Me acuno y descansa mi tristeza en el tejido suave del hilo invisible que hoy nos une a los que lo lloramos.
A los que lo aplaudimos.
A los que nos sentimos hoy un poco más solos y a la vez más acompañados.
Hoy la vida toda se viste de Fidel.
Y agradezco haber vivido en este tiempo que lo tuvo.
Y agradezco estar de este lado de esa grieta que también nos divide de los canallas que hoy festejan.
Acá estamos, compañerxs.
Del lado de la vida.
De esta vida que fue y seguirá siendo un poco más digna porque Fidel estuvo aquí.
sábado, 26 de noviembre de 2016
martes, 1 de noviembre de 2016
Un paréntesis llamado Cuba
Cuba. Viejo sueño. Antiguo, milenario.
Cuba. Malecón, el Prado. Vistos antes. Y a la vez no.
Cuba. Patria revolucionaria.
Isla diminuta, pueblo inmenso.
Gigante en su dignidad. Ejemplo aguerrido. Lucha incansable.
Resistencia luminosa.
Amenazada, injuriada, saboteada, bloqueada; Cuba resiste
desde su escasez y su opulencia.
Experta en contrastes, interpela al progre que llega a ver
cumplido su horizonte de ilusorias revoluciones. Una revolución es mucho
esfuerzo. Es negociar lo innegociable, es soportar lo insoportable. Y Cuba
soporta. Y sonríe y llora y pide y da y baila y canta y se cansa y se sienta y
cuando parece que va a dormirse vuelve a ponerse de pie y sonríe y llora y pide
y da y baila y canta... Y soporta. Y resiste. Ya quisiera yo ver a los chicos de la izquierda argentina soportar lo que Cuba soporta...
Cuba es un paréntesis para los que vivimos en el demencial
mundo del libre mercado. En ese paréntesis es muy difícil comprender algunas
cosas. Falta cosmética en sus edificios, pero no falta comida en ninguna mesa.
Falta plata en muchos bolsillos, pero no falta escuela para ningún niño. Te
piden monedas, jabones, biromes, cremas, ropa, pero no te roban. Es más, si se
te cae la billetera te la devuelven. Y te avisan que llevás la cartera abierta.
Vi escasez pero no robos, ni peleas, ni un solo ser humano durmiendo en la
calle. Vi necesidad de estar mejor pero ganas de estar ahí, defendiendo su
identidad. Los policías parecen personas y te sonríen (aunque hayas cometido
dos contravensiones), los militares no te asustan (aunque te digan que no se
puede estar donde estás).
Los jóvenes sueñan con otros horizontes pero no se suicidan
ni asesinan.
No hay francotiradores ni matanzas en las universidades.
Tienen otro ritmo. Ni más lento ni más rápido. Otro.
Rodeados de mar tienen la mirada diáfana aunque a veces se les entristezca.
Tienen dientes sanos y si se les rompen tienen implantes gratis. Y sin colas ni
turnos a meses.
Tienen gran educación. Todos saben de historia
latinoamericana.
Todos saben de nosotros, de Cristina, del canalla actual.
Hasta los que no quieren mucho a Fidel reconocen a Chavez
como un amigo de Cuba.
Todos aman al Ché, lo sienten propio, se les ilumina la
mirada al nombrarlo. Los músicos cantan "Hasta siempre Comandante" en
las esquinas, en las ventanas, en los bares, en las calles.
Y quieren mucho a Messi y a Maradona. Y al Papa, porque es
argentino.
Como dijo el Gran Galeano: "no hay que confundir a Cuba
con un paraiso, pero hay que saber que está bien lejos de los infiernos que
solemos vivir en esta América apaleada" (versión libre de su frase).
Cuba no es un sueño, ni una fantasía, ni lo que cada uno de
nosotros, burguesitos clase media, queremos que sea. Cuba es Cuba. Vive
"defendiendo su vino, que es amargo pero es su vino".
Me traje en el alma a Alberto, el barrendero de Copacabana
comparando mi día de turista con su sueldo; a Daniel pedalenado kilómetros de
dolores orgulloso de sus estudios y su honra; a Ifrain con sus melancólicos 23
años deseando jugar en la Liga Nacional de fútbol lejos de su casa para ayudar
a su familia; a la rubia "vecina de Marta" estafándonos unas monedas
en falsa oferta de habanos; a la moza sonriente que desea ser atendida como
ella atiende; me traje a Marta anfitriona cariñosa y madraza; a Vivian con su
claridad política; a Mildrei y sus cuidados familiares; la charla con el
cocinero de una fonda que dijo sin dudar "la cosa es económica. Aquí nadie
quiere que esto se caiga, sólo queremos estar mejor"; me quedé con la
generosidad extrema de Lázaro, con la cultura general de Acelia; con el deseo
desmesurado de que el imperio levante el bloqueo de verdad, pero sin tantas
exigencias; a Jesús padre y Jesús hijos tan distintos en la mirada de su misma
historia.
Todas y todos poniéndole chévere a la escasez, risas a la
tristeza, música a la adversidad.
Me quedo con el color de las callecitas de La Habana Vieja;
la longitud interminable del Malecón; el azul sereno de su mar; el recibimiento
del Ché en Santa Clara.
Me traje un poco sus olores, sus colores, sus dolores. Mucho
de su abundancia en sabiduría, en dignidad, en resistencia.
Estar hoy perfumada de Cuba me ayuda a soportar el enchastre
capitalista que nos ensucia.
Para nosotros Cuba es un tiempo sin tiempo. Para ellos es su
vida cotidiana. Viven en una tierra liberada a costa de mucha sangre y la
defienden como pueden, pero la defienden.
Hay que estar allí con el corazón abierto, con el alma
dispuesta, con la comparación escondida. Sin tratar de hacer coincidir lo que
soñamos con la realidad. Hay que estar dispuesto a recibir lo que Cuba te
ofrece. Ni más ni menos.
Cuba ha sido el mejor paréntesis de mi andar. Y mi amor por
ella se ha acrecentado.
Ojalá algún día pueda volver. Para visitar ese pedacito de
mi alma que allí se ha quedado para siempre. Gracias Cuba... "Hasta
siempre..."
Mi viaje en imágenes, aquí: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10210142279687407.1073741955.1050832276&type=1&l=472e7d0d8e
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