En el fulgor de un nuevo ciclo, mi reloj marca el paso de los días, y ayer, viernes 19 de enero, entre risas y añoranzas, celebré el milagro de cumplir años. Un brindis inicial resonó como un cántico de esperanza, una proclamación de vida que se eleva en la copa de la gratitud.
En medio de un tsunami de mensajes que
llegaron como olas de amor sideral, me sumergí en la alegría de saber que cada
palabra escrita es un faro luminoso, guiándome en este viaje llamado
existencia. Entre la marea de buenos deseos, una vez, más encontré la esencia
del cariño, la amistad y la ternura.
El almuerzo con Musante, momento sagrado
donde los sabores se entrelazaron con las historias compartidas, y el brindis
una ceremonia de complicidad que sella la conexión infinita de nuestras almas.
La noche se vistió de encuentros, de
abrazos que trascienden el tiempo, de risas que resuenan en la eternidad.
Mi hijo como faro de la armonía y el
futuro. Su sonrisa fresca, su mirada franca, su talento talento, son una nave
que viaja siempre al horizonte.
Fue una noche de agradecimiento profundo,
donde mi corazón se expandió en reconocimiento a cada experiencia, a cada reto
superado, a cada victoria alcanzada, que no hubieran sido posibles sin el apoyo
de tanta gente amorosa y dedicada que me acompaña.
Agradecer, agradecer, agradecer. Las
palabras se repiten como un mantra, recordándome la importancia de reconocer la
abundancia que la vida me brinda. En el eco de esa gratitud, me despedí del año
de amnesia y aneurismas, dejando atrás las tensiones y los desafíos que
marcaron ese caminar.
Saludo mi nueva edad con la esperanza de un
renacer, de nuevos comienzos y oportunidades. Le digo adiós a la Emperatriz que
fue testigo de mis días pasados, y doy la bienvenida a la Sacerdotisa, símbolo
de intuición y sabiduría, que me guiará en este nuevo capítulo de vida.
Así, entre brindis y agradecimientos, me
sumergí en la magia de cumplir años, celebrando la maravilla de la existencia y
mirando con entusiasmo el futuro que se despliega ante mi y mis amores. ¡Salud
a la vida, a los encuentros y a la bendita danza del tiempo!
(20 de enero de 2024, el día después de un
día soñado)