y me ahogo en los gritos de mis dolores.
¿Qué hago con esta herida que me habita
en el borde de todas mis alegrías?
SMM - 2021
Un repaso de mi vida y mis opiniones
y me ahogo en los gritos de mis dolores.
¿Qué hago con esta herida que me habita
en el borde de todas mis alegrías?
SMM - 2021
Me desperté más o menos a esta hora aquella mañana luminosa de julio. Serían las 8 o las 8.15. No más. No era la fecha, faltaban unos dias había dicho la médica un par de días antes, pero la panza pesaba distinto. Brillante, inmensa, lunar, la panza pesaba distinto. La panza pesaba distinto. Cuando intenté darme vuelta para levantarme, un chorro caliente me mojó la entrepierna. No había dudas, pero necesité tocarme para estar segura. ¿Agua? ¿Pis? Nonono, todavía no, que tengo que entregar un montón de trabajo me dije a los gritos silenciosamente y me quedé quietita quietita quietita. Cada una de mis células sabía pero yo trataba de convencerme de que era un chorro de pis que se me había escapado. Quietita quietita quietita. No sé cuánto tiempo estuve quietita, abrazadita a la almohada. Al cabo de un rato volví a intentarlo. Otro chorro. Más abundante todavía. Ups. Tomé fuerzas, al fin y al cabo creo que a eso vine a la vida -a tomar fuerzas-, y me paré. Una catarata intempestiva, abundante, imparable, mojó mis piernas, mis pies, el piso. "Marceeee", llamé con un hilo de vos estruendoso. Y allí vino mi hermamigo, con quien compartíamos casa y aventuras en aquellos tiempos. "Me parece que tu ahijado está llegando", le dije colgadita de sus ojos... Me abrazó, salió corriendo y me trajo el teléfono. Mario, otro amigo, estaba en la ducha, al oir los ruidos salió, preguntó, y se sumó al tiempo de premuras. Llamé a la partera, le expliqué. "Bañate y cuando las contracciones sean cada 15 minutos te vas para la clínica. Yo ya me preparo y salgo para allá." La clínica quedaba a exactas tres cuadras de mi casa. Entré a la ducha y ahí fue que un ejército de leones desembozados me caminó por primera vez por la barriga. Me apuré y salí diciendo que "algo raro me estaba pasando>". Que había tenido un dolor demasiado fuerte. "Son las contracciones de parto, chicoquita", dijo Mario y me apuró. Marcelo intentaba hacer un desayuno tirando todo lo que encontraba a su alrededor. "No. No hay tiempo y es mejor que no comas nada", dijo Mario. "Esperemos a Delia que debe estar por llegar" dije y caí sobre la cama con otra carrera de leones que habían elegido mi panza para hacer de las suyas esa mañana. Pronto a los leones se le sumaron los monos, los elefantes y la fauna toda. El bolso, la toalla, el toallón, qué falta, no falta nada y lo que falta venimos a buscarlo, ay, tranquila, ay, vamos, dejo una notita a Delia, vamos, ay, respirá, mirá la casa que cuando vuelvas ya vas a venir con tu hijo a upa, ay, vamos, ay...Salimos a la calle, colgada de los brazos de mis dos guardianes, yo tenía toda la intención de caminar las tres cuadras pero ya todas las especies animales de todas las regiones geográficas competían una maratón sobre mi panza. Un taxi grité ahora sí a voz en cuello. Nunca olvidaré que ese taxi por tres cuadras costo dos veces y media más que el de la noche anterior desde Aeroparque hasta el Café de los Angelitos. La hiperinflación de Alfonsín proponía esas delicias. Cuando entré a la clínica la partera estaba esperándome. Epa... dijo y le indicó a la recepcionista que los trámites los hacíamos después. Entramos a una habitación, me revisó y me dijo "estás a punto de parir, menos mal que vivís a tres cuadras porque sino lo tenías en el taxi" y salió urgida hacia el pasillo. Entró una enfermera y me dio indicaciones al ritmo de mandatos. En ese momento, por arte de magia como siempre, entró Delia. Fue un alivio en esa tormenta de dolores y órdenes. Me agarró fuerte la mano. Tranquila, tranquila... ya viene. Me subieron a una camilla y de ahí en más todo tomó un ritmo extraplanetario. Escuché a la obstetra, Clara, gritando "me visto y voy para la sala de parto". Alcancé a ver su sacón de piel volando hacia el cielo. A las 11.34, con sólo tres pujos y una pequeña episiotomía que ni siquiera sentí, la vida se volvió Lautaro para siempre. una respiración pequeñita me despeinó eternamente. Esa felicidad sin nombre, ese torbellino de emociones, ese amanecer...
Por él intento -con aciertos y errores- ser mejor persona desde ese momento y para siempre.
¡Feliz cumpleaños, hijo!
12-07-2021
Esa lágrima que asoma cuando el abrazo me acuna.
Esa lágrima que se mezcla con el sudor del esfuerzo en un parto que da vida a nueva vida.
La lágrima que rueda hacia el mar en un amanecer que asoma en la línea infinita.
La lágrima que despierta cada logro de mi hijo.
Esa lágrima que vuela hacia el cielo de los ausentes.
Esa lágrima que horada cuando un poema de Alejandra me acontece.
La lágrima que la canción me regala.
La lágrima eterna que ofrendo a todos mis amores.
Esa lágrima que surca las alegrías de mis personajes.
Esa lágrima que baila todas las danzas sagradas
¿Cuánto dura el recorrido de la lágrima?
Ese tiempo de la lágrima es mi tiempo extraordinario.
#escribir #escribirparasanar #escritos
Actor nuestro que estás en los escenarios, bendecido sea tu oficio, venga a nosotros tu brillo, hágase tu compromiso tanto en tu vida como en tu arte. El buen espectáculo de cada día, ofrécelo hoy y perdona nuestra ausencia en la platea así como nosotros perdonamos tu falencia. No nos dejes aburrirnos y líbranos de la falta de talento. Amen.
¡FELIZ DÍA DEL ACTOR NACIONAL PARA LAS ACTRICES Y LOS ACTORES DE BIEN!
(Segundo lunes de mayo)
No. No soy esa que ven, que creen, que sentencian. Esos engaños que fui construyendo para salvarme de tanta rabia enmudecida. No. No soy esa. No soy la que se inventó oficios obedientes para sobrevivir la desobediencia de mandatos. No. No soy malhumorada ni fastidiosa. Tampoco soy mi curriculum. Ni siquiera el ego acariciado de mis premios. No, mentiras… esas son, con fortuna, meras máscaras que ayudan en el absurdo tránsito a la nada. Tampoco soy estos huesos ni estos músculos ni esta mano ni ese pie. No. No soy esa arruga ni ese pliegue. No soy la que esboza una sonrisa cuando hay que sonreír ni la que a veces acepta lo mal demente. Tampoco la que calla y esquiva la mirada para limar asperezas. No. No soy esa.
Soy viento furioso que atraviesa otros vientos, soy lago cristalino y río caudaloso. Soy montaña milenaria, volcán de acero, rutas de sal, cielos sin sol y soy tierra húmeda después de la tormenta. Soy la memoria de todos mis muertos y todas sus ausencias bailando en mis brazos. Soy la búsqueda incesante de lo leal, de lo cierto. Soy el trasatlántico que trajo a mis abuelos cruzando inclemencias en mares de esperanzas. Soy el dolor de parto de todas las que maternan. Soy furia y carcajada a deshoras. Y a deshonras. Soy llanto eterno sobre las injusticias de todos los tiempos. Soy pluma que vuela más allá del infinito. Soy asedio constante de mi música. Soy la estela en el río de mi vida y soy huella arada en el esfuerzo para que esa estela deje marca. Soy papel sin letras esperando que lo escriban y soy la soledad de un colchón en medio de la calle. Soy el pájaro escapando de su jaula. Soy nuestras Madres y nuestras Abuelas. Soy testigo incansable de mi tiempo. Soy lo que fui y lo que no pude ser, soy esta que hoy se columpia en el arco iris previo al fin del diluvio que nos ahoga.
Soy ráfaga y remanso.
Soy luciérnaga y noche oscura.
Soy todas mis yo y todos ustedes.
Hace un par de días un par de horas ocho siglos veinte minutos cuatro semanas recién hoy mañana, tiré las cenizas de mi hermano. Fue una decisión voluntaria pero marcada por un mandato milenario, un ordenamiento sagrado de linajes. “Me toca a mí” vibraba mi cuerpo todo, caminando hacia el río mientras mi mano derecha sostenía el extraño peso del cuerpo todo de mi hermano comprimido en esa inabarcable y minúscula cajita. Mi hermano murió el mismo día del cumpleaños de mi madre y eso fue para mí una certera señal de que era –es- imprescindible sanar heridas, enfrentar terrores y exorcizar de una vez y para siempre el explosivo demonio creado en el arista de un abismo familar.
Nunca imaginé que “me tocaría” la íntima y titánica tarea de arrojar –sola- las cenizas de mi madre y luego hacer lo mismo –sola- con los restos de ese hermano odiado y amado en igual medida. Pero bien sé que llevo milenios de genealogías inimaginables; de volantazos violentos en mi historia. Elegí el mismo lugar donde–también en desamparada ceremonia- despedí los restos de mi vieja, quien le comprendió con su vida todas las miserias que él supo desplegar como retazos de muerte. José Luis desde muy niño estuvo habitado por oscuros laberintos, poblado por cuevas indescifrables, llenito de rincones tenebrosos cercados con alambres de púas. Incurables curvas hacia el daño. De otros y de sí mismos.
Me senté en un banco bajo un techo celeste y diáfano cruzado por el brillo de un sol incuestionable, rodeada de indiferencia ciudadana. Miré el paisaje intentando dejarme traspasar por una liturgia celebratoria del divino oficio que volvía a encarar. Divino por divinidad, por si hace falta aclararlo. Miré el puente, la baranda, el río. Calculé la distancia que habría entre mis manos y el agua cuando desenvolviera el insondable paquete, medí el viento, me detuve en los pasos de los transeúntes desprevenidos, intenté imaginar sus pensamientos… Una paloma se posó a mi lado y me miró. Es el momento, me dije. Me paré y caminé sin dudar hasta el centro del pasamanos. Abrí la bolsa y un rezo de la infancia me tembló en el pecho. La lluvia de cenizas cayó obediente desparramándose sobre el río marrón como una alfombra recién sacudida. Ni bien dejé de verlas, una cruz hecha de dos maderos negros apareció por abajo del puente navegando en la corriente hacia el horizonte. Un temblor me estremeció desde la nuca a los talones. Levanté la vista y tres pequeñas golondrinas aparecieron de la nada y revolotearon frente a mis ojos secos de lágrimas y bañados en recuerdos. Fue así aunque parezca mentira. Volví a mirar el agua. Ya no había ninguna marca. Ya todo era como hace un rato y nada volvería a ser igual. José Luis ya navegaba en las mismas aguas de su madre, que también fue la mía. El café con leche en la mesa grande de la mañana, las cosquillitas en la espalda, las chiquilladas compartidas, la hamaca de sus manos, la carrera hasta la heladera para tomar agua fresca, el avioncito vertiginoso colgada de sus brazos, el mate cocido con tortas fritas, sus clases de ajedrez para ganarme, sus revistas El Gráfico, sus travesuras desde el techo del galpón del fondo, el sanguche de salame con manteca, mis gatos y sus perros, su risa pícara con un toque siempre de malicia, su torpeza para bailar, su tristeza –también siempre- disfrazada de rencores… Todo ese tsunami de recuerdos le ganó al tirano, al violento, al que nunca se entendió por qué. Ahí, en ese momento, se deshizo el dique y las aguas del Nihuil, del Valle Grande, del Atuel, del Diamante encontraron cauce en mi cara con su fuerza de montañas. Y ahí, en ese momento, decidí quedarme eternamente, desde antes hasta siempre, con el mejor de los recuerdos, con esa foto colgadita de sus brazos, confiada, riendo, con la pureza de mi cuerpito niña disfrutando de ese upa fraternal, totalmente indiferente a los peligros, ignorando que había maldad en algunos de sus actos. Creo, ahora estoy segura, que en el principio él tampoco lo sabía. Me subo a esa creencia y me acuno en ella. La mano de mi madre nos acaricia a los dos la cabeza. Mi padre lo recibe emocionado y mi hermana, mi luminosa hermana, le palmea la espalda y le revuelve el pelo. Mi abuela lo reta un poco con su tierna severidad gallega.
Me dejo llevar remando sobre esa cruz de maderos negros que libera, que mece. Navego, porque navegar es preciso, hacia esa foto familiar con la terca y extravagante esperanza de que alguna vez volvamos a encontrarnos para escribir una mejor historia.
Tal vez sea todo eso lo que abarque aquello sagrado de los cuerpos capaces de curar todas las heridas.
SM - Abril, 2021
¿Cómo atreverme a hablar de nuestro pacto de ficticio silencio llenito de palabras no nombradas?¿Con qué derecho cuento de tus ojos sin horizonte, de tu boca carencia, de tu mano alcancía, del borde esquivo de tu mirada? ¿Cómo relatar mi curiosidad intrusa intentando proteger un poco tu desdicha?
Durante un rato aportaste tu belleza contaminada de injusticias a la posible poesía de mi vida. Un día, después de varios soles, me miraste directo a los ojos con un agradecimiento que yo no merecía y esa esquina se volvió espera y entrega cotidianas. Fuiste peaje obligatorio a la ternura. Bisagra necesaria del camino. Tu ojeada pájaro era mi alegría en ese transitar a mi rutina. Tu mano transparente, mi certeza diaria. Tu guerra perdida, mi laberinto con salida. Tu sonrisa desdentada, mis ganas de seguir.
Un día no estuviste. No estabas y el refugio de tu esquina fue ausencia oscura. La carencia de tu orfandad dejó huérfano a mi minúsculo barrio dadivoso. Una incertidumbre de nubarrones pobló el templo de tu colchón abandonado. Quedó vacía mi mano en el fondo del bolsillo pespunteado por la nada. Me vi en tu espejo limosneando alguna respuesta, alguna señal. Un viento helado se coló por los ladrillos de tu mampostería angosta que fue el cobijo roto de tus días y tus noches, piso de tierra, techito de hendijas por el que espiabas las estrellas. ¿Te fuiste al cielo donde los desposeídos se vuelven reyes y bailan hasta que el sol se baña en el mar? ¿Te crecieron alas y volaste libre de monedas y latas vacías? ¿Te fuiste a ese lugar donde nadie se tapa la nariz para que el olor hiriente de tu destino no invada su egoísmo? ¿Y tu perro? ¿Ladró aquella noche en que se abrió tu portón de eternidad? ¿O acaso simplemente cambiaste de libertades y caminos? ¿Andarás tal vez eludiendo otras miradas hasta que puedas confiar en una? Anclo en ese anhelo y recojo las velas de la búsqueda.
Te debo el bullicio de un circo todo, un desfile de malabaristas que te ofrezcan los panes que mendigaste, la danza de un equilibrista por el filo de la mesa que no tuviste, un montón de piruetas de payasos regalándote poemas que levanten banderas de sopita y abrigo y te acunen en la abundancia huidiza de tu vida. Quisiera homenajearte a la altura de tu valentía plagada de intemperie, regalarte una parrillada de esperanza arrebatada. Ya no paso por tu esquina. No quiero. Pero sigo apretando aquella medallita del primer encuentro de miradas desarrapadas en el que sellamos nuestra mínima promesa de lealtad mutua, y ruego cada tanto por tu almita desamparada.
sm - abril, 2021
Me dejó un traumatismo
en el filo del lagrimal.
Una fractura expuesta
de autoestima.
Un esguince
de coraje
Un infarto agudo
en la confianza
Quedé con la entereza
mal herida
y con las ganas
al borde del trasplante.
Transité por una
cirrosis de esperanza,
una insuficiencia
de certezas
y una fibrosis de llantos.
Nunca fueron visibles
mis dolencias.
Se cuidó muy bien
de no dejar
ni una marca.
No hubo vendas
ni apósitos
ni bisturíes.
No hubo quirófanos
ni consultorios.
Pero la convalecencia
fue eterna.
Si.
Ojalá me hubiera pegado.
Tal vez hubiese sido más fácil.
Y más rápido.
(SM - marzo 2021)
Una noche de viernes festejábamos con mi pareja un aniversario. Hace de esto ya como diez vidas. Después de la cena de rigor, volviendo a casa, entramos al bar de Hipólito Yrigoyen y Luis Saenz Peña a tomar un champagne. Eran como las 3 de la mañana y festejábamos, festejábamos, festejábamos... Copas, balde de hielo, champagne... Yo tenía un ramo de flores en la mano. Toda una escena de clase media.
Al muy poco rato entró un muchachote de más o menos 15/16 años -o 100, vaya una a saber-. Estaba muy sacado, bolsita en mano, pidiendo plata por las mesas. Se apoyó en la nuestra viniendosenos encima bastante amenzante. Yo instintivamente agarré la cartera, saqué un billete de de una cifra que él no debía estar acostumbrado a recibir y se lo dí. Empezó a "rezarme bendiciones". Me dijo que yo era buena, que me iban a pasar buenas cosas, que yo era como una santa, etc. etc. mientras mi pareja trataba de frenarlo y decirle que ya estaba, que se fuera. El pibe recibió eso como una agresión inusitada y se enojó. Lo insultó un poco, le hechó en cara "el champagne y su copa" y se fue a la mesa siguiente. Ya estaban acercándose tres mozos con aires superiores para sacarlo. Él los vio y apuró el trámite. En la otra mesa una parejita tomaba café con leche con medialunas. El muchacho le dijo: "plata no tengo pero llevate las medialunas, si querés", lo que provocó en el pibe un enojo más grande que el anterior. "Que no quería su comida, que se la metiera en el culo, que él quería guita". Estaba sacado. Asustaba. Los tres mozos lo agarraron y en una escena muy violenta lo sacaron a la calle. El pibe gritó, golpeó las ventanas, amenazó con piedras. Horrible situación.
Costó sobreponerse.
Cuando ya nos habíamos tranquilizado un poco y pudimos volver a "disfrutar" de nuestro champagne entró un nenito de unos 4 o 5 años. Apenas si llegaba a sobrepasar las mesas con su cabecita rapada y recorrió el lugar pidiendo. Todos, absolutamente todos, le dijimos que no. Algunos sin ni siquiera mirarlo. El nene se fue como había entrado. Sin ruido y sin plata. Ni siquiera medialunas se llevó.
El champagne me quedó atragantado por varios días.
Durante mucho tiempo me pregunté cuánto tardaría ese nene chiquito, tranquilo y "socialmente obediente" en transformarse en el adolescente atravesado por el pegamento, el paco y la violencia. ¿Cuántos "no" se bancaría hasta llenarse de odio y resentimiento?
Y mucho más me desveló preguntarme si alguien más que yo y mi pareja había registrado esa escena esa noche en el bar.
Una sociedad que mira con indiferencia la infancia en la calle no tiene derecho, ningún derecho, a ni siquiera cuestionar a un chorrito... Mucho, muchísimo menos, a matarlo en una salvaje paliza que nos convierte, en forma definitiva, en una sociedad asesina.
Eso siento.
Regreso a pretéritos dolores que son errores, que son tropiezos, que son descuidos. Me asomo al abismo de mi eco de adentro con la intención de corregir antiguos incidentes. Corregir un recuerdo. Enmendar un olvido. Sobrevuelo aquella discusión enardecida… y sonrío. Recorro aquel dolor abandonado en la comisura de la lágrima… y sonrío. Deambulo por esa sombra de un error que me hizo daño, y sonrío. Danzo un poco al recordarme bandida en esa picardía de la que se me olvidó pedir disculpas. Y sonrío. Peregrino incluso por aquella oscuridad del día más oscuro de mi vida, y sonrío. Son distintas sonrisas, pero sonrío. Sonrisas. Hay melancolía en algunas, ironía en aquella, nostalgia en aquella otra, jarana en esa de más allá, franca tristeza en la penúltima… pero son sonrisas. Sonrío repasando historias ya pasadas que sí, tal vez, podrían corregirse en la añoranza. Sonrío. Entonces me doy cuenta de que los recuerdos no requieren corrección, no incluyen enmiendas… porque se corrigen solos los recuerdos en el río a veces manso y otras veces turbulento por el que avanza ese barco vigoroso que llamamos vida. Entonces sonrío. Y soy río.
Stella Matute - marzo 2021
Gracias riesgo
Gracias nido
Gracias útero, mirada, llanto
Gracias hijo gigante, gracias pequeño
Gracias fluir
Gracias palabra, palabras, dichos
Gracias eco eterno
Gracias grito, alarido, bramido
Gracias mar, movimiento contínuo
Gracias sonido, ruido, jaleo
Gracias acto, hecho, argumento
Gracias amiga, amigo
Gracias hermana, hermana mía
Gracias entusiasmo
Gracias madre
Gracias padre
Gracias tristeza, pena, nostalgia
Gracias eternidad
Gracias conducta, acontecer, batalla
Gracias ciudades
Gracias viento, picaflor, torcaza
Gracias justicia, utopía, quimera
Gracias vida
Gracias Pedro Patzer
Gracias Girondo
Stella Matute, agradecida.
Para que yo me llame Stella Matute tuvieron que cruzar el océano mis cuatro abuelos, escapando del horror del hambre y de la guerra. Tuvieron que llegar a esta tierra prometida y recorrerla hasta el sur de una Mendoza en tiempo de futuro para ayudar a fundar un pueblo que los acunó en sus sueños a la vera de acequias y ríos cristalinos. Tuvieron que ser vecinos mis abuelos y luego amigos, y tuvieron que sobreponerse a una serie de tragedias para que sus hijos se fundieran en un abrazo tan profundo que los convirtió en mis padres. Para que yo me llame Stella Matute antes nacieron Delia y José Luis, mis hermanos. Una hermana, hermana mía que me meció en sus saberes y me construyó en sus ojos. Y un hermano que no supo hacerse amar a golpes de no poder comprender el lado bueno de la vida. O, tal vez, porque nadie supo enseñárselo, ya nunca lo sabré. Para que yo me llame Stella Matute tuvo que morir mi padre muy temprano y tuve que despedirme del sudor de mis montañas y subirme a un tren debutando yo en la adolescencia, aferrada a la mano de mi madre que lloraba su viudez y enarbolaba una vez más su estirpe de mujer valiente. Y sufriente. Para que yo me llame Stella Matute tuvo que recibirme este Buenos Aires de desmesuras en estímulos sagrados y convocantes. Tuve que esconderme tras los árboles para no caer en manos de uniformes crueles y acompañar a mi hermana en sus dolores de ausencias forzadas y miedos clandestinos. Para que yo me llame Stella Matute tuve que disfrazarme con pieles ajenas y jugar a ser otra para soportar tanta falta de mirada. Para que yo me llame Stella Matute tuve que parir el deseo de parir y maternar a un gigante que vuela alto a fuerza de desplegar sus alas de talento. Y a otro que no pudo con tanta vida y me dijo un adiós definitivo en un suspiro de doce días. Para que yo me llame Stella Matute fue preciso mirar muchos ojos para anclar en una mirada. Y atreverme a redimirme. Y desplegar mis propias alas.
(Escrito en el Taller "El patio de la palabra", de Pedro Patzer - ejercicio inspirado en un poema de Ángel González - marzo 2021)
Hoy... el día del cumpleaños de mi madre, se fue mi hermano. No fue el hermano que yo hubiera deseado... todo fue siempre muy difícil. Tan difícil como es hoy ubicar tanta tristeza... No lloro su muerte... lloro su vida y todo lo que no pudo ser.
De esta foto ahora quedo solo yo. Es raro. Es fuerte. Es irreversible.
Lo despido con lo mejor de mi. Bien sé cuánto deseé que todo fuera diferente.
Ojalá descanse en paz... Y ojalá esta coincidencia con la fecha del cumple de mi madre signifique que la vida -o la muerte- lo libere y vuele alto. Junto a ella... que lo amaba-madre.
Fechas… Fechas que desde el comienzo de mi historia son recuerdo y presente. Mi madre cumplía años el 8 de febrero. Y cada 8 de febrero es cerrar los ojos y sonreir y lagrimear. Mi madre. Lamami, la yaya, abu, madre, mamá, la Satur... Mamá ojitos de misterio y manos de encaje. Artesana involuntaria, filósofa iletrada a fuerza de vida. Aguda adivina de todo terreno. Madre puntillitas en los bordes. Madre silencios, madre sabores, madre tejidos, madre tristeza. Madre de sonrisa esquiva, de abrazo austero. Madre de corazón inabarcable. Madre de alma abundante. Cada año desde hace ya doce años la describo con estas o parecidas palabras. Porque la describen y la cuentan.
"Mi mamá me ataba a mi hermano menor con una sábana al cuerpo para que yo pudiera hacer las cosas de la casa sin que él llorara", me dijo un día.
"Cuando estaba en tercer grado me gané el primer premio en un concurso de dibujo. Cuando llegué a mi casa, contenta, y lo conté, mi papá me dio una paliza y no me dejó volver nunca más a la escuela", me contó otro día.
Esos dos relatos, tan brutales, me hablaron y me siguen hablando de la infancia de mi madre. De su infancia y de su vida. ¿Cómo reclamarle, entonces, a esa mujer algunas cosas que no hizo, algunas cosas que no dijo, algunas cosas que prefirió callar, u olvidar -quién sabe-? Nada me debe, nada le debo. Fue y es en mi... Soy y fui en ella.... Así... Como pudimos... Como quisiera que siguiera siendo...
Un beso al cielo, una lágrima a la tierra, un arabesco colorido al aire. "Gira en el bello planeta", y yo la homenajeo.
I
EL MAGO
Este año promete ser para usted especialmente afortunado. En sus manos tiene la oportunidad de convertirlo en una auténtica obra maestra. En un ámbito importante puede llegar a alcanzar cosas muy altas o adentrarse en terrenos de intereses y de ocupaciones adicionales que en un futuro le puedan reportar felicidad y satisfacción. Y con seguridad se le van a presentar ocasiones para resolver viejos problemas.
Pero de ninguna manera debe callar sus méritos o impedir que reconozcan su gallardía.
Demuestre lo que sabe y tome la iniciativa en la situación que lo requiera.
Estructure este año de forma activa, demuestre su espíritu emprendedor.
Ahora posee el ímpetu y la destreza necesarios para convertir en realidad sus planes profesionales y privados.
¡Aquello que caiga en sus manos tiene buenas perspectivas de convertirse en un éxito!
Anima a: Confiar en las propias facultades y a controlar un asunto, una cuestión con habilidad.
Previene de: Querer forzar algo por todos los medios.
Conciencia: Reconocimiento profundo, unívoco.
Espiritual: La conciencia solar.
Meta: Control sobre el destino.
Un Facebook que no anuncia mi fecha de nacimiento. Y sin embargo, más de 400 personas se tomaron un ratito para mandarme su cariño en forma de palabras…
Muuuuchos llamados, muuuuchos whatsapp, muuuuuucho muuuucho muuuucho amor recibí ayer inaugurando mi nueva edad.
GRACIAS GRACIAS GRACIAS GRACIAS INFINITAS GRACIAS.
En este tiempo en que escasean alegrías, en que lo esperanzado está cotizando muy alto, en que el encuentro anda esquivo, recibir tantas demostraciones de amor es una caricia suavecita sobre la que una puede cerrar los ojos, sonreír, y remontar vuelo hacia ese abrazo extrañado.
Las palabras me tiran de sisa a la altura del corazón porque se quedan cortas para expresar tanta huella, tanto impacto del bueno. Un GRACIAS, nacido desde núcleo mismo del agradecimiento es lo que tengo más a mano… sabrán entender.
Gracias a todas, todos y cada une. Creo haber puesto un corazoncito a todos todos todos los mensajitos... si alguno no está puesto es porque facebook tiene su cuota de perversidad al respecto. Igual intentaré también contestar uno por uno pero eso me llevará tiempo.
Y en especial, gracias a mi hijo por un almuerzo tierno y sabroso y un libro que me enseñará “¿Quién se hará cargo del hospital de las ranas?”. Gracias –de nuevo– a cada una y cada uno que me escribió, me llamó, se hizo presente de alguna manera. Gracias infinitas y eternas a mi rotunda hermanamiga Graciela que con esfuerzo descomunal me armó su festejo íntimo y desbordante de amorosidad. Gracias a mi amigaza eterna Mónica que se prendió sorprendiéndome infinito. Gracias a mi compañero de vida que le dedicó su día al mío, cruzándose la ciudad en este tiempo de peligros con el sólo objetivo de mimarme y hacerme feliz. Gracias a Cecilia por ponerle siempre garra, onda y alegría a lo posible y más. Gracias por leer mi tonta lista y darme el gusto. Tan así que uno de los regalitos se repitió… Gracias por la comida árabe y el rico champagne y el crocante de manzanas que fue el vehículo para la ceremonia de los tres deseos.
Ya habito nueva edad… ya anda por los laberintos de la eternidad la que transité en el año de la peste y ha nacido esta que hoy se inaugura y comienzo a transitar. Se va la edad de “EL DIABLO” y me esperanzo con la de “EL MAGO” (gracias Margarita Carballal). Ojalá yo esté a la altura para que pueda iluminarme las herramientas que me ayuden a convertir en realidad mis planes.
Tuve a mi madre hasta avanzadas adulteces de las dos. La extraño pero siempre tengo la sensación de que ella cumplió un perfecto ciclo de vida... Llegó a conocer bisnietos.
Lloro siempre las injusticias. Las repudio. Las rechazo. Lucho contra ellas. A veces mal a veces bien, pero siempre lucho contra ellas. Prefiero siempre el camino de las verdades dolorosas al de las mentiras cómodas.
En suma, tuve y tengo una vida intensamente serena. O serenamente intensa. Que no es lo mismo, pero es igual.