lunes, 27 de julio de 2015

Y 30 años después...

Dicen que "20 años no es nada" y una sabe que no es cierto... Y 30 años, menos. Es mucho. Es una vida entera.
Pero toda esa vida puede quedar suspendida en un trapecio de alegría en el instante eterno del encuentro.
La década del ´80 estuvo signada por el final de la dictadura y la recuperación de la Democracia. Y en ese tránsito yo me subí a la ilusión del Teatro. A su intensidad, a su desmesura. En 1981 empecé a recorrer esos caminos en la Escuela de Teatro La Barraca.
Desde ese lugar salí a protestar por la injusticia de Malvinas. Desde ese lugar salí a rondar con las Madres. Desde ese lugar salí a festejar el final del infierno y el comienzo del alivio social. Con esa gente fui a la Plaza en aquel fin de semana santo en el que nos dijeron que la casa estaba en orden.
Toda esa gente, esta gente, me acompañó en la constitución misma de mi adultez. Fueron faros para mis falta de brújula. Fueron ejemplos. A seguir a veces a descartar otras...
De ese grupo me quedaron algunos seres que me acompañan en lo más íntimo de mis convicciones. Hermanos del alma.
Con otros no volvimos a vernos, pero estuvieron siempre en ese lugar del recuerdo imprescindible.
Mockinpott no fue un proyecto más. Fue, en realidad, el final de un proyecto y el comienzo de otro. El final de cuatro años de compartir aprendizaje y el comienzo de un camino para aplicar lo aprendido y seguir aprendiendo.
Estrenamos Mockinpott con una democracia incipiente, recién inaugurada. Todo era entusiasmo, futuro, ilusiones. No sabíamos lo que estábamos haciendo. Lo hacíamos. Teatro independiente en el más literal de los sentidos. Hicimos escenas en la calle para pasar la gorra, hicimos fiestas temáticas, hicimos rifas. Así produjimos el espectáculo. Las familias ayudaron mucho. Recorrimos las calles vestidos de personajes para crear la incógnita. "MOCKINPOTT EXISTE" rezaba el cartelito que entregábamos, que pegábamos en las paredes, que dejábamos en los baños de los bares, en los colectivos.
Y se produjo la incógnita.
Y estrenamos "con el sol en el medio cielo" en un Teatro Payró que nos recibió generosamente.
Y ganamos el Premio Coca Cola y festejamos y festejamos y festejamos. Brindamos, reímos, lloramos, peleamos, nos pusimos de acuerdo, nos dividimos, seguimos. Y, finalmente, nos separamos. Enorme semillero de gente que hoy seguimos estrenando. Y festejando. Y riendo y todo lo demás. La vida.
Ayer nos juntamos después de 30 años. Estuvimos casi todos. Y el abrazo fue el mismo, como igualita fue la risa y la nostalgia. Un encuentro suave... una caricia al alma. Un paréntesis para recordar; un incentivo para seguir.
Siempre agradezco a la vida por La Barraca y por Mockinpott.

Y ayer pude decírselos.


viernes, 17 de julio de 2015

VICTOR HUGO MORALES SOMOS TODOS


Las teatristas y los teatristas de esta ciudad sólo debemos tener palabras de agradecimiento para nuestro amado Víctor Hugo. Le debemos mucho.
La sociedad entera le debe mucho, pero los teatristas que la remamos a diario para mostrar nuestros trabajos desde cooperativas independientes, en teatros independientes, jamás antes hemos tenido una voz como la de Víctor Hugo para visibilizar nuestros caminos.
Va el más apretado abrazo con el que cuento.
 No aflojes, Víctor Hugo.
Hay un montón de gente alineada a tu causa.
Como bien dijo Paenza: VÍCTOR HUGO SOMOS TODOS.
Stella Matute
DNI 13.880.036
Asociada a la Asociación Argentina de Actores 11.576

miércoles, 15 de julio de 2015

Roberto Sobrado y mi mar...


"Yo estuve cuando la´stellita conoció el mar", solía decir. Y era rigurosamente cierto. Comenzaba el año 1970 y yo era una niña a la que su hermana se le había venido a vivir a Buenos Aires. Venir a visitarla era siempre una fiesta. Sobre todo en ese tiempo, en el que ella vivía con Roberto y Chichí, su mujer de entonces, madre de sus hijas. Ni bien llegué me anunciaron que nos íbamos a conocer el mar, y allá fuimos. Delia, Roberto, Chichí y Mariana (la primer hijita, bebé con la que yo jugaba a ser mamá). Todos estaban ahí cuando esta mujer que les cuenta, entonces niña, habitada por montañas vio por primera vez el mar.
Nunca olvidé ese momento. Pero el gran amigo Roberto Sobrado tampoco. Y me lo recordaba cada vez que nos veíamos.
Fue una especie de hermano mayor para Delia. Él y Chichí la albergaron en su casa en años duros.
Podían pasar dos horas hablando por teléfonos y no exagero.
Fue una especie de tío divertido para mí, devenido en colega cuando yo me convertí en actriz.
Me dicen que Roberto partió esta mañana...
Y la vida se vuelve un poco más desolada.
Lo inadmisible de crecer es enfrentar estos dolores.
Roberto fue un ser increíble. Exquisito. Un militante del buen gusto.
Gran actor, sensible, apasionado.
Mejor amigo.
Risueño, divertido, siempre dispuesto a la alegría.
Un artista.
Me dicen que Roberto partió esta mañana.
Va a ser raro extrañarlo. Porque nos veíamos muy poco pero sabíamos que el otro estaba ahí. La muerte de Delia fue para él un desconcierto inconmensurable. Yo le di la noticia y él no lo entendía. Literalmente no lo entendía. Le costó largo rato asumir lo que yo le estaba diciendo. Cuando nos fundimos en el abrazo aquel nefasto día lloró pidiéndome disculpas por llorar. Porque sentía que él tenía el deber de consolarme. Él... que era tan hermano como yo.
Ojalá yo pudiera creer... Ojalá pudiera pensar que van a volver a encontrarse y volver a acompañarse como lo hicieron en esta vida.
Me dicen que Roberto partió esta mañana.
puchadigo con la vida...
Se me fue ahora otro de los testigos de mi primera mirada al mar.

Qué solos y vacíos se quedan algunos rincones del Alma.

domingo, 12 de julio de 2015

Y la vida fue Lautaro para siempre

Hoy, a las 11.34, la persona que me otorgó el privilegio de ser madre cumple 26 años. Los 26 años más orgullosos de mi vida, los más sorprendentes, los más tiernos, los de embelesado aprendizaje extremo.
Muchas veces siento, se lo he dicho, que vine a esta vida sólo a ser su madre. Que esa fue y es mi misión y es lo que más felicidad me ha dado y me da, sin duda alguna. Su nacimiento me conectó con el epicentro de la ternura; con la eterna búsqueda de lo mejor para él; con la esencia del amor; con el aprendizaje de correrme del eje.
Su camino, su recorrido, sus elecciones, son un manso lago en el que puedo verme reflejada y también en el que puedo sumergirme sin miedos. Estos 26 años me hacen sentir 26 veces madre vanidosa y pipona de orgullo, me convierten en una mujer más joven que hace 26 años, una fan de su arte, una incondicional apoyadora de sus sueños, una discípula de su sabiduría. Estos 26 años son lo que más le agradezco a la vida. Son la fuente de energía que necesito para calmar mis tristezas. Si me dijeran que puedo volver a vivirlos lo único que pediría es poder mejorar todo aquello que se necesite para que él pueda ser más feliz.
Hoy Lautaro cumple 26 años. Levanto la copa y brindo por él. Por su bonomía, por su sonrisa franca, por sus ojitos melancólicos, por su lealtad, por sus proyectos, por sus logros, por los amigos que lo quieren, por sus dioses y también, por qué no, por sus demonios.

¡Feliz cumpleaños, Lautaro Matute! ¡Hijo! ¡Y gracias! Eternas Gracias. 

viernes, 3 de julio de 2015

cuando la vida se volvió Marina

Hoy la vida se viste de Marina. 40 años es dos veces nada cuando se trata del tiempo transcurrido entre un upa y un abrazo.
El tiempo... Ese embustero...
Ni idea se das de los olores, colores, imágenes, sensaciones, recuerdos y emociones que me despierta este cumple suyo. Allí estaba... En mi San Rafael, sola con mi padre esperando noticias. La fecha había llegado y la Yaya, que todavía no era Yaya, se había venido pa Buenos Aires a ayudar a la primogénita a traer al mundo a su primogénita. El llamado telefónico revolucionó mi alma, los lagrimales de tu abuelo Baltazar y al barrio entero.
"Nació una niña. Se llamará Marina", dijo mi vieja en un hilo de voz. Grité, salté y me abracé adolescentemente con cada uno que recibió la noticia de mi boca. A la semana ya estaba yo en Buenos Aires para conocerla. Para acunarla en un upa inmaduro y emocionado. Fue ayer. Parece frase hecha pero es lo que se siento.
Pienso en aquellos días y desaparece el tiempo, ese impostor.
Feliz cumple, sobrina, ahijada. Feliz década. Feliz tiempo sin tiempo el de brindar por tu vida.
Te adoro en el recuerdo de esos días.
Te adoro en este tramo intenso y sublevado.
Acá estamos...
(25-06-15)






(Alrededor de las 20 hs. del 25 de junio del 2015, llena de morriñas escribí esto):
Era mas o menos esta hora. Atardecía oscuramente en el San Rafael de mis orígenes. Estaba sola en el caserón. No era común. Mi madre se había venido a Buenos Aires y yo me había quedado por primera vez sola con mi padre. Hacía frío como hoy, pero mas porque era frío mendocino.
Yo estaba acodada en la mesa de la cocina estudiando para "las pruebas de mitad de año". Se venían las vacaciones de julio y con ellas venir a casa de Delia a conocer a su primer hija que ya estaba por nacer.
El empleado de Petrosur golpeó el vidrio y lo vi hacer la seña alrededor de la oreja indicando que había una llamada telefónica. "Llamada de Buenos Aires, Stellita. Debe ser tu mama, ¿no?" , dijo González sonriendo, sabiendo. Corrí hacia la oficina de la estación de servicio y sí, del otro lado la voz de mi madre confirmaba la noticia. "Es una nena y se llamará Marina. La Delia esta bien y la nena también", dijo palabra mas palabra menos.
Corrí hacia afuera y me abracé con cuanto empleado me crucé por el camino. Todos decían mas o menos lo mismo... "Uh, cómo se va a poner tu viejo", palabra mas palabra menos.
Lo esperé con la nariz pegada en el vidrio y cuando lo vi llegar en la camionetita que lo llevaba a diario de aquí para allá, corrí hacia él. Antes de que pusiera un pie en el piso le grité la noticia. "Sos abuelo de Marina, abuelo", y me lancé a su cuello. Me alzó gritando no sé qué cosa y lloró. Lloramos juntos.
Fuimos a la telefónica a intentar una llamada a Buenos Aires pero fue inútil. Me invitó a cenar a Las Cuartetas y luego fuimos hasta el Club Español a darle la noticia a sus amigos.
A la semana, unos días antes de que empezaran las vacaciones de invierno nos subíamos al camión de mi tío José para venir a conocer a Marinita. A los tres días mi madre y mi padre se volvían en ese mismo camión y yo me quedé por dos semanas disfrutando de mi hermana y mi sobrina ahijada, de su calorcito, de su diminuta ternura, de ese vinculo único que tenía con su mamá cuando tomaba la teta.
Cuando volví al terruño mi padre ya estaba enfermo y en un poco mas de dos meses lo despedimos para siempre...
Hoy hacen cuarenta años de aquel día de plena comunión con mi padre. A esta hora mas o menos le estaba dando la noticia. Fue la única vez que estuvimos solos un tiempo y vivimos ese encuentro mágico de la noticia.
Hoy Marina cumple 40 años... Y yo estoy llena de recuerdos.
Te amo, sobrina.

Edades deshabitadas

Salvo de bebés, etapa que no recordamos, los humanos nunca habitamos la edad que tenemos. Los niños quieren ser grandes, los adolescentes, jóvenes; los jóvenes, adultos; los adultos, adolescentes y los grandes, niños... Y un día llega la muerte y nos arrebata la vida sin que hayamos nunca habitado el presente.
(Stella Matute)