Sin ánimo de contradecir a Marx y a Engels podría decir que la historia de la humanidad es la historia de los genocidios. Desciendo –y muy orgullosamente– de gentes de pueblos originarios de América y crecí en un hogar peronista y sé de lo que hablo, porque he sufrido en carne propia la segregación y el desprecio.
No ha de ser en vano que los S.S. lucían en sus gorras una calavera. Tampoco que el General Millan de Astray haya popularizado el grito de guerra de la Legión (franquista): ¡Viva la muerte! Consigna que horrorizó a Unamuno. No hay duda: hay quienes juegan para el equipo de la muerte y quienes jugamos (o intentamos hacerlo) para el de la vida.
No hace demasiado tiempo recibí un mail en mi casilla de correo, contaba sobre una anécdota atribuida al General Dwight David Eisenhower, luego presidente de los E.E.U.U. Parece que Ike (así se lo llamaba) ordenó que sacaran fotos y se filmaran los horrores con los que las fuerzas aliadas se habían topado al liberar los campos de exterminio. En diferentes de ellos habían muerto judíos, gitanos, católicos, homosexuales y “comunistas”, con la excusa de lo errático de la elección (o la determinación) de sus confesiones religiosas, orígenes étnicos, preferencias sexuales y/o ideas políticas. Se calcula en cerca de diecisiete millones de personas (es decir pares nuestros por iguales en la portación del genoma humano) la cifra de los muertos, y de manera espantosa.
Dicen que el General dijo: “filmen y fotografíen todo. Llamen a los alemanes para que entierren los cadáveres. Que el mundo conozca este horror, no sea cosa que dentro de algunos años algún hijo de puta diga que esto es mentira”.
No ha de ser en vano que los S.S. lucían en sus gorras una calavera. Tampoco que el General Millan de Astray haya popularizado el grito de guerra de la Legión (franquista): ¡Viva la muerte! Consigna que horrorizó a Unamuno. No hay duda: hay quienes juegan para el equipo de la muerte y quienes jugamos (o intentamos hacerlo) para el de la vida.
No hace demasiado tiempo recibí un mail en mi casilla de correo, contaba sobre una anécdota atribuida al General Dwight David Eisenhower, luego presidente de los E.E.U.U. Parece que Ike (así se lo llamaba) ordenó que sacaran fotos y se filmaran los horrores con los que las fuerzas aliadas se habían topado al liberar los campos de exterminio. En diferentes de ellos habían muerto judíos, gitanos, católicos, homosexuales y “comunistas”, con la excusa de lo errático de la elección (o la determinación) de sus confesiones religiosas, orígenes étnicos, preferencias sexuales y/o ideas políticas. Se calcula en cerca de diecisiete millones de personas (es decir pares nuestros por iguales en la portación del genoma humano) la cifra de los muertos, y de manera espantosa.
Dicen que el General dijo: “filmen y fotografíen todo. Llamen a los alemanes para que entierren los cadáveres. Que el mundo conozca este horror, no sea cosa que dentro de algunos años algún hijo de puta diga que esto es mentira”.
Hago mías las palabras del General Eisenhower y digo:
¡Qué el mundo vea la masacre de Gaza!
¡Qué todos la recordemos!
No sea cosa que dentro de algunos años algún hijo de puta la niegue, o –aún peor– le encuentre justificación culpando a las víctimas.
Hoy, la svástica ha sido reemplazada por la bandera israelí y no es culpa del mundo. Y, reza en la Biblia: “quien siembra vientos, recoge tempestades”; y dice Arnold Toynbee: "Todo puede hacerse, excepto: no pagar las consecuencias".
A propósito (y por si las moscas): Dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: “Semita”: (adj.) Según la tradición bíblica, descendiente de Sem. (adj.) Dícese de hebreos, árabes y otros pueblos. (adj.) Perteneciente o relativo a esos pueblos.
Sin más, saludos (y me confieso responsable de "las negritas", y entiéndase como se quiera o pueda).
F.M.
Adhiero en todos sus términos. Stella Matute
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