lunes, 29 de junio de 2020

LO QUE DICEN LOS QUE PIERDEN

Me quedé paradita en la esquina de la esperanza, sin poder moverme. Un mar de dudas se fundía con un cielo de certezas y viceversa. Un hilo indestructible de recuerdos iba hilvanando la memoria, a veces tan esquiva, a veces tan arisca.

La puerta de la celda se abrió muy lentamente y la orden fue contundente: Levantate, perdedora, hoy te vas. No entendí. Miré a mi victimaria y la vi por primera vez en esa cuenta incontable de los días de encierro. ¿A dónde me voy?, pregunté ya sin miedo pero con profunda resignación. Esa resignación que se siente cuando ya no se tiene nada que perder, como buena perdedora que soy. Ella misma me lo enseñó en algunas de las sesiones… Sos perdedora, pero sos buena perdedora.

Nunca entendés nada, vos. A tu casa o a la mierda o a donde quieras ir. Hoy salís en libertad, me dijo mientras me tiraba unas ropas como me tiró antes, sin piedad, los baldazos de agua.
Fui recogiendo las prendas sin bajar la mirada. No sabía si creerle. Apurate, querés. Gritó una vez más. Siempre fuiste una inútil, desde la militancia. Inútil y perdedora. Una buena perdedora. Y largó una carcajada. Recordé el tiempo en que militábamos juntas y también cuando fueron a buscarnos. Recordé cómo fueron quebrándola y cómo la convirtieron en mi verdugo. ¿O no? ¿O siempre fue así y no lo supe antes? Mientras me vestía a las apuradas esa duda entró como entran las ráfagas de una tormenta por las hendijas de un galpón abandonado.

Salí a la calle. El vestido y las zapatillas que me habían dado nada tenían que ver con el frío invierno que cubría la vereda. No me importó. Giré temerosa y vi sus ojos antes de que el ruido del portón cerrándose me estremeciera. Corrí. Corrí. Corrí. Corrí tantas cuadras. No sé cuántas. Kilómetros, tal vez. No tenía idea a dónde me dirigía ni cómo llegaría a ningún sitio.

En un momento, sin razón alguna, me detuve. Me quedé paradita en la esquina de la esperanza, sin poder moverme. Un mar de dudas se fundía con un cielo de certezas y viceversa. Un hilo indestructible de recuerdos iba hilvanando la memoria, a veces tan esquiva, a veces tan arisca. Perdedora… Sí. Perdí, me encerraron, me torturaron, me destruyeron, me quebraron a una amiga, me robaron un compañero. Perdí, sí. Pero no pudieron derrotarme.

Stella Matute
Junio, 2020 - Tiempo de pandemia

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