Los caminos de Flor y mío fueron cruzándose dentro de esos misterios que propone el recorrido del Teatro. No sé cuándo empecé a quererla pero sí tengo muy claro el día en que supe que iba a quererla para siempre. Fue, justamente, el día que me ofreció La Rabia para leerla.
Ella pasó a darme un abrazo solidario cierta tarde en que yo estaba verdaderamente desanimada en relación a la tarea teatral. Me abrazó y me dijo cosas hermosas. Charlamos sobre “el medio”, sobre justicias e injusticias, sobre justos y justicieros… Me emocionaron sus palabras y sus miradas. Sus miradas sobre ese “medio”. Ya casi en el final de la charla, muy tímidamente me ofreció su obra para que le diera mi opinión y me dijo, palabra más palabra menos: “si te gusta y te da para hacerla en un ciclo de obras breves, para mí sería una alegría”.
Verdaderamente me sentí rescatada por su propuesta.
Antes de leer la obra yo ya había decidido que iba a hacerla. Era una forma de agradecerle el gesto. Pero resultó que la obra era buenísima, y cuando terminé de leerla ya no era por ella sino por mí que quería hacerla.
“La Rabia” tenía en ese momento la potencia que significa hablar de la actualidad y de las injusticias que envuelven a la sociedad toda. Sigue teniendo la misma potencia. Tanta era la actualidad que temíamos, más bien soñábamos, que algo se modificara en la realidad y ya no tuviera sentido estrenarla. Nada ha cambiado desde que empezamos a ensayarla. Peor aún… todo ha empeorado, valga la redundancia.
Y no sólo habla de injusticia sino también de aquellos que pretenden no verlas, que pretenden estar al margen, como si eso fuera posible.
La obra es tan potente que dudé mucho en el rol que quería tener en ella. Anduve un rato decidiendo si quería dirigirla o actuarla y por suerte ganó la actriz y me metí en la piel de la desopilante Patricia. Tan lejana y tan cercana. Transité con incomodidad y con intensidad la frivolidad y la insolidaridad de esa rubia impune y descarada. La odié y la amé.
Fue un proceso de trabajo hermoso tanto en los ensayos como en las funciones. Se armó un equipazo laburador, divertido, eficaz y eficiente. La mirada de la dirección, a cargo de Fernando Alegre, le aportó más ritmo del que la obra ya tiene y supo sacar el contrapunto exacto entre Raúl (el personaje a cargo de Omar Lopardo) y Patricia (mi personaje) enfrentándose al Policía seco y obediente de sus autoridades hasta lugares exasperantes, como suele ser (interpretado por Alejandro Barratelli). Contamos con la asistencia de dirección siempre valiosa de Graciela Ramirez y un grupo de colaboradores de fierro. Entre ellos el siempre dispuesto Fernando Musante que además nos hizo unas fotos bellísimas.
Y Flor acompañándonos en el proceso, flexible, amorosa, propiciando lo que necesitábamos. Desde cambios de texto a re escribir escenas para que fueran más eficaces.
Al libro editado, Molinete conventillo, acabo de conocerlo. Es una belleza, como ella. Como todo lo que ella despierta y propone. Me da gran alegría y orgullo pertenecer a una de las obras que este libro contiene. Y deseo profundamente volver a trabajar poniéndome en la piel de algún personaje de Florencia Aroldi. Gran autora. Gran Persona.
STELLA MATUTE
12/03/2018
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