “no son hechos aislados, sino que forman parte de una violencia estructural que coloca a las mujeres en situaciones de vulnerabilidad”. Los chistes degradan, los medios de comunicación convierten en objeto, el mundo laboral desvaloriza y todo eso sirve de caldo de cultivo para la violencia más extrema tanto en las relaciones de pareja como en el mundo laboral y profesional.
Haciendo “Fragmentos de un pianista violento” (un espectáculo sobre violencia de género) aprendí muchísimo sobre este tema y sus diferentes tipos: física, simbólica, psicológica, sexual, económica, patrimonial, obstétrica…
Escuché a víctimas y escuché a especialistas. Leí, me informé. Me sentí identificada, interpelada, vulnerada.
Pero por sobre todas las cosas, se me descorrió el telón.
Ya no puedo dejar de verla.
Ni tampoco dejarla pasar.
Ya no me río de los chistes machistas.
Ni le pongo comprensión a los "contextos que los contienen".
Y mucho menos pido disculpas por poner sobre el tapete cuando en un grupo, el que sea, aparece la violencia sobre la mujer disfrazada de chanza.
Sólo en Argentina una mujer cada 35 horas es asesinada sólo por ser mujer. No me jodan con que hay que justificar chistes que alimenten eso.

jueves, 3 de enero de 2019

Reflexión desde un sueño

Un hombre que se susurra con detalles su historia es alguien que atraviesa la violencia del silencio sin ganas.
(23/01/18)