lunes, 8 de febrero de 2021

Mi madre, su vida y su cumple sin ella






Fechas… Fechas que desde el comienzo de mi historia son recuerdo y presente. Mi madre cumplía años el 8 de febrero. Y cada 8 de febrero es cerrar los ojos y sonreir y lagrimear. Mi madre. Lamami, la yaya, abu, madre, mamá, la Satur... Mamá ojitos de misterio y manos de encaje. Artesana involuntaria, filósofa iletrada a fuerza de vida. Aguda adivina de todo terreno. Madre puntillitas en los bordes. Madre silencios, madre sabores, madre tejidos, madre tristeza. Madre de sonrisa esquiva, de abrazo austero. Madre de corazón inabarcable. Madre de alma abundante. Cada año desde hace ya doce años la describo con estas o parecidas palabras. Porque la describen y la cuentan. 

"Mi mamá me ataba a mi hermano menor con una sábana al cuerpo para que yo pudiera hacer las cosas de la casa sin que él llorara", me dijo un día. 

"Cuando estaba en tercer grado me gané el primer premio en un concurso de dibujo. Cuando llegué a mi casa, contenta, y lo conté, mi papá me dio una paliza y no me dejó volver nunca más a la escuela", me contó otro día. 

Esos dos relatos, tan brutales, me hablaron y me siguen hablando de la infancia de mi madre. De su infancia y de su vida. ¿Cómo reclamarle, entonces, a esa mujer algunas cosas que no hizo, algunas cosas que no dijo, algunas cosas que prefirió callar, u olvidar -quién sabe-? Nada me debe, nada le debo. Fue y es en mi... Soy y fui en ella.... Así... Como pudimos... Como quisiera que siguiera siendo...

Un beso al cielo, una lágrima a la tierra, un arabesco colorido al aire. "Gira en el bello planeta", y yo la homenajeo.

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