lunes, 2 de abril de 2018

Mi insomnio y el 2 de abril

I.
Mis primeras imágenes del 2 de abril de 1982 fueron un tanto confusas… Era pasado el mediodía y salía yo de una intoxicación que me había tenido semi inconsciente por más de 48 hs. Los gases lacrimógenos aspirados el 30 de marzo (apenas dos días antes) en Plaza de Mayo sumados a un clericó con fruta aparentemente en mal estado habían hecho una combinación explosiva en mi anémico estado físico de ese momento… Estuve literalmente entre inconsciente y dormida durante más de 48 horas con médicos visitándome periódicamente. Mis últimas imágenes claras eran a la Federal (vergüenza nacional) tirándonos gases a desmanes, a la montada cagándonos a palos, a Delia y a mí rogándole a un mozo de un bar de Avenida de Mayo que nos dejara entrar y un vaso de helado vino blanco con frutas que me tomé allí gracias al exceso de generosidad y valentía (aquellos tiempos se medían en valentía) de ese trabajador gastronómico que resultó ser un militante sobreviviente de las garras de la dictadura, y que ganó en poco rato la carísima confianza de mi hermana. Luego, vómitos, fiebre y nada más hasta ese mediodía en que empecé a despertar. Delia estaba al lado mío en la habitación de mis sobrinas, yo estaba en la cama de la mayor porque era un lugar más cómodo para recibir a los médicos (de todo esto me enteré después). Había un televisor a los pies de la camita y Delia tenía los ojos colgados de él.
“¿Cómo te sentís?”, me preguntó con evidente preocupación. “Mas o menos”, contesté, “me duele todo”. Y mirando la pantallita blanca y negra pregunté ingenua: “¿Qué? ¿siguen pegando? ¿Todavía hay tanta gente en la Plaza?”
“No, mi amor. Pasaron más de dos días. Esa es otra gente y está vivando al hijo de puta de Galtieri que acaba de declararle la guerra a Inglaterra”. “¿Qué decís, estás loca?” “Así me siento. Metida en una locura total. Está mandando colimbas a Malvinas. Vamos a vivir una masacre más por culpa de estos hijos de puta”. Delia ya lloraba como sabía llorar Delia… sin demasiada gestualidad. Casi sin sollozos… Yo trataba de incorporarme en la cama con un cuerpo dolorido y un alma incrédula. “¿Qué decís?”, repetía tontamente.
Mi madre escuchaba radio en la cocina y también lloraba. “Esos chicos, esos chicos…” repetía ella.
Las nenas jugaban ruidosamente, por suerte, en el comedor.
Yo durante horas reclamé imposibles explicaciones. Por las 48 hs que no recordaba, por esa gente que agitaba banderas en Plaza de Mayo y por esa decisión suicida de un milico borracho. “Suicida no. Asesina”, sentenció Delia con esa claridad que siempre tenía.
Un día tristísimo. Dolorosísimo. Sólo las risas de mis sobrinas me traen un poco de consuelo al recuerdo
A la noche, durante la madrugada del 2 al 3 nos despertaron unos estruendos muy cercanos. Yo ya había regresado a la pequeña habitación que usaba como propia en esa casa que nos había vuelto a albergar a mi mami y a mí después de otra debacle… Escuchaba esos ensordecedores sonidos y los gritos de mi madre que angustiadísima gritaba: “¡¡¡¡Bombardean Buenos Aires!!!! ¡¡¡¡Están bombardeando!!!!”. Por unos minutos todo fue confusión, susto, desconcierto, gritos, llantos…
La vecina de al lado había sufrido un brote psicótico y con una maza estaba rompiendo su casa. Parece cuento. Pero es verdad.
La madrugada del 3 de abril nos encontró a mi madre, a Delia y a mí riéndonos de la anécdota. La radio estaba prendida. Las risas duraron poco.
La guerra asesina había comenzado. La Argentina toda estaba en riesgo.

II.
2 de abril de 1983, cerca de mediodía.
Subimos apuradas al subte. Conseguimos asiento. El tren no arranca y nos inquietamos. Por los altoparlantes anuncian un minuto de silencio en homenaje a los caídos en Malvinas. Algunos nos ponemos de pie y reina el silencio sobre las miradas tristes que nos cruzamos entre desconocidos.
Sube precipitosamente una pareja que desconoce la situación. La mujer, muy vertiginosa, se asoma hacia el anden a la voz de "quéestápasandoque'stonoarrancaporquélagente'stáparadaque'sloquepasa". Mira a su acompañante azorada y antes de que vuelva a hablar Delia le toca el brazo y le dice tan o más rápida que ella: "estamos haciendo un minuto de silencio por Malvinas". La mujer, entonces larga un sonoro aaaaahhhhhhhhh y le dice a su mudo interlocutor: "claroeselaniversariodelaguerraaaa..." Delia vuelve a tomarle el brazo y lanza un contundente "¡CÁLLESE!" La mujer enmudece y pasa el minuto de homenaje. Se cierran las puerta y el subte arranca. La mujer echa una furia se lanza contra Delia. "Peroquesehacreidocómomeva'blarasíquiensecreeque'sss"
"Disculpe señora es que un minuto pasa muy rápido y usted seguía hablando".
"Igulaustednotienederechodehablarmede'semodo".
"Disculpe señora."
"Quédisculpenidisculpe...".
A lo que Delia otra vez contundente espeta: "perdón, ¿Usted tiene algún ser querido caído en Malvinas?"
La mujer se queda demudada y balbucea: "no! gracias a dios no".
"Bueno, yo tengo casi 1000 hermanos. Será por eso."
Aplausos de algunos. Furia silenciosa de la señora. Orgullo mío. Satisfacción de gran parte del vagón.

Asi era Delia.

III.
Pienso en aquellos que estuvieron allá. Que sintieron el hambre, el frío, el silbar de las balas. Que vieron morir a sus compañeros, que conocieron el miedo, que le miraron los ojos a la muerte, que fueron torturados y abandonados por sus Superiores. Eran casi niños y hoy son casi viejos. Pienso en Ellos hoy. ¿Dormirán en esta hora? ¿Cuáles son las imágenes que se les renuevan en cada Aniversario? Pienso en Ellos. Los enarbolo héroes de mi Patria. De esta Patria que hoy los vuelve a olvidar. Pienso en Ellos, los imagino ausentes de mirada, con el corazón lejano, con los recuerdos mezclados. Con el dolor renovado, con la esperanza terca. Pienso en Ellos.

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