“El que tenga buen camino
tendrá sillas peligrosas
que lo inviten a parar”.
(Silvio Rodriguez)
Hay hombres de bien que vienen a esta vida a dejar huella... a dejar hecho algo que no estaba antes. Y lo logran.
Y hay otros que vienen a pisotear esas huellas... a bastardearlas, a tratar de borrarlas, inclusive.
El Dr. Enrique Febbraro, creador del “Día del Amigo” es un hombre noble. Un trabajador incansable, un soñador, un solidario.
Como Hugo Saccoccia, Juez de la Nación, autor de teatro, teatrero incansable, romántico empedernido, que hoy pelea por su vida.
Saccoccia, al igual que Febbraro, sin duda ya ha construido una huella imborrable (y ojalá la siga construyendo pronto). Y estoy segura de que habrá muchos que tratarán de poner puestitos comerciales a los costados de esa huella.
Febbraro no hizo el “Día del Amigo” para que bares y restaurantes y compañías telefónicas se enriquezcan... pero estoy segura de que lo hace muy feliz que los bares se llenen de gente que se desea "Feliz día", de que los restaurantes vendan mucha comida a gente que se abraza y se junta a festejar y que la gente se mande miles de mensajitos de texto por telefonía celular...
Así como estoy segura de que “el Sacco”, creador del Festival Nacional de Teatro de Humor de Zapala, se pondrá feliz cuando en el próximo Festival algunos bares de su ciudad sureña se llenen de teatristas que se juntan a tomar algo y algún que otro vivillo imprima remeras con el logo para vender por la calle.
Creo que Cristo no hizo lo que hizo para que se vendan cruces (y no soy creyente), el Ché no hizo lo que hizo para que se vendan sus remeras ni sus frases, San Martín no hizo lo que hizo para vender escarapelas... y así sigue la lista...
Amo el Día del Amigo por su esencia noble. Y hasta me alegra que los bares se llenen, y las casas de regalos dupliquen sus ventas... Y soy feliz de tener un día especial para desearle buenas cosas a mis amigos y amigas. Aunque los ame cada día y les desee lo mejor siempre.
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