Una sabía
que iba a llegar el día. Una intentaba prepararse para eso. Pero no hay caso.
No hay preparación posible.
Se ha
anunciado el estreno del espectáculo "El
Padre", de August
Strindberg, dirigido por marcelo velázquez. Y el dolor recrudece. La
presencia de lo horrible se hace carne. No voy a nombrar a los integrantes, no
vale la pena. Cualquiera que se interese puede buscar y saber.
A pesar
de las muchas voces amigas que me han aconsejado en este tiempo
"soltá" "olvidate" "no pienses más en eso", la
cabeza se me piensa sola -como decía mi hermana-.
De verdad
que lo he intentado. Eso de "soltar" y "olvidar", digo.
Pero, el puñal vuelve a sentirse en el centro del pecho y me ahogo si no digo
algo. Por eso decido decirle a quien quiere leer, a quien quiera oir, que ese
espectáculo está basado sobre un caso de violencia laboral, sobre lo lacerante
de un abuso de poder, sobre la infinita pena que causa una injusticia con
complicidad y apoyo de unos cuantos.
Yo no
pedí estar ahí. Me llamaron, me ofrecieron, (me llamó y me ofreció marcelo
velazquez) y luego los integrantes que ya habían sido convocados manifestaron
enorme alegría cuando dije que sí. Al menos eso me dijeron y tengo mensajes de
voz y mails que lo prueban. Y le puse mucho esfuerzo. Horarios de ensayo,
estudio de letra, trabajo en casa, expectativas. Y de la noche a la mañana (en
este caso de la mañana a la noche) sin previo aviso, sin motivo explícito, sin
que mediara una palabra de alerta, el director me mandó un mail diciéndome que
me echaba del espectáculo. Recurrí en primer lugar a mis compañeros de elenco.
Las pocas respuestas que obtuve fueron que "no sabían nada y por lo tanto
no sabían qué decir", palabra más palabra menos. O alguna mediocre
manifestación de "lamentarlo". No hubo manera de que alguien convocara
a una reunión de la cooperativa conformada de hecho y de palabra para que me
explicaran los motivos. Acudí entonces, como me aconsejaron muchos, a la
Asociación Argentina de Actores -de la que soy socia 11.576- a denunciar
la injusta separación del proyecto. Allí me dijeron que no podían hacer nada
porque la cooperativa no estaba presentada oficialmente. Sin embargo, unas
semanas más tarde, la Secretaría Gremial de esa Institución me informó por
carta fechada el 8 de marzo -vaya día- que "en
el conflicto laboral que se suscita entre usted y la cooperativa en cuestión,
le comunicamos que los integrantes de la sociedad accidental de trabajo
mediante nota presentada ante la secretaría gremial manifiestan estar de
acuerdo con la decisión tomada por el director" (sic - firma el prosecretario gremial Carlos
Berraymundo). O sea que sí existía "la cooperativa en cuestión".
O sea que sí había "una sociedad accidental de trabajo". O sea que sí
se podía hacer algo. Al menos se podía hacer que me aclaren el por qué de dicha
decisión. Ya que mis compañeros de elenco estuvieron de acuerdo creo que yo
tenía el derecho a conocer las razones. Valga decir que nunca ví la carta
presentada por “los integrantes de la sociedad accidental de trabajo” a la AAA,
ni me detallaron qué es lo que allí explicaron. Como nunca más tuve noticia de
ninguno de ellos.
Menciono
la fecha de la nota de la A.A.A. y pongo “-vaya fecha-“ porque todos
sabemos que ese es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora,
un día ícono en la lucha por los derechos de la mujer y por la lucha contra la
violencia de género. Creo que esta situación vivida por mí vulnera mis derechos
como trabajadora y es un caso de maltrato laboral y abuso de poder. Cosa de la
cual el Sindicato al que estoy afiliada hace más de 30 años, y del que he sido
parte de su dirigencia en dos periodos, no supo y/o no pudo defenderme.
Me parece
fundamental decir que comprobé que hay que temerle al abuso de poder y al poder
del abuso. Porque el abuso de poder genera injusticias y el poder del abuso
genera mucho dolor y tiene aristas incalculables. Y hay que temerle porque la
lucha contra ese abuso y ese poder no estaría dando mucho resultado. Porque
sigue sucediendo. Y las víctimas quedamos muy solas y desamparadas. Sí, me
enarbolo en víctima porque de hecho ese espectáculo se estrena y yo no estoy en
él y nadie, absolutamente nadie, me explicó por qué.
Me he ido
enterando, porque este medio es muy pequeñito (pequeñito en varios sentidos),
de cosas que han dicho. Mentiras. Todas mentiras. Pero esas mentiras han sido
creídas por gente que yo quería y respetaba (suponiendo que era genuinamente
correspondida) y esa gente dejó de saludarme, o me borró de sus redes sociales
o me mandó indirectas que de tan directas fueron espadazos por la espalda. Es
curioso cómo en esta sociedad es la víctima la que tiene que dar explicaciones.
Me he visto, y me sigo viendo, en la obligación de explicar que son mentiras lo
que dicen, de aclarar que no hice nada, y de solicitar que no me pidan
"silencio". Porque el silencio condena a la soledad y al olvido.
Noches de
insomnio, ataques de ira, convulsiones de llanto, pesadillas, desconfianza,
desánimo, sensación de exposición extrema, sensación de soledad extrema,
agobio, sensación de ahogo, ganas de dormir y no levantarme, ganas de irme,
ganas de no volver a subirme a un escenario, ganas de subirme a un escenario a
contar todo esto, escepticismo extremo, incredulidad mayúscula, desánimo,
furia, ardor en el pecho, dolor en el pecho, ganas de gritar, ganas de callar,
mareos, contracturas, desesperanza. Todo eso. Extremas emociones. Agotadoras.
Y el
tiempo pasa, sí. Y acomoda, sí. Pero, ¿en qué lugar guardar tantas horribles
sensaciones? ¿En qué lugar del mapa emocional quedarán impresas?
A los que
me han puesto oreja y hombro: gracias. ¡GRACIAS! No tienen idea de lo que han
significado en este tiempo.
A los que
me han dicho "queeee raroooooo"... revisen.
Y a los
traidores: mi repudio permanente. Sé que me leen... lo han dejado bien claro en este tiempo.
Una sola
cosa más: he escuchado muchísimas historias parecidas. Todas mujeres. No creo
que sea casualidad.