jueves, 30 de mayo de 2024

¿TODO ESTÁ GUARDADO EN LA MEMORIA?

 


Hoy se cumple un año desde el extraño y misterioso episodio de amnesia que cambió mis días. Recuerdo (o tal vez no) la inquietante sensación de estar perdida en un laberinto de sombras y recuerdos difusos. Fue como si alguien hubiera borrado partes de mi mente con un borrador invisible, dejándome sin pistas sobre el pasado reciente o dónde me encontraba. Durante unas horas, fui una desconocida en mi propio mundo, navegando por un mar de olvido.

Aquel día –fue un martes- comenzó como cualquier otro, pero en algún momento me sumergí en una secuencia de eventos inexplicables. Algunos lugares familiares adquirieron un aire de misterio. Intentando recordar sólo conseguía una sensación de vacío. Era como si el tiempo se hubiera detenido, dejándome atrapada en un presente eterno.

Sin embargo, en medio de esa niebla mental hubo algo casi mágico. El olvido me obligó a vivir el momento presente con una intensidad desconocida. Olvidar para recordar. Olvidar para estar presente.

Y fue en medio de esa confusión que la presencia de mi hijo se convirtió en esa mano imprescindible que me devolvió al recuerdo. Su voz, su sonrisa, y su amor incondicional actuaron como un ancla que me sostuvo cuando todo parecía navegar sin brújula. Su simple estar ahí, con su mirada llena de amor y paciencia, fue lo que poco a poco me hizo recuperar la conexión con mi propia vida.

A medida que las horas pasaron, los fragmentos de mi memoria comenzaron a regresar, como piezas de un rompecabezas disperso que se volvía a ensamblar. Con cada recuerdo recuperado, sentía una mezcla de alivio y gratitud. Hoy, un año después, miro hacia atrás y veo ese día no solo como una pérdida, sino como una lección profunda sobre el valor de estar verdaderamente presente.

Este aniversario me recuerda que, a veces y a pesar del susto, olvidar puede ser un camino hacia la renovación, una oportunidad para redescubrir el mundo con ojos nuevos y un corazón abierto. Y me recuerda también que el amor de mi hijo tiene el poder de sanarme incluso las heridas más profundas del olvido.

Stella Matute
30/05/24

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lunes, 25 de marzo de 2024

INJUSTICIA

 


A veces las ganas se convierten en lamento enmudecido, y la voluntad languidece en la penumbra. En esos -estos- días quisiera ser luna, con su rostro oculto y su misterio suspendido. O ser sol, consumiéndome en fuego voraz, desgarrando la piel con su luz implacable. O tal vez ser viento, susurrando secretos en las sombras, desdibujando fronteras entre sueño y realidad. O la tierra misma, abrazando mis huesos con su frío consuelo, devolviéndome al polvo. Ansiando ser algo más que esta tristeza que me consume, en el silencio abismal de una existencia preñada de injusticias.

(SMM - marzo 2024)

sábado, 20 de enero de 2024

CUMPLIR AÑOS RODEADA DE AMOR

En el fulgor de un nuevo ciclo, mi reloj marca el paso de los días, y ayer, viernes 19 de enero, entre risas y añoranzas, celebré el milagro de cumplir años. Un brindis inicial resonó como un cántico de esperanza, una proclamación de vida que se eleva en la copa de la gratitud.

En medio de un tsunami de mensajes que llegaron como olas de amor sideral, me sumergí en la alegría de saber que cada palabra escrita es un faro luminoso, guiándome en este viaje llamado existencia. Entre la marea de buenos deseos, una vez, más encontré la esencia del cariño, la amistad y la ternura.

El almuerzo con Musante, momento sagrado donde los sabores se entrelazaron con las historias compartidas, y el brindis una ceremonia de complicidad que sella la conexión infinita de nuestras almas.

La noche se vistió de encuentros, de abrazos que trascienden el tiempo, de risas que resuenan en la eternidad.

Mi hijo como faro de la armonía y el futuro. Su sonrisa fresca, su mirada franca, su talento talento, son una nave que viaja siempre al horizonte.

Fue una noche de agradecimiento profundo, donde mi corazón se expandió en reconocimiento a cada experiencia, a cada reto superado, a cada victoria alcanzada, que no hubieran sido posibles sin el apoyo de tanta gente amorosa y dedicada que me acompaña.

Agradecer, agradecer, agradecer. Las palabras se repiten como un mantra, recordándome la importancia de reconocer la abundancia que la vida me brinda. En el eco de esa gratitud, me despedí del año de amnesia y aneurismas, dejando atrás las tensiones y los desafíos que marcaron ese caminar.

Saludo mi nueva edad con la esperanza de un renacer, de nuevos comienzos y oportunidades. Le digo adiós a la Emperatriz que fue testigo de mis días pasados, y doy la bienvenida a la Sacerdotisa, símbolo de intuición y sabiduría, que me guiará en este nuevo capítulo de vida.

Así, entre brindis y agradecimientos, me sumergí en la magia de cumplir años, celebrando la maravilla de la existencia y mirando con entusiasmo el futuro que se despliega ante mi y mis amores. ¡Salud a la vida, a los encuentros y a la bendita danza del tiempo!

(20 de enero de 2024, el día después de un día soñado)


viernes, 19 de enero de 2024

COMO CUANDO ERA NIÑA. RENACER EN ELLA.

 

Como cuando era niña, el día después de mi cumpleaños trajo consigo la misma magia de antaño, “cuando me preguntaba qué era ser feliz sin saber que lo era”. Los regalos desplegados con emoción en el piso, trajeron la inocencia de tiempos pasados. Los papeles rotos son pequeños fragmentos de alegría, redimiendo risas contenidas. Mi corazón es una caja abarrotada de tesoros y late con gratitud por cada sorpresa, por cada presencia, por cada abrazo.

En este instante, entre recuerdos y nuevas emociones, descubro que la esencia de la felicidad sigue siendo la misma: la celebración irrefrenable y pura, la conexión entre lo eterno y lo efímero, como un susurro de aquella niña que aún me habita.

En ese suave rincón del tiempo donde ayer se fundió con mis anhelos, salí de la penumbra del año pasado para encontrarme envuelta en la luz de un manto de amor. Mensajes, voces, textos, dibujos, llamados, posteos, fueron pétalos de ternura   creando –como en el teatro- un jardín efímero y eterno en mi memoria.

Cada uno de esos mensajes resuenan en mi alma, transformando el simple transcurrir de un día en un concierto de gratitud. Las risas, los abrazos, los cantos fueron –son- acordes de felicidad que vibran y vibrarán en mi existencia, armando una melodía de recuerdos imborrables.

Ayer, 19 de enero de 2024, se marcó el comienzo de un nuevo capítulo en mi viaje, un renacer radiante. De agradecimiento infinito. Quiero rendir homenaje a cada une de ustedes que con sus distintas formas de presencia iluminaron mi día. Me siento dentro de un tsunami de amor que hace de mi corazón un loco destellar de danzas.

Renacer. Renacer. Renacer.

Se fue La Emperatriz. Llegó La Sacerdotisa.

Con gratitud eterna.

martes, 19 de diciembre de 2023

Para que yo sea quien soy

 


Para que yo me llame Stella Matute

tuvieron que cruzar el océano mis cuatro abuelos

escapando del horror de la guerra y el hambre.

Tuvieron que llegar a esta tierra prometida

y llegar al sur de Mendoza para ayudar a fundar un pueblo

que los acunó en sus sueños al ritmo de las acequias y los ríos.

Tuvieron que ser vecinos mis abuelos y luego amigos.

Y tuvieron que suceder algunas tragedias

para que sus hijos se conozcan y se amen

y se conviertan en mis padres.

Para que yo me llame Stella Matute

antes tuvieron que nacer Delia y José Luis, mis hermanos.

Una hermana, hermana mía,

que me meció en sus saberes

y me construyó en sus ojos.

Y un hermano que no supo hacerse amar

a golpe de no poder comprender el ritmo de la buena vida.

Para que yo me llame Stella Matute

tuvo que morir mi padre siendo él joven

y yo adolescente.

Tuve que alejarme del sudor de mis montañas

y tuve que subirme a un tren

con mi mamá llorando su viudez y enarbolando

una vez más su valentía.

Para que yo me llame Stella Matute

tuvo que recibirme este Buenos Aires

desmesurado de estímulos sagrados y convocantes.

Y recorrer sus calles y crecer a los golpes

y construir mis muros y mis cielos.

Para que yo me llame Stella Matute

tuve que parirme madre de un músico

y de un ángel.

(versión libre del poema
"Para que yo me llame Ángel Gonzalez",
del gran poeta español.)

viernes, 20 de enero de 2023

CUMPLIENDO ENCANTADA

 


Cautivar,  deleitar, agradar, alegrar, arrobar, embriagar, enloquecer, fascinar, hechizar, deslumbrar entretener… Todos sinónimos de “encantar”. Encantar. Encantada estoy. En estado de encantamiento me encuentro.

Gracias. GRACIAS. A todas y todos quienes me dedicaron  palabras que son caricia.

Me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta me encanta.

Muchas horas poniendo un “me encanta” con corazón rosado al lado de cada mensajito de amor.

ME ENCANTA.

He leído “amiga” “compañera” “colega”. He leído “felicidad” “sueños” “te quiero”. He leído “abrazo” “beso” “salud”. He leído “felicidad” “vida” “siempre”. He leído y leído y recibido y la emoción y la sonrisa y la lágrima y saber que están ahí. Están ahí. En estos tiempos. Tan hostiles, tan abrumadores. Saber que están ahí.

Familia, amigas, amigos, contactos, contactas. Más lejanos, más cercanos. Y el hijo. EL HIJO. Dispuesto, atento, amoroso.

Cumplir años es cumplir. Y cumplir es atesorar.

Atesoro cada uno de los más de quinientos mensajes recibidos. Por teléfono, por whats app, por Facebook, por Instagram. Creo que he cumplido en contestar todos con un “me encanta”, con un “corazón”, el mío. Y me recuesto en este encantamiento de horas leyendo amor. Y lo reservo, me lo acopio, lo acumulo, lo dosifico. Para que me dure. Me dure. Me dure.

Chau Estrella. Bienvenida Emperatriz.

Chau y hola.

Despedida y  bienvenida.

Luz y apagón.

La vida misma.

Gracias. 


miércoles, 18 de enero de 2023

VÍSPERA

 


Hay una edad que agoniza  y otra que pulsa ser parida.

A la hora de la hora se detienen los relojes y se mezclan las edades.

Revoltijo de recuerdos.

El tiempo es un destiempo,
bienvenidas y despedidas van perdiendo los bordes. 

Se deshoja el calendario y cae un nuevo año en mi universo.

Las ausencias se presencian y hay presencias
que habitan un reloj de arena sin reverso.

Esa arruga, aquel pliegue, los olores perdidos de la infancia,
una amiga que lucha, otra que está sufriendo,
la sonrisa del hijo y su guitarra,
la muerte temprana de mi padre,
el quedarse dormida de mi madre,
la injusta muerte más temprana de mi hermana,
el misterio de la vida de mi hermano.

Descendencia, linaje, prole y casta. El largo camino de la espera.

Grito en el vacío de mi historia
y me pregunto
si vale hoy mencionar las carencias.
Mejor hablemos de esperanza, tan vieja como el mundo,
tan terca en su latido.

La vida se merece una esperanza, al menos una.
La vida está vigente y siempre cumple. Y hoy cumplo yo con ella.

La nueva edad está llegando, ya casi está aquí.
Debo aprender a amarla hasta lograr hacerla luminosa,
derribarle los miedos, atacarle las sombras,
acotar desconfianzas.
Mirarla bien de frente y desafiarla.

(Yo, casi cumpliendo años. 18/01/23 a media hora del 19)

domingo, 25 de septiembre de 2022

Reflexión rudimentaria en domingo

Escuchar la tristeza no es lo mismo que escuchar a alguien decir "estoy triste".

Cuando alguien está triste tenemos la obligación de afinar el oído. De escuchar el epicentro de esa tristeza. Sino, no nos lamentemos luego de la cotidiana tragedia de un suicidio. 


martes, 12 de julio de 2022

Nace y nazco


Cuántas veces parimos al hijo

Cuántas veces el hijo nos pare

Hoy hace 33 años que parí por primera vez. Y él me parió madre primeriza.

Nació él. Nací yo.

Y luego hemos ido pariéndonos en un sinfín de vidas y emociones y colores y caminos.

Hace 33 años que nazco en madre con cada uno de sus logros, alegrías, dolores. Nazco en sus ojos que me envuelven, en su risa que me equilibra, en sus lágrimas que me ponen alerta. Nazco en su música y vuelo radiante. Nazco en la altura de sus ilusiones.

Treinta y tres años que son treinta y tres vidas y treinta y tres auroras a la milésima infinitum. Nazco en sus discos, en sus escenarios, en sus búsquedas, en sus luchas. Nazco en circular y en espiralada orilla cuando su voz entona sus canciones y canta canta canta. Nazco en las cuerdas de su guitarra y me pierdo en el diapasón que vibra bajo sus manos.

Nazco y vuelvo a parir y a parirme y canto una nana y arrullo su minúsculo cuerpecito de bebé devenido en hombre que me arrulla en abrazo.

Hoy. A las 11.34 nació y nací. Nace y nazco. Siempre y para siempre.

¡Feliz cumpleaños, hijo!, Lautaro Matute 


viernes, 20 de mayo de 2022

REFLEXIONES INÚTILES DE UNA TARDE DE SOL


 "... 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐩𝐢𝐞𝐧𝐬𝐚 𝐲 𝐚𝐜𝐭𝐮𝐚𝐫 𝐬𝐞𝐠𝐮́𝐧 𝐥𝐨" 𝐝𝐢𝐜𝐡𝐨-𝐩𝐞𝐧𝐬𝐚𝐝𝐨 "
𝐞𝐬 𝐝𝐢𝐟𝐢́𝐜𝐢𝐥, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐞𝐬 𝐥𝐨 𝐮́𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐫𝐞𝐝𝐢𝐦𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐠𝐮̈𝐞𝐧𝐳𝐚
𝐝𝐞 𝐯𝐢𝐯𝐢𝐫 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐭𝐚𝐧𝐭𝐚 𝐡𝐢𝐩𝐨𝐜𝐫𝐞𝐬𝐢́𝐚".
(𝐌𝐚𝐫𝐢́𝐚 𝐃𝐞𝐥𝐢𝐚 𝐌𝐚𝐭𝐮𝐭𝐞 - 𝟏𝟖/𝟏/𝟐𝟎𝟎𝟗)

Siempre me vuelve esta frase de mi hermana. Pero nunca "como hoy" ha tenido semejante dimensión. Tiempos de sumisión disfrazada de comprensión, estos. 

Creo que se hace indispensable luchar para desterrar el "hoy es asi" cuando ese "asi" se lleva puesto el sentido común, la solidaridad, el respeto por las tradiciones...

Nos están llevando puestos. Y como toda resistencia respondemos "hoy es así", “todos lo hacen”, “y qué podemos hacer”. 

𝐌𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭𝐨. 𝐍𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨.

Me pregunto y re pregunto: ¿en qué esquina del horror perdimos el buen gusto? ¿en qué barrio del egoísmo perdimos el sentido del respeto? ¿en qué ciudad demencial perdimos la solidaridad? 

No quiero. Me resisto. Me quedo sola. O con poquitas y poquitos. Pero haciendo lo que pienso.

Nos llevan despacito, sin pausa y sin retorno, camino a la extinción. Aceptando y aceptando y aceptando. Porque "hoy es así"... ¿Desde cuándo? ¿Quién lo dijo? ¿Cómo nos convencieron? "Es así" porque aceptamos. Dóciles como ovejas. "Ovejas sois, bien lo dice de Fuente Ovejuna el nombre.". ¿Nos hemos olvidado? ¿sólo enunciamos sin poner en hecho aquello que decimos?

𝐌𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭𝐨. 𝐍𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨.

Me armo una trinchera de emociones, de recuerdos, de ejemplos, y me refugio tras ella. Solita. O con algunas y algunos de parecidos sentires. Pero pocos y pocas. Insuficientes para una lucha. Así nos va. ¿Hasta cuándo? ¿cuánto más hay que aguantar, aceptar, tolerar, sufrir? ¿cuál es la contabilidad de los atropellos? ¿en qué columna del “debe” se anotan?

𝐌𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭𝐨. 𝐍𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨.

Me invento alegrías y reinvento ideales. “Ya nada es como antes” te dicen como si eso fuera bueno, como si se pudiera sentir orgullo por deponer luchas, como si los desmanes fueran caricias. ¿Tenemos claro el costo? ¿sabemos que estamos al borde? ¿conocemos lo que nos espera en el fondo de ese abismo? “Algo huele a podrido en el palacio de “lo posible”.

𝐌𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭𝐨. 𝐍𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨.

Me pinto un arcoíris, lo cruzo y cambio el rumbo. Me alejo del despotismo, de la grosería, de la fiereza de unas reglas de juego que benefician a unos pocos y sostienen unos muchos. Abandono al dueño de la pelota con la certeza de que sin jugadores, no le sirve para nada. También con la certeza de que muchas y muchos seguirán jugando y se irán cayendo porque no hay cuerpo que resista el juego sucio. 

Me fabrico mi propio abismo. Me siento en su borde. Me da vértigo pero es mío. Trazo un horizonte posible, salto al vacío, me recompongo y empiezo a caminar hacia allí. Hacia la utopía de que todo puedo ser diferente si nos rebelamos y nos revelamos. 

Le hago un pito catalán al “es así”. Y si la vida me da la espalda, siempre está la posibilidad de tocarle el culo. 

(𝐑𝐞𝐟𝐥𝐞𝐱𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐬𝐢𝐧 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐝𝐨
Stella Matute - mayo/22)

lunes, 9 de mayo de 2022

MIS ALAS

 MIS ALAS 

Le puse alas a mi vientre y nació un ángel.

Le puse alas a mis paredes y me acunó un hogar.

Le puse alas a este instante y se volvió eterno.

Le puse alas a mis sueños y amanecí volando.

Le puse alas a mi cielo y la tormenta parió un arcoíris.

Le puse alas a mi canto y se hizo plegaria. 

Le puse alas a mi alimento y se multiplicó en panes y peces. 

Le puse alas a mi muerte para que viaje lejos. Y la muy torpe se enredó  en el encaje de mis tristezas.

SM - Mayo 2021

#escribirparasanar #escribirencuarentena #escribir #escribirendomingo

domingo, 27 de marzo de 2022

Parir vivir

Vivir, tal vez, sea sólo 

parir un sol al cielo azul, 

que no es cielo ni es azul, 

cada día. 



sábado, 26 de marzo de 2022

AHÍ EMPEZÓ TODO

 


Estoy en la habitación de mis padres. Juego con una nena que vive en una casa igualita a la mía. Y que tiene una habitación igualita a la de mis padres. Yo sólo la veo a ella, que está frente a mí y un pedacito de esa habitación donde ella está. La cama que se ve es igualita a la de mi mamá y mi papá. Las mesitas de luz que veo también son iguales a las de mi casa. Y si me asomo para un lado y para el otro por esa ventanita en la que juego, todo lo que veo es igual al lugar donde yo estoy. Deduzco, entonces, que esa nena que juega conmigo es, también, igual a mí. Ella habla cuando yo hablo y dice las mismas cosas. Cuando me muevo se mueve cuando me río se ríe cuando bostezo, bosteza. No pienso que me imita. Lejos de eso está mi cabecita. Me gusta y me divierte ese juego simétrico –entenderé lo de simétrico mucho más tarde-. Coca se llama. Me lo dijo en sueños una vez. Me paso horas jugando con ella. Ahí estoy a salvo de todo. Sobre todo de mi hermano. A veces llega la voz de mi mamá desde la cocina: “Elenita, qué estás haciendo”. “Jugando”, contesto. Y eso me da el permiso para seguir un rato más. Mi amiguita, también, tiene muñecas y juguetes iguales a los míos. Cocinamos, les damos de comer a nuestros hijos, los retamos, los ponemos en penitencia, los calmamos cuando lloran. Nos paramos en el centro de la cama y saltamos una frente a la otra. Ese es uno de los juegos más divertidos. Pero el que menos dura porque mi mamá y la suya nos retan desde la cocina. ¿Cómo saben? Porque las mamás lo saben todo, cuchicheo. Otras veces nos disfrazamos y también jugamos desde arriba de la cama. Mientras no saltemos parece que no hay reto. 

Un día entró mi hermano. Y resultó que ella también tenía un hermano igual que el mío. Malo, también, porque las dos nos asustamos y nos hicimos pis encima. Mi hermano y el suyo tapaban nuestras bocas y con sus ojos de fuego nos decían que no habláramos, que no le dijéramos nada  a nadie porque si no nos mataban, o nos rompían a Negrita, nuestras muñecas negras. Miré a Coca que me miraba desde el  otro lado de la ventana. Ella también lloraba. Nos miramos fijamente por mucho rato mientras los hermanos malos hacían maldades. Ella me miraba y yo la miraba. Y estábamos juntas en esa soledad de soledades. Nunca supe por qué ni su mamá ni la mía, que todo lo sabían, no llamaban desde la  cocina para saber qué estaba pasando. “Qué está pasando ahí”, gritaban cuando saltábamos, pero nunca cuando los hermanos malos nos tapaban las bocas y nos caminaban por encima. 

Después volvíamos a ordenar juntas los juguetes, los muñecos y los pedazos y volvíamos a jugar a la cocina, al doctor, al paseo por la plaza. 

Cuando fui creciendo y supe que mi amiga era yo misma me sentí tan sola que necesité ser muchas para soportarme. Y me hice actriz. 

Cuando murió mi padre y tuvimos que dejar la casa de mi infancia, yo me quedé con “la luna de la cómoda”. Todavía tengo ese espejo. Y en él me sigo mirando cuando me siento muy sola. O cuando ensayo para mi próximo estreno. Esa amiga que se refleja en él, suele ser quien me soporta los dolores, las ausencias, y también quien me sigue sanando las más dolorosas heridas.

STELLA MATUTE - 2022

viernes, 21 de enero de 2022

Pueblo chico...

 

Viví toda mi infancia y mi adolescencia frente al Colegio Marista del pueblo donde nací. El misterio de ese lugar resultaba atractivo y temeroso. Las paredes altas y oscuras, las rejas y las ligustrinas no permitían mirar hacia adentro pero yo siempre intentaba encontrar algún agujerito para espiar. No veía nada interesante. Un patio lúgubre,  algún cura que lo cruzaba y muchachitos vestidos de saco azul y pantalón gris eran siempre una invitación a la travesura.

Un día, en un accidente de auto se mató el hijo del dueño de la Cochería Chinchenio,  una de las dos cocherías fúnebres del pueblo. Era un chico muy joven.  “Los Chinchenios”, como los llamaban comúnmente, era una de las familias más conocidas y adineradas del lugar. La conmoción atravesó a toda la población. No se hablaba de otra cosa. El muchachito estudiaba, justamente, en el Colegio Marista y se supo que el cortejo fúnebre pasaría por allí y se detendría para un responso. En el barrio estaban inquietos hasta los árboles. Mi madre se vistió de negro y me puso un moño del mismo color en el brazo. Yo tenía doce años y la idea de entrar a esa escuela de varones, tantas veces espiada, me inquietaba la sangre. Cuando por la ventana de casa se escuchó el paso rítmico de unos caballos salimos a la calle. Una carroza blanca, muy lujosa, tirada por cuatro caballos blancos cargaba un cajón blanco con ribetes dorados. También a paso rítmico seis hombres se acercaron al carruaje y en unas maniobras extrañas bajaron el ataúd. El silencio era sepulcral, valga la palabra. El portón del patio del colegio se abrió lentamente. Familiares, amigos y curiosos fuimos entrando detrás. Todo era negro. Sotanas, sacos, pantalones, vestidos, cortinados, pañuelos, crespones. Todo. Salvo ese cajón lujoso que brillaba aún más en su blanco dentro de ese escenario. Yo miraba todo inaugurando miradas. El patio me pareció más chico que lo que veía desde el agujerito de la ligustrina. Pero los curas me parecieron más serios y circunspectos. Se escuchaban sollozos y llantos ahogados. Hasta que en un momento, como un relámpago indomable, la madre del chico, la esposa del dueño de la cochería, la señora de Chinchenio, se derrumbó sobre el ataúd agitando los brazos y gritando en alarido: “¡Sé bien que este es un castigo de Dios por haber sido la amante de José Gómez!”

El tiempo se detuvo. Daba la sensación de que nadie respiraba. Lo negro se volvió más negro y el patio se volvió baldosa. 

Mi madre apretó mi mano y levanté la cabeza hacia sus ojos. Estaba muy pálida y me miraba como si yo no estuviera. “Mamá…” balbuceé muy bajito. Ella se llevó el dedo índice a sus labios pidiéndome silencio y como si no hubiéramos escuchado dijo “¡Vamos!”, en un susurro imperativo y ensordecedor. Dimos media vuelta y comenzamos el recorrido hacia el portón que ahora me parecía más alto y más oscuro.  Vislumbré por el rabillo de mis ojos que nadie nos miraba pero éramos el centro de todas las atenciones. Hasta los pájaros habían detenido su vuelo. Ya en la calle, mi casa en la vereda de enfrente parecía un oasis en un desierto infinito. Cruzamos y ahí escuché el primer llanto de mi madre que duró días, semanas, meses.

José Gómez fue mi padre. Murió unos años después. Y aunque nunca entendí por qué, el servicio fúnebre estuvo a cargo de la Cochería Chinchenio.

Mi  madre nunca más volvió a hablarle a mi padre después de ese día. Y yo no  volví a entrar al patio del Colegio Marista.

 

Yo no fui al jardín de infantes. En mi tiempo, qué horror, no existía. O tal vez era porque en un pueblo las cosas eran distintas, no sé bien. La cosa es que entré directo a primer grado. Siempre fui obediente y aplicada así que no hubo ningún tipo de jornadas de adaptación. La mano de mi madre me llevó hasta la puerta del aula, me dio un beso rápido en la frente y entré. La señorita me indicó dónde sentarme. Tenía un nudo en la panza, como si tuviera hambre. Pero hambre no tenía.

Un día al poco tiempo, cuando salí de la escuela nadie me esperaba. Miré desde lo alto de la escalera de entrada y no, ni mi hermana ni mi madre. Me senté en unos de los escalones y abrí el maletín sin por qué alguno. Miré en el interior y volví a cerrarlo. Miré al cielo y vi pedacitos de cielo entre las ramas de los árboles. Bajé hasta la vereda recién barrida por Don López, el portero, y pateé una hoja rebelde del plátano altísimo al borde de la acequia. Giré hacia la avenida. Nadie. Miré al quiosquero que me miraba desde la altura de su ventanita. Siempre me asustaron los ojos de ese hombre a pesar de las burlas de mi hermana que era la que me compraba las golosinas para el recreo. “Es bueno”, me decía. Y yo callaba.

Volví a las escaleras y ví mi maletín. Las subí saltando y me gustó el juego. Bajé en un pie y subí en el otro. Bajé de dos en dos e intenté subir de tres en tres pero no pude. Me senté de nuevo y volvió aquel nudo en la panza del primer día. Tampoco tenía hambre ahora. Una mano en la cabeza me hizo subir los ojos, esperanzándome. Pero era el quiosquero. Me puse a llorar. “Se olvidaron de venir a buscarte, chiquita”, dijo. Vení que yo te llevo a tu casa y sin que yo pudiera hacer nada me tomó de la mano. Siempre fui obediente. Su mano rasposa apretaba firme la mía. Yo lloraba en silencio y con la cabeza baja. Él hablaba pero su voz llegaba desde  tan lejos que yo no podía escucharlo. Caminamos kilómetros que fueron las cuatro cuadras que separaban la escuela de mi casa. Cuando me di cuenta de que estaba ahí quise soltarme pero él me retuvo hasta que salió mi madre sorprendida. “No sé cómo agradecerle. Yo estaba segura de que mi hija mayor iría a buscarla”, dijo mientras me secaba las lágrimas con su delantal de cocina. “Agradecele a don Héctor”, me ordenó. Yo balbucée un gracias y salí corriendo hacia dentro. Cuando al rato mi hermana llegó a casa dijo estar segura de que mi madre había asegurado que ella era la que me retiraba ese día. Al día siguiente los ojos de ese hombre me parecieron buenos y su guiño me hizo sonreír. Yo misma le pedí mi Rodhesia diaria.

Stella Matute - Atlético de Escritura 2022

jueves, 20 de enero de 2022

GRACIAS, TSUNAMI DE AMOR

 




Palabras amores

Mensajes amores

Llamados amores

Amores amores

Amores en ritmo de palabras, de mensajes, de llamados, de regalos, de envíos, de abrazos, de brindis, de risas y anécdotas. 

Amores en los deseos, amores en un soplido.

Gracias. Gracias. Gracias.

Tsunami de amores. 

He recibido, leído, oído, disfrutado, cada palabra, cada mensaje, cada llamado.

Gracias. Gracias. Gracias. 

Fue un día manso y remanso. 

De renacimiento y danza en espiral hacia arriba.

Me voy de El Mago y entro en La Emperatriz... dice el tarot y lo celebro.

Chau, Mago. Gracias.

Bienvenida Emperatriz con su lluvia, ave, flor, atardecer. Acá vamos, a florecer, a cosechar, a comenzar una vez más, hasta que salga bien. 

Vamos a entrenar el ejercicio de confiar. Y entregar... para seguir recibiendo.

Gracias. Gracias. Gracias. 

He leído y respondido y "meencantado" cada mensaje. Por favor, si alguien no recibió mi respuesta es porque se me "traspapeló" el mensaje en el diluvio de amor que fue mi día de ayer. 

Insisto, si alguien no recibió respuesta o un "meencanta"  a su mensaje, me dice. Porque sencillamente es que no lo he visto. 

Gracias. Gracias. Gracias. 

Empieza a caminar mi nueva edad. "Crece desde el pie". 

Stella Matute - 20/01/22

Cumplo una edad

 



Hoy cumplo años. 
Cumplo la última edad que cumplió mi hermana. 
Imposible no pensarlo. 
Imposible no pensarla.
Imposible no pensarme.
Me pregunto si ella se habrá sentido aquel día, cuando cumplió esta edad que hoy cumplo, tan joven y milenaria como me siento. 
Tan cansada y con tantas ganas. Tan niña y tan viejita. Tan abundante y escasa.
Una edad donde parece que todo está hecho pero todo está por hacerse.
Una edad de salvación y perdición al mismo tiempo. Donde los mandatos están perimidos pero siguen mandando. 
Imposible no querer saber qué sentía ella aquel día apagando su velita sin saber que era la última. Y nosotros ahí, tan ignorantes de todo cantando felices.
Hoy cumplo la misma edad de mi hermana mayor. Ya ella no será mayor ni yo seré menor nunca más que es lo mismo que para siempre.
Hoy cumplo años. 
Y los golpes y los virus. Y el hartazgo y la esperanza. Y el apocalpsis acechando. Afuera y adentro. 
Me sorprende el ruido y el silencio. 
El fuego y un soplido. Y el círculo que se vuelve espiral.
Hoy cumplo años. Aquí vamos a transitar la nueva ronda y consumar el hecho de bailarla. A veces sobre el césped, a veces sobre cristales rotos. 
La vida. 
Va, va, va... Como la nave. Y las edades se vuelven sinónimos de otras edades.
Cumplo años.

Stella Matute - 19/01/22


miércoles, 1 de septiembre de 2021

CONFESIÓN


Buceo en la soledad de mis voces 

y me ahogo en los gritos de mis dolores.

¿Qué hago con esta herida que me habita

en el borde de todas mis alegrías?

SMM - 2021

miércoles, 18 de agosto de 2021

CUMPLELAUTI 32

Me desperté más o menos a esta hora aquella mañana luminosa de julio. Serían las 8 o las 8.15. No más. No era la fecha, faltaban unos dias había dicho la médica un par de días antes, pero la panza pesaba distinto. Brillante, inmensa, lunar, la panza pesaba distinto. La panza pesaba distinto. Cuando intenté darme vuelta para levantarme, un chorro caliente me mojó la entrepierna. No había dudas, pero necesité tocarme para estar segura. ¿Agua? ¿Pis? Nonono, todavía no, que tengo que entregar un montón de trabajo me dije a los gritos silenciosamente y me quedé quietita quietita quietita. Cada una de mis células sabía pero yo trataba de convencerme de que era un chorro de pis que se me había escapado. Quietita quietita quietita. No sé cuánto tiempo estuve quietita, abrazadita a la almohada. Al cabo de un rato volví a intentarlo. Otro chorro. Más abundante todavía. Ups. Tomé fuerzas, al fin y al cabo creo que a eso vine a la vida -a tomar fuerzas-, y me paré. Una catarata intempestiva, abundante, imparable, mojó mis piernas, mis pies, el piso. "Marceeee", llamé con un hilo de vos estruendoso. Y allí vino mi hermamigo, con quien compartíamos casa y aventuras en aquellos tiempos. "Me parece que tu ahijado está llegando", le dije colgadita de sus ojos... Me abrazó, salió corriendo y me trajo el teléfono. Mario, otro amigo, estaba en la ducha, al oir los ruidos salió, preguntó, y se sumó al tiempo de premuras. Llamé a la partera, le expliqué. "Bañate y cuando las contracciones sean cada 15 minutos te vas para la clínica. Yo ya me preparo y salgo para allá." La clínica quedaba a exactas tres cuadras de mi casa. Entré a la ducha y ahí fue que un ejército de leones desembozados me caminó por primera vez por la barriga. Me apuré y salí diciendo que "algo raro me estaba pasando>". Que había tenido un dolor demasiado fuerte. "Son las contracciones de parto, chicoquita", dijo Mario y me apuró. Marcelo intentaba hacer un desayuno tirando todo lo que encontraba a su alrededor. "No. No hay tiempo y es mejor que no comas nada", dijo Mario. "Esperemos a Delia que debe estar por llegar" dije y caí sobre la cama con otra carrera de leones que habían elegido mi panza para hacer de las suyas esa mañana. Pronto a los leones se le sumaron los monos, los elefantes y la fauna toda. El bolso, la toalla, el toallón, qué falta, no falta nada y lo que falta venimos a buscarlo, ay, tranquila, ay, vamos, dejo una notita a Delia, vamos, ay, respirá, mirá la casa que cuando vuelvas ya vas a venir con tu hijo a upa, ay, vamos, ay...Salimos a la calle, colgada de los brazos de mis dos guardianes, yo tenía toda la intención de caminar las tres cuadras pero ya todas las especies animales de todas las regiones geográficas competían una maratón sobre mi panza. Un taxi grité ahora sí a voz en cuello. Nunca olvidaré que ese taxi por tres cuadras costo dos veces y media más que el de la noche anterior desde Aeroparque hasta el Café de los Angelitos. La hiperinflación de Alfonsín proponía esas delicias. Cuando entré a la clínica la partera estaba esperándome. Epa... dijo y le indicó a la recepcionista que los trámites los hacíamos después. Entramos a una habitación, me revisó y me dijo "estás a punto de parir, menos mal que vivís a tres cuadras porque sino lo tenías en el taxi" y salió urgida hacia el pasillo. Entró una enfermera y me dio indicaciones al ritmo de mandatos. En ese momento, por arte de magia como siempre, entró Delia. Fue un alivio en esa tormenta de dolores y órdenes. Me agarró fuerte la mano. Tranquila, tranquila... ya viene. Me subieron a una camilla y de ahí en más todo tomó un ritmo extraplanetario. Escuché a la obstetra, Clara, gritando "me visto y voy para la sala de parto". Alcancé a ver su sacón de piel volando hacia el cielo. A las 11.34, con sólo tres pujos y una pequeña episiotomía que ni siquiera sentí, la vida se volvió Lautaro para siempre. una respiración pequeñita me despeinó eternamente. Esa felicidad sin nombre, ese torbellino de emociones, ese amanecer... 

Por él intento -con aciertos y errores-  ser mejor persona desde ese momento y para siempre.

¡Feliz cumpleaños, hijo!

12-07-2021



martes, 15 de junio de 2021

El tiempo de mi lágrima

Esa lágrima que asoma cuando el abrazo me acuna.

Esa lágrima que se mezcla con el sudor del esfuerzo en un parto que da vida a nueva vida.

La lágrima que rueda hacia el mar en un amanecer que asoma en la línea infinita.

La lágrima que despierta cada logro de mi hijo.

Esa lágrima que vuela hacia el cielo de los ausentes.

Esa lágrima que horada cuando un poema de Alejandra me acontece.

La lágrima que la canción me regala.

La lágrima eterna que ofrendo a todos mis amores.

Esa lágrima que surca las alegrías de mis personajes.

Esa lágrima que baila todas las danzas sagradas

¿Cuánto dura el recorrido de la lágrima?

Ese tiempo de la lágrima es mi tiempo extraordinario.

STELLA MATUTE
JUNIO, 2021

#escribir #escribirparasanar #escritos

miércoles, 12 de mayo de 2021

PLEGARIA PARA ACTRICES Y ACTORES

Actor nuestro que estás en los escenarios, bendecido sea tu oficio, venga a nosotros tu brillo, hágase tu compromiso tanto en tu vida como en tu arte. El buen espectáculo de cada día, ofrécelo hoy y perdona nuestra ausencia en la platea así como nosotros perdonamos tu falencia. No nos dejes aburrirnos y líbranos de la falta de talento. Amen.

¡FELIZ DÍA DEL ACTOR NACIONAL PARA LAS ACTRICES Y LOS ACTORES DE BIEN!
(Segundo lunes de mayo)

lunes, 26 de abril de 2021

Soy

 


No. No soy esa que ven, que creen, que sentencian. Esos engaños que fui construyendo para salvarme de tanta rabia enmudecida. No. No soy esa. No soy la que se inventó oficios obedientes para sobrevivir la desobediencia de mandatos. No. No soy malhumorada ni fastidiosa. Tampoco soy mi curriculum. Ni siquiera el ego acariciado de mis premios. No, mentiras… esas son, con fortuna, meras máscaras que ayudan en el absurdo tránsito a la nada. Tampoco soy estos huesos ni estos músculos ni esta mano ni ese pie. No. No soy esa arruga ni ese pliegue. No  soy la que esboza una sonrisa cuando hay que sonreír ni la que  a veces acepta lo mal demente. Tampoco la que calla y esquiva la mirada para limar asperezas. No. No soy esa. 

Soy viento furioso que atraviesa otros vientos, soy lago cristalino y río caudaloso. Soy montaña milenaria, volcán de acero, rutas de sal, cielos sin sol y soy tierra húmeda después de la tormenta. Soy la memoria de todos mis muertos y todas sus ausencias bailando en mis brazos. Soy la búsqueda incesante de lo leal, de lo cierto. Soy el trasatlántico que trajo a mis abuelos cruzando inclemencias en mares de esperanzas. Soy el dolor de parto de todas las que maternan. Soy furia y carcajada a deshoras. Y a deshonras. Soy llanto eterno sobre las injusticias de todos los tiempos. Soy pluma que vuela más allá del infinito. Soy asedio constante de mi música. Soy la estela en el río de mi vida y soy huella arada en el esfuerzo para que esa estela deje marca. Soy papel sin letras esperando que lo escriban y soy la soledad de un colchón en medio de la calle. Soy el pájaro escapando de su jaula. Soy nuestras Madres y nuestras Abuelas. Soy testigo incansable de mi tiempo. Soy lo que fui y lo que no pude ser, soy esta que hoy se columpia en el arco iris previo al fin del diluvio que nos ahoga. 

Soy ráfaga y remanso. 

Soy luciérnaga y noche oscura. 

Soy todas mis yo y todos ustedes. 

Stella Matute
Abril, 2021


viernes, 16 de abril de 2021

CENIZAS PIADOSAS

Hace un par de días un par de horas ocho siglos veinte minutos cuatro semanas recién hoy mañana, tiré las cenizas de mi hermano. Fue una decisión voluntaria pero marcada por un mandato milenario, un ordenamiento sagrado de linajes. “Me toca a mí” vibraba mi cuerpo todo, caminando hacia el río mientras mi mano derecha sostenía el extraño peso del cuerpo todo de mi hermano comprimido en esa inabarcable y minúscula cajita. Mi hermano murió el mismo día del cumpleaños de mi madre y eso fue para mí una certera señal  de que era –es- imprescindible sanar heridas, enfrentar terrores  y exorcizar de una vez y para siempre el explosivo demonio creado en el arista de un abismo familar.

Nunca imaginé que “me tocaría” la íntima y titánica  tarea de arrojar –sola- las cenizas de mi madre y luego hacer lo mismo –sola- con los restos de ese hermano odiado y amado en igual medida.  Pero bien sé que llevo milenios de genealogías inimaginables; de volantazos violentos en mi historia. Elegí el mismo lugar donde–también en desamparada ceremonia- despedí  los restos de mi vieja, quien le comprendió con su vida todas las miserias que él supo desplegar como retazos de muerte. José Luis desde muy niño estuvo habitado por oscuros laberintos, poblado por cuevas indescifrables, llenito de rincones tenebrosos cercados con alambres de púas. Incurables curvas hacia el daño. De otros y de sí mismos. 

Me senté en un banco bajo un techo celeste y diáfano cruzado por el brillo de un sol incuestionable, rodeada de indiferencia ciudadana. Miré el paisaje intentando dejarme traspasar por una liturgia celebratoria del divino oficio que volvía a encarar. Divino por divinidad, por si hace falta aclararlo. Miré el puente, la baranda, el río. Calculé la distancia que habría entre mis manos y el agua cuando desenvolviera el insondable paquete, medí el viento, me detuve en los pasos de los transeúntes desprevenidos, intenté imaginar sus pensamientos… Una paloma se posó a mi lado y me miró. Es el momento, me dije. Me paré y caminé sin dudar hasta el centro del  pasamanos. Abrí la bolsa y un rezo de la infancia me tembló en el pecho. La lluvia de cenizas cayó obediente desparramándose sobre el río marrón como una alfombra recién sacudida. Ni bien dejé de verlas, una cruz hecha de dos maderos negros apareció por abajo del puente navegando en la corriente hacia el horizonte. Un temblor me estremeció desde la nuca a los talones. Levanté la vista y tres pequeñas golondrinas aparecieron de la nada y revolotearon frente a mis ojos secos de lágrimas y bañados en recuerdos. Fue así aunque parezca mentira. Volví a mirar el agua. Ya no había ninguna marca. Ya todo era como hace un rato y nada volvería a ser igual. José Luis ya navegaba en las mismas aguas de su madre, que también fue la mía.  El café con leche en la mesa grande de la mañana, las cosquillitas en la espalda, las chiquilladas compartidas, la hamaca de sus manos, la carrera hasta la heladera para tomar agua fresca, el avioncito vertiginoso colgada de sus brazos, el mate cocido con tortas fritas, sus clases de ajedrez para ganarme, sus revistas El Gráfico, sus travesuras desde el techo del galpón del fondo, el sanguche de salame con manteca, mis gatos y sus perros, su risa pícara con un toque siempre de malicia, su torpeza para bailar, su tristeza –también siempre- disfrazada de rencores… Todo ese tsunami de recuerdos  le ganó al tirano, al violento, al que nunca se entendió por qué. Ahí, en ese momento, se deshizo el dique y las aguas del Nihuil, del Valle Grande, del Atuel, del Diamante encontraron cauce en mi cara con su fuerza de montañas. Y ahí, en ese momento, decidí quedarme eternamente, desde antes hasta siempre, con el mejor de los recuerdos, con esa foto colgadita de sus brazos, confiada, riendo, con la pureza de mi cuerpito niña disfrutando de ese upa fraternal, totalmente indiferente a los peligros, ignorando que había maldad en algunos de sus actos. Creo, ahora estoy segura, que en el principio él tampoco lo sabía. Me subo a esa creencia y me acuno en ella. La mano de mi madre nos acaricia a los dos la cabeza. Mi padre lo recibe emocionado y mi hermana, mi luminosa hermana, le palmea la espalda y le revuelve el pelo. Mi abuela lo reta un poco con su tierna severidad gallega.  

Me dejo llevar remando sobre esa cruz de maderos negros que libera, que mece. Navego, porque navegar es preciso, hacia esa foto familiar con la terca y extravagante esperanza de que alguna vez volvamos a encontrarnos para escribir una mejor historia. 

Tal vez sea todo eso lo que abarque aquello sagrado de los cuerpos capaces de curar todas las heridas. 

SM - Abril, 2021






lunes, 12 de abril de 2021

INTEMPERIE DE TERNURA

¿Cómo atreverme a hablar de nuestro pacto de ficticio silencio llenito de palabras no nombradas?¿Con qué derecho cuento de tus ojos sin horizonte, de tu boca carencia, de tu mano alcancía, del borde esquivo de tu mirada? ¿Cómo relatar mi curiosidad intrusa intentando proteger un poco tu desdicha?

Durante un rato aportaste tu belleza contaminada de injusticias a la posible poesía de mi vida. Un día, después de varios soles, me miraste directo a los ojos con un agradecimiento que yo no merecía y esa esquina se volvió espera y entrega cotidianas. Fuiste peaje obligatorio a la ternura. Bisagra necesaria del camino. Tu ojeada pájaro era mi alegría en ese transitar a mi rutina. Tu mano transparente, mi certeza diaria. Tu guerra perdida, mi laberinto con salida. Tu sonrisa desdentada, mis ganas de seguir.

Un día no estuviste. No estabas y el refugio de tu esquina fue ausencia oscura. La carencia de tu orfandad dejó huérfano a mi minúsculo barrio dadivoso. Una incertidumbre de nubarrones pobló el templo de tu colchón abandonado. Quedó vacía mi mano en el fondo del bolsillo pespunteado por la nada. Me vi en tu espejo limosneando alguna respuesta, alguna señal. Un viento helado se coló por los ladrillos de tu mampostería angosta que fue el cobijo roto de tus días y tus noches, piso de tierra, techito de hendijas por el que espiabas las estrellas. ¿Te fuiste al cielo donde los desposeídos se vuelven reyes y bailan hasta que el sol se baña en el mar? ¿Te crecieron alas y volaste libre de monedas y latas vacías? ¿Te fuiste a ese lugar donde nadie se tapa la nariz para que el olor hiriente de tu destino no invada su egoísmo? ¿Y tu perro? ¿Ladró aquella noche en que se abrió tu portón de eternidad? ¿O acaso simplemente cambiaste de libertades y caminos? ¿Andarás tal vez eludiendo otras miradas hasta que puedas confiar en una? Anclo en ese anhelo y recojo las velas de la búsqueda.

Te debo el bullicio de un circo todo, un desfile de malabaristas que te ofrezcan los panes que mendigaste, la danza de un equilibrista por el filo de la mesa que no tuviste, un montón de piruetas de payasos regalándote poemas que levanten banderas de sopita y abrigo y te acunen en la abundancia huidiza de tu vida. Quisiera homenajearte a la altura de tu valentía plagada de intemperie, regalarte una parrillada de esperanza arrebatada. Ya no paso por tu esquina. No quiero. Pero sigo apretando aquella medallita del primer encuentro de miradas desarrapadas en el que sellamos nuestra mínima promesa de lealtad mutua, y ruego cada tanto por tu almita desamparada.

sm - abril, 2021

domingo, 28 de marzo de 2021

Dolencia contenciosa

Me dejó un traumatismo 

en el filo del lagrimal. 

Una fractura expuesta 

de autoestima. 

Un esguince

de coraje

Un infarto agudo

en la confianza

Quedé con la entereza

mal herida

y con las ganas 

al borde del trasplante.

Transité por una

cirrosis de esperanza,

una insuficiencia 

de certezas

y una fibrosis de llantos.

Nunca fueron visibles

mis dolencias.

Se cuidó muy bien 

de no dejar

ni una marca.

No hubo vendas 

ni apósitos

ni bisturíes.

No hubo quirófanos

ni consultorios.

Pero la convalecencia

fue eterna.

Si. 

Ojalá me hubiera pegado.

Tal vez hubiese sido más fácil.

Y más rápido. 

(SM - marzo 2021)