Me dicen que dormís... y que es muy improbable que despiertes.
No quiero creerlo. Prefiero no creerlo. Elijo no creerlo.
Porque si lo creo tengo que creer que, definitivamente, somos dos tontas.
Que nos pusimos tontas y como tontas que nos pusimos no priorizamos el amor.
Esta tristeza que tengo en este momento tiene que ver con el amor. Y si este amor existe ES, porque existe.
Porque somos, porque seguimos siendo en esos 25 años que reímos y lloramos tantas veces.
Y eso rescato y allí hago pie.
Vas a despertar porque estás despierta en mi a pesar de la distancia tonta que nos impusimos.
Te quiero, Esther.
Porfiadamente... así... como somos vos y yo.
Capricornianamente porfiadas, tercas y obcecadas.
Dormís, dicen.
Pero estás despertando porque ya estás despierta en mí.
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