domingo, 21 de agosto de 2011

22 de agosto, 1972: Nacimiento del terrorismo del Estado


Comparto un texto de Jorge Garayoa que me resulta una joya para recordar de qué es capaz la derecha fachista. De eso y de cosas peores, mucho peores. NO OLVIDEMOS.

 
Canallada inicial, la que encendió la chispa, la del exterminio de Trelew.
Fue perpetrada por la Marina con los que en agosto de 1972 fugaron del penal de Rawson, típica cárcel de la represión con muchos presos políticos.
Los 19 que quedaron en el aeropuerto por no haber podido huir lograron la presencia de periodistas, un juez y un médico a fin de garantizar su ...seguridad física. Y sin dañar a nadie se entregaron. Entonces el capitán Luis Sosa, jefe de la infantería de Marina y cabecilla de los asesinos (junto a su colega Rubén Pacagnini, futuro gobernador ilegal de Misiones, y el aterrador teniente de navío Roberto Bravo), les había dado su palabra de que los volvería al penal, lo que por ley debía hacer. Pero no se puede dar lo que no se tiene.
El viejo micro que los llevaba dobló hacia la base aeronaval Almirante Zar donde, traicionando a todos, los torturaron durante una semana y por orden del sádico Sosa les hicieron sufrir varios simulacros de fusilamiento. Hasta que uno fue verdad gracias a una orden secreta del presidente ilegal Lanusse y su Junta (brigadier Carlos Rey y almirante Guido Coda) luego de que Salvador Allende decidió no devolver de Chile a los que habían huido.
Así, en ese páramo frío los ametrallaron en la madrugada del 22 de agosto. Tres se salvaron por milagro (el videlismo reparará el error al matarlos años después). Pero no asesinaron a 16, como suele decirse, sino a 17, ya que la esposa del fuerte indigenista Mario Roberto Santucho –Ana María Villarreal (“Sayo”), con quien ya tenía tres hijas– estaba embarazada.
Y el día 24 los mataron otra vez. El comisario Alberto Villar (futuro “Triple A”) asaltó el velorio con caballos, perros, motos y tanquetas para impedir el adiós de sus familiares. Y otros cómplices desplegaron un cinismo esplendoroso: el contralmirante Hermes Quijada sermoneó al pueblo que había que “desterrar la violencia” y “vivir en paz y en justicia”, mientras el líder de la zona, general antisanmartiniano Eduardo Betti, declaró que los presos habían caído en “un intenso tiroteo”. Más que cobardes, quienes cometen delitos aberrantes y luego mienten para no hacerse cargo de sus actos son apenas gusanos tan degradados que no tienen posibilidad ni de ser admitidos en un congreso de larvas.
En octubre volvieron y se llevaron a 16 inocentes a la cárcel de Devoto. Entonces todo Trelew se levantó con furia gritando “¡¡Abajo los marinos / cobardes y asesinos!!”. Esa heroicidad popular, “el Trewelazo”, logró que los liberaran.
Así nació el terrorismo de Estado. La Marina siguió otorgándoles sueldos a los delin-cuentes Sosa y Bravo, los premió con cursos y puestos y los ocultó para siempre. Nadie sabe dónde están. De que paguen sus crímenes ni hablar.
(del libro "Cómo mataron a San Martín" de Jorge Garayoa)

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