lunes, 20 de febrero de 2017

"...NO HAY SALVACIÓN SI NO ES CON TODOS..."


La actriz convocada tendrá, seguramente, muchas coincidencias conmigo. En principio, será mujer y actriz. Y deberá meterse en la piel de un personaje que lucha por sus derechos. Es más, de una mujer que lucha por sus derechos, lo que no es un detalle menor. Por eso anido la esperanza –involuntaria, inevitable- de que la actriz que encarne a Laura, el personaje que yo estaba ensayando en “El Padre”, me llame para escuchar mi versión de los hechos.

Ha pasado algo más de una semana desde que me dejaron fuera del proyecto “El Padre” para el que estuve ensayando desde el 10 de octubre de 2016 hasta el viernes 10 de febrero sin receso más que la semana de las Fiestas, día en que recibí un sorpresivo, inesperado y artero mail del director del proyecto, Marcelo Velazquez, comunicándome que me desvinculaba del espectáculo. Casualidades en las fechas: 4 meses exactos. Ahora digo deliberadamente “me dejaron fuera del proyecto” porque si bien el mail está enviado y firmado por el mencionado director, la actitud del resto del elenco que me acompañaba en ese trabajo (Edgardo Moreira, Ana María Castel, Luis Gasloli, Santiago Molina Cueli y Blacky Di Desiderio -exeptúo a María Viau porque se desvinculó del proyecto y a Enrique Dumont porque me llamó para escucharme-) me hace pensar y sentir que ha sido una decisión conjunta.

El correr de los días me fue enfrentando a diferentes sentimientos: asombro, hilaridad, dolor, angustia, enojo, ira y otros que no vale la pena mencionar. Una vez acomodadas algunas sensaciones intenté protegerme legalmente acercándome a mi Sindicato con la esperanza de que allí encontraría la contención necesaria. Error. Allí me dijeron “no podemos hacer nada”. Es más, en la Secretaría Gremial ni siquiera me quisieron firmar el “recibido” a la carta con adjuntos que dejé para mi descargo. La razón para esta respuesta es que la sociedad accidental de trabajo en la que me encontraba no llegó a conformarse como cooperativa teatral registrada en la Asociación Argentina de Actores. No cuentan ni los mails de convocatoria al proyecto y a los ensayos, ni las fotos que se han publicado en las redes sociales difundiendo que estábamos ensayando, ni el grupo de whats app que el equipo mantenía para las comunicaciones cotidianas (y del que fui “eliminada” el martes 14) ni el mail con el cronograma de ensayos del 1º de marzo al 12 de abril que me mandó el director el mismo día que me envió el de despido. Nada de eso sirve. Nada de eso cuenta. A la hora de una injusticia este es el estado de indefensión con el que contamos las actrices y los actores que trabajamos en el llamado teatro independiente. Léase bien: TRABAJAMOS. Porque eso hacemos aunque ni nuestro Sindicato nos lo reconozca.

Buenos Aires ha estado a punto de ser nombrada “Capital Mundial del Teatro”. No recuerdo en este momento por qué no se concretó ese nombramiento y tampoco vienen al caso esas razones. Pero lo cierto es que la Ciudad de Buenos Aires ES la Capital Mundial del Teatro de hecho y por derecho propio. Porque no hay otra ciudad en el mundo que tenga prácticamente un teatro por cuadra funcionando y ofreciendo espectáculos diariamente. De esos espectáculos, entre el 70 y el 80 por ciento son del circuito independiente. O sea una amplísima mayoría. Y todas esas actrices y todos esos actores están, estamos, en ese grado de indefensión y desprotección del que hablo más arriba.
Es apabullante la cantidad de mensajes que he recibido contándome situaciones parecidas, tanto o más injustas. Un detalle: todas mujeres. Y la mayoría me pide que no dé a conocer ni sus casos ni sus identidades. Porque tienen miedo. Yo también tengo miedo, a qué negarlo. Pero a mí me resulta inadmisible no denunciar la situación. Porque siento que únicamente denunciando se puede tener una esperanza de que esto se modifique. Lo que me pasó a mí no me pasó a mí: nos pasa a todas y todos los que la yugamos en estos territorios. Y únicamente considerando eso, que nos pasa a todas y todos, podremos hacer algo para modificarlo.

Creo que la Asociación Argentina de Actores tiene que hacer una revisión profunda sobre los derechos y obligaciones de los integrantes de una cooperativa de teatro más allá de que esa cooperativa esté registrada o no al momento de un conflicto. Porque la tarea es de hecho y tiene entidad propia. Todas y todos los que trabajamos en esta modalidad sabemos bien que la cooperativa no se registra hasta unos días antes del estreno. Entre otras muchas cosas porque para registrarla se necesita el contrato de sala. Las y los integrantes de una cooperativa ensayan y trabajan mucho antes de registrarla en Actores. Esto es un hecho. Esto es lo que sucede. Por lo que Actores no puede darse el lujo de contestar “no podemos hacer nada” frente a un conflicto de uno de estos grupos de trabajo. Porque –y también todas y todos lo sabemos- siempre se puede hacer algo. SIEMPRE. Aunque no sea algo “legal”, siempre está la posibilidad de hacer algo que tenga que ver con lo moral y lo ético. Sobre todo en una actividad que está basada –o al menos así era- fundamentalmente en lo moral y lo ético. Esta actividad está basada –o al menos así era- en códigos. Si esos códigos desaparecen, esa actividad toda está herida de muerte.

Todas y todos los que hacemos teatro “en cooperativa” estamos en riesgo. Estamos indefensos y desprotegidos. Nos queda una única herramienta: sernos leales y fieles. Volver a basarnos en códigos. Y defendernos y apoyarnos entre nosotros. Sería una buena cosa. Y tal vez hasta logremos modificar algunas reglamentaciones que nos expulsan.

Agradezco profundamente a quienes entendieron que esto que me pasa no me pasa sólo a mí y se han acercado solidariamente a apoyarme. Desde lo personal pero fundamentalmente desde el trabajo. He recibido muchísimo apoyo y muchos abrazos. Hay colegas que hasta han tomado como propia esta bandera. Aprovechemos este impulso para delinear un camino que nos contenga.

Por último vuelvo al principio. Habrá, necesariamente, una actriz que me reemplace. De hecho sé que ya hay una convocada que tiene un montón de coincidencias conmigo (mujer, capricorniana, actriz, madre, luchadora). Ojalá coincida en algo más: en sentir que tiene, al menos, la obligación moral de escuchar también mi versión. Y que lo que me pasó a mí en este proyecto puede pasarle a ella en el próximo. O en este mismo, vaya una a saber…


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