"Morir es haber nacido." Jorge Luis Borges
He de morir un día... he de morir.
No importa cuándo y si importara, no tendría sentido. Imposible es saberlo. He de morir un día... eso seguro. Eso está en mí, vino conmigo. Un día cualquiera, que será luego aniversario, a cualquier hora, todo será pasado. Moriré. Así de simple. Así de extraordinario. Y seré nada. O no. Seré recuerdo.
Y la casa que habito quedará ahí, intacta. Con la pared pintada o descascarada, ya no tendrá importancia. Y el cajón de mis tesoros ya no será tesoro para nadie... Y esas fotos mostrarán sólo momentos detenidos. Y no estaré.
Ese perfume que administro de a gotitas quedará por la mitad y el vestido preferido se irá ajando en el perchero.
Y ya no me preocuparé por nada. Yo misma seré nada. O no. Seré recuerdo. ¿Seré recuerdo? Ojalá. Porque ahí está el futuro después de ya no ser, supongo, anhelo.
¿Quién sonreirá al recordarme? Algunos llorarán y otros (espero sean los menos) serán indiferentes. O peor aún, se alegrarán. Pero no importará... Ni estaré ahí para saberlo.
Y aquel abrazo trunco ya no tendrá abrigo. Y esa charla pendiente, ya no tendrá sentido.
¿Me harán un homenaje mis amigos? ¿En qué consistirá? Ojalá sea en reír de mis anécdotas, añorar mis “malhumores”, cocinar mi comida preferida, levantar la copa burbujeante y decir “por ella... por su vida”.
Aquel que habló tan mal de mí sabrá que no era para tanto... Y aquella distancia inútil desandará caminos para siempre. Y no estaré. Y ya no habrá. Ni será. Pero habrá sido.
Mi compañero escribirá un soneto... eso deseo. Y persignándose me dejará una rosa un diecinueve...
¿Y mi hijo? Mi niño... mi chiquito... En él es donde duele esa ausencia sin respiro. Pero en él sigue la sangre su camino. Ojalá ya haya nietos que pregunten: ¿adónde fue la abuela? Y levanten sus manitos a la estrella que imaginen. Y si no... si todavía no han nacido, ojalá nazcan y se enteren que estuve aquí y los quise sin tiempo sin presencia sin alivio. Imaginando sus sonrisas luminosas y enredando un besito en un tejido.
He de morir un día... eso es seguro. Como segura es esta vida que camino.
Stella
10-11-2011
Respuesta de mi hermana por fcbk:
María Delia Matute
Respuesta de mi hermana por fcbk:
María Delia Matute
Hermana: Necesité un espacio -de tiempo, de relectura, de reflexión, de búsqueda de un tono- antes de comentar tu escrito
Recordé nuestra conversación telefónica y escarbé confundida las posibles razones por las que no advertí tu autoría en un título de tanto peso. ¿Huida intuitiva?... para no enfrentar la multiplicidad de significaciones que, desde el texto, sostienen ese título. Significaciones contenidas, desplegadas con transparencia sagrada en el texto y significaciones provocadas desde y por el texto en mi espíritu…, alguna inaudita, porque jamás me concentro en la idea, trágica hasta la locura, que considere la muerte de los que amo. Me resisto.
Te diré que siempre has tenido vocación por la belleza; una auténtica artista que se reafirma en el escrito, porque lográs iluminar la vida, recalco: la vida, con palabras, aunque te expreses sobre su negación.
Mi concepción es que no morimos para nosotros mismos; morimos para los otros. Y ni siquiera para todos los demás: morimos para aquellos que nos han conocido; para quienes, de una u otra forma, han convivido con nosotros. Coincidimos, por lo tanto, hermana querida, en lo que expresás sobre el recuerdo. Cada vez que volvemos a pasar por el corazón de esos otros, revivimos.
En cuanto a que, muertos, seamos nada, no coincido. Una vez que ha sucedido el milagro de ser concebidos y nacemos, ya ni nada somos. No nos vamos del planeta ni llegamos a ser nada. Ceniza o química natural hasta llegar a calavera o polvo, somos un algo. Sedimento, tal vez, alimentador de savias subterráneas. Ser para siempre parte de este bello planeta es un consuelo absoluto. Llegar a ser alguna vez nutriente de un trigal o de una mata de alelíes, una alegría presente como para cantar la vida y la muerte, también.
Gracias por compartir tus reflexiones que, a la vez, estimulan las mías. Te amo mucho. Delia. (11-11-2011)
Recordé nuestra conversación telefónica y escarbé confundida las posibles razones por las que no advertí tu autoría en un título de tanto peso. ¿Huida intuitiva?... para no enfrentar la multiplicidad de significaciones que, desde el texto, sostienen ese título. Significaciones contenidas, desplegadas con transparencia sagrada en el texto y significaciones provocadas desde y por el texto en mi espíritu…, alguna inaudita, porque jamás me concentro en la idea, trágica hasta la locura, que considere la muerte de los que amo. Me resisto.
Te diré que siempre has tenido vocación por la belleza; una auténtica artista que se reafirma en el escrito, porque lográs iluminar la vida, recalco: la vida, con palabras, aunque te expreses sobre su negación.
Mi concepción es que no morimos para nosotros mismos; morimos para los otros. Y ni siquiera para todos los demás: morimos para aquellos que nos han conocido; para quienes, de una u otra forma, han convivido con nosotros. Coincidimos, por lo tanto, hermana querida, en lo que expresás sobre el recuerdo. Cada vez que volvemos a pasar por el corazón de esos otros, revivimos.
En cuanto a que, muertos, seamos nada, no coincido. Una vez que ha sucedido el milagro de ser concebidos y nacemos, ya ni nada somos. No nos vamos del planeta ni llegamos a ser nada. Ceniza o química natural hasta llegar a calavera o polvo, somos un algo. Sedimento, tal vez, alimentador de savias subterráneas. Ser para siempre parte de este bello planeta es un consuelo absoluto. Llegar a ser alguna vez nutriente de un trigal o de una mata de alelíes, una alegría presente como para cantar la vida y la muerte, también.
Gracias por compartir tus reflexiones que, a la vez, estimulan las mías. Te amo mucho. Delia. (11-11-2011)
Hace 15 horas ·
Completo esta "entrada" con una decisión que tomé hoy... y que quiero dejar bien sentada:
Acabo de decidirlo. Cuando me llegue la hora de la partida, esa... la definitiva, quiero que me cremen y arrojen mis cenizas al Río de la Plata junto al Parque de la Memoria... allí, al lado del hombre que simboliza a nuestros queridos compañeros que el horror arrojo al río en los tenebrosos "vuelos de la muerte". Ahí quiero estar para siempre. Con los luchadores, con los soñadores, con los mejores que teníamos, con los que atravesaron el horror, con los compañeros... Y con Luis Alberto... el querido Flaco que nunca defraudó. Allí decidió estar y me ayudó en mi decisión... y me ha dado cierta paz decidirlo...17 de febrero, 2012
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