martes, 13 de enero de 2015
Me sucedió Iruya
A Iruya no se puede llegar en avión. Sin embargo, para acceder a esa tierra de ensueño hay que atravesar las nubes, ingresar a la inmensidad y tolerar la maravilla. Si se logra (Fer, Lau y yo lo logramos, por suerte) Iruya se manifiesta. Llegar a Iruya no es llegar a Iruya. Es abordar una experiencia religiosa. Estando ahí lamenté no ser poeta. Debe ser sublime escribirle a Iruya. En el vano intento de que la poesía bajara mágicamente a mi humanidad pensé obviedades tales como que Iruya rima con tuya. Y con Suya. Sobre todo con Suya. Es mía, tuya, nuestra. Pero es fundamentalmente Suya. Porque IRUYA es la divinidad misma. Alli habitan todos los dioses y nos dejan espiar lo sagrado. Allí estuve con mi dos amores y homenajeé a mis amados muertos. Sí. Me sucedió Iruya.
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