Ahora es necesario conversar con los zapatos. Esos que sacamos con nuestros pies a cuestas en estas mañanas de otoño malherido. Y también a esos que supieron esperar a reyes magos y hoy se quedan sin adivinar de bocas abarbijadas. A todos es posible escucharles su voz que nos cuenta de encuentros con sueños perdidos, sin que nadie les azucare el café.
Hay que confiar en los secretos de los zapatos abandonados en el palier goteando veredas sin lavandina. Y también de los que quedaron escondidos en el placar, asustados.
Y en estas noches quebradas, cuando la quebradura es amplia lado a lado del dolor, convertidos en compañeros fieles, escucharles soñar con nuevas utopías.
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