lunes, 4 de mayo de 2020

Aislamiento -obligatorio-

Nos mandaron a casa y la vida se volvió un me gusta. O un corazoncito. Nos confinaron al ostracismo pero, terca, nuestra intimidad se abrió a muros y perfiles, a historias y estados. Mostramos nuestros dioses y demonios, destejiendo pudores,  y espiamos los ajenos por mirillas en red. Por allá, lo solidario chorrea mezquindades y un poco más acá un silencio generoso nos ofrece su oreja. Hay miedos que bordean egoísmos, egoísmos que tienen doble borde y palabras que bordan una sutil redecilla que sostiene y acuna. Un carnaval en cautiverio baila una murga de incertidumbres y se escuchan felicidades que a ritmo de tik tok enmascaran las angustias. Un zoom agiganta las carencias y lo demencial –hora a hora y gota a gota- se ha vuelto cotidiano.
Mientras, una hermanamiga sufre en silencio la batalla más dura, injusta y despareja de su vida y mis lágrimas desbordan la bañera, inunda mi balcón y caen en cataratas hacia la ciudad desnuda.

04/05/20

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