Cuando me toque irme de este mundo simplemente moriré. No me iré de viaje ni me iré de gira. Moriré. No seré luz ni ángel ni energía sanadora. Moriré.
Si hice durante mi vida algunas cosas bien, algunas cosas buenas, quedaré en el recuerdo emocionado de algunas gentes -ojalá sean muchas y muchos-. Pero estaré muerta. No leeré facebook ni instagram ni twitters. Me iré sin saber aquello que no me dijeron.
Por eso creo que está bueno decir y escuchar todo aquello que diría si supiera que voy a morir y todo aquello que me dirían si muero. Acá. En este plano en el que tenemos orejas para escuchar, ojos para ver, capacidad para emocionarnos y cabeza para reflexionar.
Es una hermosa fantasía pensar que después de la muerte quien murió oye, escucha y ve. Pero no. Si en todo caso hay algo más allá no será -no debería serlo- conectado con lo que ya tuvimos en este misterio llamado vida. De la misma manera que no hubo conexión con lo que pasó antes si es que algo pasó antes de venir.
Eso creo.
Acá somos dioses y demonios.
Acá. Ahora.
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