Que los relojes bailen y no den las horas tan exactas.
Que Niní nos regale un millón de alegrías.
Que el arte nos asista. Y nos someta.
Que Aznavour nos susurre su penúltima canción.
Que Isadora vuelva envuelta en todas las banderas y dance desnuda en todas las plazas.
Que se inunde de risas y de ideas –y de Marcha- el Congreso.
Que los cartoneros se hagan dueños de Papel Prensa.
Que Mu-Mu reparta golosinas gratis.
Que los caceroleros guarden sus injustas cacerolas.
Que se derrumben los muros de la red y nos reunamos en las casas.
Y cantemos, y bailemos, y bebamos. Y que nunca más ayunemos.
Que no nos importe lo que no importa.
Que la amistad no suceda en posteos sino en charlas y miradas.
Que rememos en una balsa para recuperar el horizonte y que un cometa brillante pase justo a llevarnos de paseo.
Que Alicia nos abra su espejo y nos hable de lo eterno.
Que Alejandra escriba un poema más.
Que el Campo sea fértil y las Vaquitas sean nuestras.
Que le entreguen premio Nobel a los amigos y amigas que a la madrugada derraman tus lágrimas.
Que si los que amamos mueren, vuelvan.
Que la primavera dure seis meses este año, y que todas sus mañanas huelan a jazmines.
Que el otoño dure los otros seis meses. Y que sus hojas sean alfombras tendidas al encuentro.
Que las mañanas nos cobijen en anhelos.
Que las noches nos emborrachen de sueños.
Que los sueños se hagan realidades.
Que un decreto acabe con el hambre.
Que no mueran las mascotas.
Que Alberto pueda abrirnos caminos y no se la hagan tan difícil.
Que Cristina sea feliz como esa noche de hace poco.
Que las Abuelas le cocinen a sus Nietos.
Que los Nietos se encuentren con sus Abuelas.
Que nuestras Madres vuelvan a parirnos, una vez más, en una realidad más justa.
Que Amy nos cante sus penas y Jacques Brel sus amores.
Que nuestras palabras coincidan con nuestros actos. Siempre.
Que haya cielos bien celestes, aunque cuesten.
Que aparezca la alegría... como entonces.
Que tengamos 2020 motivos para reir a carcajadas.
Stella Matute / Diciembre 2019