La actriz convocada tendrá, seguramente, muchas
coincidencias conmigo. En principio, será mujer y actriz. Y deberá meterse en
la piel de un personaje que lucha por sus derechos. Es más, de una mujer que
lucha por sus derechos, lo que no es un detalle menor. Por eso anido la
esperanza –involuntaria, inevitable- de que la actriz que encarne a Laura, el
personaje que yo estaba ensayando en “El Padre”, me llame para escuchar mi
versión de los hechos.
Ha pasado algo más de una semana desde que me dejaron fuera
del proyecto “El Padre” para el que estuve ensayando desde el 10 de octubre de
2016 hasta el viernes 10 de febrero sin receso más que la semana de las
Fiestas, día en que recibí un sorpresivo, inesperado y artero mail del director
del proyecto, Marcelo Velazquez, comunicándome que me desvinculaba del
espectáculo. Casualidades en las fechas: 4 meses exactos. Ahora digo
deliberadamente “me dejaron fuera del proyecto” porque si bien el mail está
enviado y firmado por el mencionado director, la actitud del resto del elenco
que me acompañaba en ese trabajo (Edgardo Moreira, Ana María Castel, Luis
Gasloli, Santiago Molina Cueli y Blacky Di Desiderio -exeptúo a María Viau
porque se desvinculó del proyecto y a Enrique Dumont porque me llamó para
escucharme-) me hace pensar y sentir que ha sido una decisión conjunta.
El correr de los días me fue enfrentando a diferentes
sentimientos: asombro, hilaridad, dolor, angustia, enojo, ira y otros que no
vale la pena mencionar. Una vez acomodadas algunas sensaciones intenté protegerme
legalmente acercándome a mi Sindicato con la esperanza de que allí encontraría
la contención necesaria. Error. Allí me dijeron “no podemos hacer nada”. Es
más, en la Secretaría Gremial ni siquiera me quisieron firmar el “recibido” a
la carta con adjuntos que dejé para mi descargo. La razón para esta respuesta
es que la sociedad accidental de trabajo en la que me encontraba no llegó a
conformarse como cooperativa teatral registrada en la Asociación Argentina de
Actores. No cuentan ni los mails de convocatoria al proyecto y a los ensayos,
ni las fotos que se han publicado en las redes sociales difundiendo que
estábamos ensayando, ni el grupo de whats app que el equipo mantenía para las
comunicaciones cotidianas (y del que fui “eliminada” el martes 14) ni el mail
con el cronograma de ensayos del 1º de marzo al 12 de abril que me mandó el
director el mismo día que me envió el de despido. Nada de eso sirve. Nada de
eso cuenta. A la hora de una injusticia este es el estado de indefensión con el
que contamos las actrices y los actores que trabajamos en el llamado teatro
independiente. Léase bien: TRABAJAMOS. Porque eso hacemos aunque ni nuestro
Sindicato nos lo reconozca.
Buenos Aires ha estado a punto de ser nombrada “Capital
Mundial del Teatro”. No recuerdo en este momento por qué no se concretó ese
nombramiento y tampoco vienen al caso esas razones. Pero lo cierto es que la
Ciudad de Buenos Aires ES la Capital Mundial del Teatro de hecho y por derecho
propio. Porque no hay otra ciudad en el mundo que tenga prácticamente un teatro
por cuadra funcionando y ofreciendo espectáculos diariamente. De esos
espectáculos, entre el 70 y el 80 por ciento son del circuito independiente. O
sea una amplísima mayoría. Y todas esas actrices y todos esos actores están,
estamos, en ese grado de indefensión y desprotección del que hablo más arriba.
Es apabullante la cantidad de mensajes que he recibido
contándome situaciones parecidas, tanto o más injustas. Un detalle: todas
mujeres. Y la mayoría me pide que no dé a conocer ni sus casos ni sus
identidades. Porque tienen miedo. Yo también tengo miedo, a qué negarlo. Pero a
mí me resulta inadmisible no denunciar la situación. Porque siento que
únicamente denunciando se puede tener una esperanza de que esto se modifique.
Lo que me pasó a mí no me pasó a mí: nos pasa a todas y todos los que la
yugamos en estos territorios. Y únicamente considerando eso, que nos pasa a
todas y todos, podremos hacer algo para modificarlo.
Creo que la Asociación Argentina de Actores tiene que hacer
una revisión profunda sobre los derechos y obligaciones de los integrantes de
una cooperativa de teatro más allá de que esa cooperativa esté registrada o no
al momento de un conflicto. Porque la tarea es de hecho y tiene entidad propia.
Todas y todos los que trabajamos en esta modalidad sabemos bien que la
cooperativa no se registra hasta unos días antes del estreno. Entre otras
muchas cosas porque para registrarla se necesita el contrato de sala. Las y los
integrantes de una cooperativa ensayan y trabajan mucho antes de registrarla en
Actores. Esto es un hecho. Esto es lo que sucede. Por lo que Actores no puede
darse el lujo de contestar “no podemos hacer nada” frente a un conflicto de uno
de estos grupos de trabajo. Porque –y también todas y todos lo sabemos- siempre
se puede hacer algo. SIEMPRE. Aunque no sea algo “legal”, siempre está la
posibilidad de hacer algo que tenga que ver con lo moral y lo ético. Sobre todo
en una actividad que está basada –o al menos así era- fundamentalmente en lo
moral y lo ético. Esta actividad está basada –o al menos así era- en códigos.
Si esos códigos desaparecen, esa actividad toda está herida de muerte.
Todas y todos los que hacemos teatro “en cooperativa”
estamos en riesgo. Estamos indefensos y desprotegidos. Nos queda una única
herramienta: sernos leales y fieles. Volver a basarnos en códigos. Y
defendernos y apoyarnos entre nosotros. Sería una buena cosa. Y tal vez hasta
logremos modificar algunas reglamentaciones que nos expulsan.
Agradezco profundamente a quienes entendieron que esto que
me pasa no me pasa sólo a mí y se han acercado solidariamente a apoyarme. Desde
lo personal pero fundamentalmente desde el trabajo. He recibido muchísimo apoyo
y muchos abrazos. Hay colegas que hasta han tomado como propia esta bandera. Aprovechemos
este impulso para delinear un camino que nos contenga.
Por último vuelvo al principio. Habrá, necesariamente, una
actriz que me reemplace. De hecho sé que ya hay una convocada que tiene un
montón de coincidencias conmigo (mujer, capricorniana, actriz, madre,
luchadora). Ojalá coincida en algo más: en sentir que tiene, al menos, la
obligación moral de escuchar también mi versión. Y que lo que me pasó a mí en
este proyecto puede pasarle a ella en el próximo. O en este mismo, vaya una a
saber…
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