martes, 26 de agosto de 2025

MACHUCONES DEL ALMA

Una vez una mujer dijo algo que se me quedó pegado al alma como esos silencios densos que no se van ni con el tiempo ni con las palabras. Fue después de una función de Fragmentos de un pianista violento, hace ya trece años. Estaba al borde del llanto. Dijo: “Viví catorce años con un violento. Ojalá me hubiera pegado. Hubiera sido más claro. Tal vez alguien me habría creído”.

Yo me quedé helada.

Después, cuando casi todos se iban, me acerqué. Hablamos. Me habló de las palizas invisibles. De los golpes que no dejan moretones en la piel pero sí en el alma. Me dijo —palabra más, palabra menos— que durante años le dolieron esos machucones internos que nadie veía.

En este tiempo —no importa por qué— recordé sus palabras. Y me vi. También yo conviví con un violento de guantes blancos. No alzó la mano. Pero me rompió por dentro. Me anuló. Me dejó sin voz y sin autoestima. Y entendí —recién ahora, recién ahora— que no sólo me hizo daño a mí. También a quienes me rodeaban. Porque presenciaron las humillaciones. Porque no sabían cómo defenderme. Porque los arrastró su sombra.

¿Por qué no me fui antes? Porque no pude. Me fui cuando pude. Lo entendí cuando pude. Lo conté cuando pude. Y cuando pude —también— empecé a mostrar esos golpes del alma. Como se puede mostrar lo invisible: con palabras.

Y las dije. En voz alta. Para quien quiera, o pueda, escucharlas. No fueron muches... pero hubo quienes escucharon y creyeron. 

No tiene remate. Porque todavía duele.

Pero al menos —ahora— sangra para afuera.

Stella Matute
Agosto, 2025