domingo, 5 de agosto de 2018

5 de agosto en domingo



Es domingo aquel domingo
Domingo 5
Era domingo de agosto
Es agosto y es domingo
Cinco
Recién ahora y hace siglos
Tan domingo 5 de agosto aquel domingo
Hoy
domingo
5 de agosto
Hace aquel frío que hacía. Un frìo que dejaba en lágrimas los lagrimales. Un frío que agrietaba el porvenir.
Aquel domingo. Este domingo. Qué importa cuánto tiempo si fue recién y fue hace dosmilcientonoventa días. Si fue recién y para siempre. Era más o menos esta hora. Hace un rato. Hablamos largo por teléfono. Las dos habíamos tenido intenciones de visitarnos ese domingo pero el frío. El frío. Hablamos del frío y de la lluvia de esos días y de las ganas y de la fiaca y del hacer y del no hacer. Reímos un poco, también. Puteamos al canalla de lanata que por esos días había enaltecido al amado Víctor Hugo con una de sus canalladas. Un escrache como si escrachar a un Grande fuera tan fácil. Madres, Abuelas, Compañeras y Compañeros iban a desagraviarlo al rato en un programa de la tele. A Víctor Hugo, mas vale. Hablamos de él. Dijimos que lo amábamos, que lo admirábamos, que no se merecía lo que le estaban haciendo que lanata era un hijodeputa sin remedio que ya la iba a pagar y esas cosas. Nos prometimos vernos el lunes. O el martes. Esta semana seguro. Bueno... veamos el programa y hablemos luego pero si no hablamos mañana arreglamos qué día de la semana nos encontramos sí dale sin falta.
Cena. Víctor Hugo. Madres, Abuelas... primer tanda. Voy a la cocina. Suena el celular. "Delia", me dije. Y no. No era ella pero sí era ella para siempre. Su hija. Qué raro a esta hora qué pasa Marin qué estás diciendo estás loca esta chica enloqueció no puede ser.
Caigo. Al piso. Literalmente caigo. Mi alma suelta un alarido mudo. Sentada en el piso supe. Supe.
Desaparecieron victor hugo y lanata y la tele y la mesa y la cena y la casa
Todo fue ella y esa noticia demencial que me enloquecía los sentidos
Igual me esperancé porque la esperanza es involuntaria.
No te mueras.
Fue una orden.
Todavìa tenía su camperita celeste puesta y un olor a pucho imbancable.
No te mueras.
Dos horas a lo sumo dijeron los soberbios.
Mentira pensé qué saben ellos de su fuerza de nuestras promesas de nuestro encuentro inevitable.
Mentira pensé y volví a decirle en el oído por favor no te mueras yo no sé vivir sin vos.
Una semana y un día me nos dio para que fuera fuéramos preparándome preparándonos
Recién. Hace un siglo. Un milenio. Siempre y para siempre.
Este domingo 5 aquel domingo de agosto.
Y aquí estamos estoy sabiendo lo que supe recién y no acepto nunca. Lo que irá sucediendo esta semana de aquel año que termina en el 13 más 13 de los 13.
No sé vivir sin vos. Vivo, no me queda otra. Pero es como ir sin timón detrás de las brújulas a las que me aferro.
Te extraño.
Hermana.

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